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Hola Fernando, siempre sentí un poco de envidia, sana envidia, por los que eráis de pueblo. Cuando sientes morriña te das un paseo por allí y evocas tu niñez, quizás adolescencia, veranos de vacaciones con familiares y amigos de siempre. Yo, en Sevilla, no eché raíces, todo aquello cercano de mi infancia desapareció: la casa dónde nací con el jardín de mi abuela lleno de rosas y con el limonero que habían plantado mi padre y mi abuelo; la casa de mis otros abuelos; la nuestra, dónde nació mi hermano; el colegio y el instituto, que existen, pero en otra calle... Siempre viví en el límite con el campo y claro la ciudad fue creciendo y yo seguí trasladándome y no siempre por gusto hacia afuera, hasta que ya me salí del municipio hace diez años. Realmente me afectaban el ruido, la contaminación, el no poder aparcar... Por eso voy buscando lugares en los que me siento como si fueran "mi pueblo", y los encuentro en casi todas partes. Por el trabajo, también he tenido que vivir fuera de casa varias veces, y tengo una gran capacidad de adaptación. Intento encontrar lo mejor de la gente de cada lugar, y aprender de ellos. Y hoy en la cena me tomaré una copa de Alvariño a tu salud.
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