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  • A través de la llanura sin fin \n

    Capítulo 2 \n\n\n\n\n

    Lucía se despertó con el amancer. Los pájaros trinaban fuera de la ventana. Descorrió la mosquitera y se enfundó en sus pantalones y camiseta. Se calzó sus chanclas, pues ya estaba acostumbrada a llevar el pie al descubierto. No como los primeros años en los que viajaba por allí y le recomendaban siempre llevar los pies bien tapados, con calcetín y bota. Tomó una infusión, una tostada y un mango y se asomó a la pequeña terraza. El bosque y la llanura se extendían delante de ella, una llanura sin fin, y su corazón se encogió para expandirse y latir pausadamente. Era la gimnasia de todos los días, y ese pensamiento de su corazón en chándal le hizo sonreír. \n\n\n\n

    Subió en el Jeep destartalado, por los golpes y aventuras sufridas en él el primer año en el que pasó sus primeras prácticas de conducción por carreteras sin asfaltar. Nunca fue buena al volante. Recordaba anécdotas cuando las pocas veces que cogió el coche por su ciudad y las autopistas. Siempre tuvo la sensación de encontrarse dentro de un videojuego, y a ella la velocidad en la conducción la estresaba. Pero con el Jeep y aquellos caminos de tierra y, sencillas carreteras de asfalto entre el campo, era diferente. No se sentía dentro de un videojuego, sino dentro de la vida. Comenzó su trayecto hacia el aeropuerto a la misma hora en la que el sol comenzaba a despuntar, con la ventanilla completamente bajada. El ganado pastaba en el verde, los vecinos se encaminaban a los campos de cultivo o esperaban el autobús, los niñitos iban cargados con sus mochilas caminando solitos hacia el cole, y los puestos de venta empezaban a montarse en la calle. Saludó a Etien y a Arisa, las hijas de Sasa, que siempre alzaban sus manitas, y con su sonrisa, corrieron un poquito detrás del Jeep saludándola con la mano. Mirando por el retrovisor y sacando la mano por la ventanilla para despedirse, esa mañana les notó una sonrisa muy especial. Seguramente porque estaban esperando la llegada de Julie y Tomás de los que tanto les había hablado la última semana al atardecer, sentadas cada una en las piernas de Lucía, mientras escuchaban las descripciones de la niña Julie y el joven Tomás, y trencitas le hacían en el pelo. \n\n

    Al llegar al aeropuerto, para su sorpresa, pudo vislumbrar en el bordillo de la acera, tres siluetas sentadas, y reconoció a Hans y a cada lado, a la pequeña Julie, con su eterno flequillo comiendo galletas que Hans le iba dando, y a Tomás, que en silencio, miraba a su alrededor agarrando fuertemente la mochila de mano que llevaba. \n\n

    Hans le hizo un movimiento con la mano al reconocer el Jeep. \n\n

    Lucía empezó a sentir que su corazón latía con fuerza y se acercó con una sonrisa que se iba expandiendo por su rostro. \n\n

    - ¡Julie!!Gritó mientras se iba acercando.\n\n

    La pequeña se levantó de un salto y fue corriendo hacia sus brazos. Lucía la cogió en volandas y le acarició y separó el flequillo como siempre le había gustado hacer. \n\n

    - ¡¡Pero que mayorzota estás!! ¡¡Y lo qué pesas, caramba!!\n\n

    Julie la abrazaba con vergüencita. Tomás se acercó con una sonrisa y le dio dos besos entre sonrisas.\n\n

    - Hola, Lucía. \n\n

    Y se retiró un paso para atrás metiendo sus manos en los bolsillos. \n\n

    - ¡¡Pero,... qué alto y esbelto te has hecho!! Pareces un Masai. \n\n

    Tomás sonrió bajando la mirada y sin decir nada. \n\n

    - ¡¡Hola, Huesos!! ¡¡Menudas joyitas me has traído de por allá!! Y entre sonrisas se dieron un rápido abrazo y se miraron, sonriéndose, en la distancia. \n\n

