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Yo he tenido esa sensación en varios lugares, entre otros en París, donde pensé que quitamos el encanto a cualquier sitio. Pero, sin lugar a dudas, en el que más pena me dio (lo de pertenecer a la 'raza' de los turistas, a la que, sí, pertenezco sin ruborizarme) fue en el barrio de Harlem, en NY. Era domingo y por allá andábamos unas decenas de turistas -no éramos muchos- a la caza de la imagen típica: negros entrando en masa en iglesia o, para mayor gozo, un coro gospel a través de una ventana... Me abochorné al pensarlo y di la vuelta.
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