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Al leer anoche: "El secreto de la felicidad es tener gustos sencillos y una mente compleja” y “Quiero que mis casas parezcan sencillas pero sean complejas”, secreto a voces del tándem Albors-Savater, quedé de una pieza, al comprobar el guirigay organizado en esta cornisa de la Comunidad, a cuenta de un pensamiento expresado con claridad cervantina; y pensé para mí: volveré mañana -por hoy- a descifrarlo. \n\nPero he de confesar, que al volver sobre mis pasos, mi perplejidad alcanzó cotas más altas que la noche anterior, llegando a la conclusión, de que los/las litigantes o debatientes navegan por una zona filosófico-lingüística si no derridiana (De Jacques Derrida), muy próxima a sus planteamientos, braceando sobre la superficie de la deconstrucción (método contra el que en absoluto estoy en desacuerdo). \n \nY vínome a la mente, preguntarles (como hizo aquel asistente a un Seminario sobre Nuevas Tecnologías, tras cuatro horas de acalorada discusión en la que participaban veinte operadores culturales de diversas especialidades): ¿Se puede saber de qué estamos hablando? La pregunta no obtuvo respuesta. \n
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