    - Pues joyitas son, que si no es por ellos, casi me dejo olvidada la mochila en la cafetería del aeropuerto. Menos mal que Tomás se ha dado cuenta cuando ya nos estábamos marchando. ¡¡Eh, Tomás!! Digo yo que sería porque llevaba el portátil dentro, y Tomás, que no ha parado de preguntarme que ¿cómo que su tía no tenía ordenador en su casa?? Pues el chico ha estado muy atento, más que a mi mochila, al ordenador. \n\n

    Tomás sonreía sin decir nada. \n\n

    - Bueno, ¿Cómo van las cosas por aquí? Dijo mientras cogía la mochila. \n\n

    - Pues todos esperando vuestra llegada, así que coged los trastos y vamos para allá. Sasa nos está esperando para el desayuno. \n\n

    De camino de regreso, Julie y Tomás permanecieron en silencio, mientras Lucía y Hans hablaban de la conferencia e intercambiaban información sobre el mes que había pasado allí en la otra tierra, en el extranjero para Hans. Lucía sentía que su casa estaba en diferentes tierras que había ido conociendo, pero todas eran su casa y no podía desvincularse ni de una ni de otra. Hans, que llevaba ya años viviendo allí, su primera casa, ahora era el extranjero. \n\n

    Allí en el extranjero dejó su pena. Dejó el cuerpo de su compañera a la que amó hasta el último de sus días, y que murió prematuramente, pero que seguía amando en el alma en su nueva tierra en la que él, seguía viviendo. Sus hijos, ya independizados, vivían en diferentes países y una vez al año, lo visitaban allí “en el extranjero” para ellos, en su nueva tierra, para él. \n\n

    Mientras Lucía y él charlaban y se preguntaban sobre las cosechas, el trabajo y vecinos del lugar, sobre la familia, la crisis, las ciudades europeas, el congreso al que Hans había asistido y las conversaciones en el bar de puro y café, los niños permanecían en silencio mirando cada uno por su respectiva ventanilla. Lucía los observaba de vez en cuando a través del retrovisor y podía imaginar todas las sensaciones y pensamientos que sus rostros y ojitos reflejaban. Nada les decía, pues no quería interrumpir aquel momento. Ese momento en el que descubres las cosas por primera vez. Hans advertía la mirada silenciosa de Lucía y sonreía. \n\n

    - Tía, ¿hay un niño que nos está saludando? \n\n

    Lucía hizo sonar el claxon y Hans y ella sacaron el brazo por la ventanilla. \n\n

    - ¡¡¡Corre dormilón, que llegas tarde al colegio como siempre!! Le gritó Hans. \n\n

    El niño les sonrió con una enorme mueca y con los ojitos chispeantes se quedó mirando a Julie y Tomás que no le quitaban ojo. Y les lanzó un grito saludando con la mano. \n\n

    - Ese es Cosmos. El hijo de Neema. \n\n

    Mañana lo conoceréis. \n\n

    - Tía, ¿Qué nos ha dicho? ¿Por qué nos ha gritado?\n\n

    Decía la pequeña Julie asustada. \n\n

    - Nos ha dicho, Hola, Jambo!!!!\n\n

    - ¿Jambo? Y la pequeña Julie sonrió. \n\n

    \n\nTomás, absorto en sus pensamientos, no quitaba ojo al paisaje, y sus greñas y el flequillo de Julie, se alzaban con el viento, cada uno, mirando para un lado de la carretera. \n\n\n\n\n \n\n\n\n\n\n\n\n \n\n\n\n\n\n\n\n\n\n\n\n\n\n\n\n\n\n\n\n\n\n\n\n\n\n\n

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  • 2009-04-25 16:04:48
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  • Viajando al interior del corazón del león (2)
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