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  • A través de la llanura sin fin

    Capítulo 1

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    Los pájaros trinaban por todo el bosque y no se sabía bien de dónde procedía el cantar de uno u otro. Lucía miraba desde la terraza la puesta de sol, cosa que siempre le encantó y más desde que llegó allí. Vio, como todas las tardes, posarse el pájaro rojo de cresta negra sobre las ramas y permanecer allí un rato. Sansa le sonreía. Sansa trabajaba en la cafetería de ese hotel y todas las tardes, junto a Lucía y otros trabajadores del lugar, veían de vez en cuando juntos la puesta de sol. Sansa se emocionaba cada vez que veía al pajarito. Fue la primera que lo descubrió. “Le gusta tener compañía para ver la puesta” Les dijo un día. Y era cierto. A la misma hora, todos los días, el pajarito rojo de cresta negra, compañía les hacía. \n\n

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    Lucía le dio el último trago al té que se estaba tomando y se dispuso para volver a su cuarto, que quedaba a la otra parte de las cabañas donde se alojaban los turistas. Ella estaba en las pequeñas cabañitas donde los trabajadores del hotel pernoctaban. Sansa se despidió de ella con una sonrisa. \n\n

    - Mañana veremos el atardecer más arropados. ¡Qué ganas tengo de conocer a los dos niños!\n\n

    Lucía le sonrió. \n\n

    Los mosquitos ya empezaban a incordiar, así que Lucía se dio una ducha rápida, comió una manzana y se metió en la cama. Al correr la mosquitera se dio cuenta que un enorme insecto se encontraba atrapada en ella. Intentó acercar la linterna para ver de qué bicho se trataba, y al ver que peligro no tenía, con un trozo de cartón lo sacudió hasta que al suelo cayó y lo azuzó hasta la puerta para dejarlo salir. Era enorme, pero inofensivo. Revisó con la linterna toda la mosquitera y por fin se metió en la cama y corrió la tela. \n\n

    Tenía que dormirse pronto, pero la agitación no le dejaba. Al día siguiente tenía que ir a recoger al aeropuerto a July y a Tomás. Hacía tanto tiempo que no los veía. Además, ¿qué es lo que iba a hacer ella con esos dos chiquillos? July tenía nueve años, y era su sobrina mayor. Siempre había deseado viajar a África, animada por los cuentos de Lucía, y ese año, su hermana y su cuñado, agobiados por los problemas de trabajo, habían decidido mandarla unas semanas junto a su tía. Tomás, un joven desgarbado en plena crisis de adolescencia, era su primo más pequeño. Había roto toda la comunicación posible con sus padres y se encontraba perdido en su edad y su momento, dejándose simplemente llevar por el día a día, el día a día, decididamente enemistado con el mundo y con todos. Después de muchas semanas de incomunicación familiar y discusiones, lo único que dijo fue:\n\n

    - Quiero conocer Tanzania. Sólo, quiere conocer Tanzania. \n\n

    Pareció gritar a sus padres en su agonía. \n\n

    Y se metió como era habitual en su habitación cara al ordenador sin hablar con nadie ni mostrar gesto de enfado ni alegría, ni nada. Inexpresivo como solía amanecer cada mañana de su adolescencia. \n\n

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    Lucía se preguntaba qué es lo que con ellos dos iba a hacer allí. No estaba muy preocupada por el vuelo. Los niños venían junto a Hans, El Huesos, como se le conocía por allí. Era un arqueólogo que trabajaba por la zona y que había hecho amistad con Lucía hacía tres años. En ese momento se encontraba en España en un congreso y se ofreció para recoger a los niños y viajar con ellos hasta Tanzania. \n\n

    Mañana Lucía los iba a recoger a los tres. No estaba angustiada por la edad de sus jóvenes invitados, pues todas las vacunas necesarias llevaban y muchos jóvenes habían visitado el lugar, en programas familiares sin ningún problema. Pero, ¿Qué iba a hacer ella con July, una niña de diez años a la que solo le gustaba ver la tele y comer helados y bombones? ¿Qué iba a hacer con Tomás, un joven que sólo levantaba la cabeza cuando se ponía cara al ordenador o pegaba su oreja al teléfono móvil? Allí, en su pequeño cuarto no había ni tele ni ordenador. Tan sólo un catre, un escritorio, un pequeño baño, un fogón, dos mecedoras, un pequeño equipo de música y ahora, dos camitas más para sus nuevos invitados. No tenía espacio ni para meter las maletas. Intentó no preocuparse más. Ella había aceptado de buena gana que su sobrina y su primo la visitaran allí. Además, justo ese año ella también lo necesitaba. Necesitaba el contacto con su familia. Sin saberlo, necesitaba la compañía de July y de Tomás. \n\n

    Mañana iría a recogerlos y les enseñaría “su cole” como le gustaba llamarlo a ella, que se trataba de una pequeña cabaña al aire libre donde impartía sus clases. Les enseñaría el atardecer tan bonito que se veía desde la terraza del hotel. Les enseñaría al pajarito rojo de cresta negra que bien acompañado se quería sentir, como Sasa, que en los momentos de tedio, cuando la tarde caía, desde el pequeño espacio del que disponía detrás de la barra del bar, se había dado cuenta que desde siempre, un pequeño pajarito, compañía todas las tardes le hacía, sin que nadie lo advirtiese. \n\n\n \n\n\n\n\n\n\n\n\n\n\n\n\n\n\n\n\n\n\n\n\n

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  • Viajando al interior del corazón del León (1)
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