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    A través de la llanura sin fin \n\n

    Capítulo 9.\n\n \n\n

    Aquella madrugada amaneció con una fuerte lluvia. Julie, Tomás y Lucía salieron a la terraza para ver caer el aguacero. Una cortina de agua cubría todo el valle. Apenas se podían escuchar los sonidos de exaltación de Julie y Tomás que miraban con la boca abierta como el agua golpeaba las plantas y la copa de los árboles. \n\n

    - ¿Quién no se ha lavado la cara? ¡Hala, para afuera, a quitarse las legañas! \n\n

    Los niños sonrieron. Lucía dejó unas toallas preparadas, se puso las chanclas y en camiseta salió al exterior. Le siguió Julie, que no paraba de reír y de abrir la boca para llenársela de agua. Tomás fue el último en decidirse. Estuvieron un rato corriendo por la carretera y salpicándose con el agua. Al ratito entraron, se secaron bien y se cambiaron. \n\n

    - Ahora un calentito y, en cuanto pare un poco, nos marchamos.\n\n

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    La pequeña estancia se calentó de inmediato con el fogón y el vapor de agua. Tomás puso uno de los Cds de su prima y ese primer desayuno en la penumbra de la mañana, les supo a gloria. \n\n

    De buena mañana pasaron por casa de Sasa. Allí las niñas estaban solas. Ya habían recogido, limpiado la casa, las ropas y preparado la comida. Lucía tenía que llevarlas a la escuelita, pues ahora el colegio en el que estaban matriculadas estaba cerrado. \n\n

    La pequeña apenas hablaba y se pasaba el tiempo junto a Julie tocándole los brazos y el pelo. La mayor hablaba un poco con Tomás, curioseando su Mp3. Tomás le dejó escuchar música con un auricular, y en silencio, compartiendo música, hicieron todo el trayecto. \n\n

    Aquella mañana siguieron las charlas con las mujeres y hombres, los talleres y el trabajo en los campos. Los niños ayudaban, revoloteaban, pintaban y escribían. La hija pequeña de Sasa trenzaba el pelo de Julie que se dejaba hacer. Y las dos, sin mediar palabra, se reían, se cogían de las manos, saltaban, chillaban y cantaban. \n\n

    \n\n

    Aquel día se repartió calzado y ropa arreglada que hacía una semana habían recibido. \n\n

    Buba era un artista, y reciclaba suelas, cordones y telas, haciendo diseños bien originales y bonitos. También se llevó a la escuelita varios cuadernos y bolis. Cuando recibían paquetes nuevos, era toda una fiesta. \n\n

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    Una de las mujeres se quejaba de que su hijo, desde que empezó a trabajar en la ciudad y a ganar un poquito de dinero, y se compró el primer móvil, cada vez que iba a visitarlos a la aldeíta, los miraba con indiferencia. \n\n

    - Este chico ha cambiado mucho. Ha cambiado. Ahora no quiere ayudar. Se sienta en la silla y se pasa el día acariciando el móvil y hablando por él con sus amigos. Viendo la tele y esas series y películas. Dice que cuando tenga suficiente dinero, se marchará de aquí y no tendrá ni que limpiar ni llevar ropa vieja ni lavar. Cada día se comprará una cosa nueva. Eso es lo que la gente en Europa hace. Eso voy a hacer yo.¡¡ Este chico!!!\n\n

    Las otras mujeres asentían con la cabeza mientras bordaban. \n\n

    - No te quejes. Te comprará un vestido bonito y unos zapatos nuevos. Entonces, tú también te sentarás en la silla, y verás el día pasar sin hacer nada. Y te harás gorda, gorda como un elefante, y tu marido no te querrá. \n\n

    Y todas reían. \n\n

    \n\n

    Después de la comida, condujeron hasta la otra aldeíta, y allí siguieron las clases con los jóvenes, y Tomás se empezó a hacer inseparable de Julius, el profesor informático. Aquella tarde, Tomás pidió permiso para conectarse unos minutos a Internet. La conexión iba muy lenta y se malhumoró. Intentó contactar con Natalia, con José Enrique, con otros amigos, pero le fue imposible. Lo que sí que pudo leer fueron unas conversaciones entre Natalia y José Enrique. \n\n

    Julie, en el campo, jugaba con las hijas de Sasa. Cuando Cosmos se les unió, Cosmos la agarró del brazo para llevársela, pero la hija pequeña de Sasa también la cogía del brazo para que no se marchara. Cosmos le dibujó una pelota en el suelo y le indicaba con el brazo donde los otros niños estaban jugando a fútbol, pero la pequeña de Sasa no le soltaba la mano. Arisa le metió un empujón a Cosmos para que las dejara en paz, y Cosmas le dio otro a ella. Julie cogió del brazo a Cosmos, y después se giró hacia las niñas. Cogió la mano de la pequeña Sasa y le indicó a Arisa que fueran hacia allá. Cosmos las miraba a las tres de pie y danzando hacia donde los niños jugaban. Las siguió corriendo y se puso a su lado a medida que se iban acercando hacia los otros niños. \n\n

