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  • Hace unos años, cuando yo vivía en Buenos Aires, una amiga me invitó a una gala en el teatro Colón. Era una gala "a puertas cerradas", no podía ir nadie sin invitación. El esposo de mi amiga había sido director del Colón unos años antes y, de esas épocas, les había quedado un palco privado. \nEl día de la gala yo tenía que trabajar hasta más o menos una hora antes del espectáculo. Así que me fui ya cambiada para la ocasión. Bueno, lo que yo creí que era ir cambiada para la ocasión... Me había puesto un vestidito "de esos de salir", con el que quedé desubicadísima en mi trabajo, claro, era para salir no para trabajar.. pero bueno... aguanté todo el día las bromas de mis compañeros y a las 7 de la tarde partí para el Colón... Mi amiga no había llegado así que me quedé en la escalera de la entrada esperando... la gente empezó a llegar en limusinas... se bajaban mujeres con vestidos no de salir sino de "fiesta de casamiento pero de mucho compromiso" todas con vestidos larguísimos, plateadísimos o doradísimos, más brillantes aún por las múltiples joyas que colgaban de las orejas o de los cuellos, peinados recién salidos de la peluquería... y yo... con mi vestidito y mi peinado de "cepillado a las 8 de la mañana antes de ir a trabajar y después ni un peine"... la gente iba llegando y yo cada vez me sentía más fuera de la pecera... llegó mi amiga y sus amigos, todos mimetizados con el ambiente. Yo la única que daba la nota de color... vino a buscarnos un señor vestido con una levita roja, el acomodador... mi amiga tenía un acomodador que la llevaba a su palco particular... un palco con llave... entramos y el escenario estaba ahí nomás, a 10 cm... yo podía leer la partitura del violonchelista, la tenía ahí mismo. Y entonces empezó la música y me olvidé de los vestidos y los peinados... al fin y al cabo las orejas no tienen estatus...
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  • 2010-05-26 08:38:59
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