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Hace unos años, en un viaje al otro lado del Atlántico, sufrí como una yonqui para conseguir su dosis. En primer lugar, soy diabética y feliz, estaba yo tan contenta, y antes de que trajesen la comida y mi botellita de vino (hay que ver lo que me gustan), cogí mi estuche con jeringuilla y bote de insulina, lo abrí en mi sitio, vi que estaba todo correcto y me fui hacia el WC, antes de poder quitar las burbujas de la jeringa, oí como aporreaban la puerta, del susto casi me muero, abrí la puerta y ahí estaban dos azafatos que se abalanzaron para quitarme mi arma arrojadiza. Con mi modestísimo inglés intuí algo de "heroine", y yo sólo fui capaz de gritar "Diabetic". Al explicarme y ellos comprenderlo (habían sido informados por mi cotilla vecina de asiento), me pidieron perdón... y conseguí más botellitas de vino. Algo es algo.
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