    \n\n

    Julie y Tomás no quisieron cenar aquella noche. Se fueron rápidamente a dormir. Tomás callad, y de nuevo, conectado a sus cascos. Julie, callad, escribiendo en su diario. Lucía marchó a la terraza. Allí encontró a Sasa hablando con unas mujeres. Una de ellas tendría cerca de ochenta y tantos, y la joven mujer que la acompañaba era su nieta. \n\n

    Un grupo tocaba música para amenizar la velada de los pocos turistas que se habían dejado caer por la terraza después de la cena. \n\n

    La mujer iba vestida con un chándal y un pañuelo anudado alrededor del cuello. Se la veía frágil, delicada, dulce como su mirada. Educadamente le ofrecieron un sitio a Lucía. \n\n

    - Sasa, ¿Vino el pájaro?\n\n

    - Pues claro. Como todas las tardes. Lo veo más que a mi esposo. \n\n

    - Escribiste algo en el cuaderno. \n\n

    - Apenas tuve tiempo, pero algo hice. ¿Cómo se portaron las niñas?\n\n

    - Muy bien. Las dejé en casa derrotadas. No abrieron la boca en todo el trayecto. Tampoco Julie y Tomás, que ahora duermen. \n\n

    - Perdone que las interrumpa. ¿Usted trabaja aquí?\n\n

    Dijo la mujer de pelo dorado muy educadamente.\n\n

    - Sí, durante algunos meses al año. ¿Ustedes vienen de Europa?\n\n

    - No. Yo nací en Alemania, pero por cuestiones personales y de trabajo, mi marido y yo vinimos a vivir a Burkina. Mis hijos y nietos nacieron allí. Así que son africanos africanos. \n\n

    La joven que la acompañaba sonrió. Era una joven robusta, vestida con bermudas vaqueros y camiseta de media manga. El pelo lo llevaba despuntado y sus facciones eran duras, pero dulces. \n\n

    - ¿Es la primera vez que vienen aquí?\n\n

    - Sí. La primera\n\n

    - ¿Y les está gustando?\n\n

    - Maravilloso. A mi nieta le encanta la biología y se ha empeñado en que hiciéramos este viaje. \n\n

    - ¿Han visitado ya los parques?\n\n

    - Sí.- Contestó la joven con cara de emoción.- Y vimos esta mañana unos cachorros de guepardos preciosos. \n\n

    - ¡¡Guepardos!! Eso es muy difícil. – Les dijo Sasa. \n\n

    - Sí, ha sido toda una suerte. Estaban durmiendo debajo de un árbol.-Contestó la joven.\n\n

    - ¿Cuántos días van a estar?\n\n

    - Tres días más. Después nos vamos hacia la costa y allí pasaremos quince días. \n\n

    A Kenya y Uganda también queremos ir.\n\n

    - ¿Viajan las dos solas?\n\n

    - Sí, como siempre. Pero este viaje es muy especial. Este viaje es muy especial para las dos. \n\n

    Y la nieta cogió las manos de su abuela. \n\n

    \n\n

    - Ya ve, este año cumplo noventa años. \n\n

    - ¿Noventa años? \n\n

    - Sí.- Decía sonriendo como una niña.- Mi alegría y mi pena.\n\n

    - ¿Pena, por qué? No diga eso. Si está hecha una niña.\n\n

    - Porque ya me gustaría pasar la mitad de mis años a muchos. Repartirlos entre todos. Y pena, porque todavía me faltan muchas cosas por ver. Menos mal que con mi nieta no paro. Yo ya he vivido lo que tengo que vivir. Demasiado. \n\n

    - Nunca vivir es demasiado. Vivir es vivir. \n\n

    Dijo su joven nieta. Y en una horita nos vamos a dormir, que mañana seguimos. \n\n

    \n\n

    La mujer de pelo dorado estuvo charlando durante una rato sobre una vida pasada, llena de todo lo impensable con todo lo bueno y hermoso, y lo peor, sobre momentos presentes apacibles, y activos y hermosos planes futuros.\n\n

    Sasa y Julie escuchaban y preguntaban. \n\n

    Después, las dos se despidieron amablemente y marcharon perdiéndose en la oscuridad de la noche, brillando el pelo blanco. \n\n

    Sasa sacó el cuaderno, y se cógió la cara con las dos manos. \n\n

    - ¡¡¡Todo mal!! Seguro. \n\n

    - Pero te quieres callar. A que te pinto un cero rojo por decir eso. Escucha...\n\n

    Y las dos se quedaron leyendo, charlando y aprendiendo la una de la otra, mientras Sasa atendía la barra. \n\n

    El grupo amenizaba la velada, y un joven albino, tras sus gafas de sol, tocaba el balafón sonriendo a todos los que allí aplaudían. Turistas y trabajadores del hotel escuchaban la música en silencio. \n\n \n \n\n \n\n \n\n \n\n \n\n\n

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  • 2009-05-08 18:00:14
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  • Viajando al interior del corazón del león (9)
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