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  • A través de la llanura sin fin (22)Tomás llevaba varios días sin salir de la habitación. No tenía ganas de acompañar a Lucía y a Julie en su jornada diaria. Lucía estaba demasiado ocupada siempre, y Julie era pequeña pequeña. No comprendía a aquella gente que todas las mañanas, bajo un sol abrasador. volvía al campo, trabajaba sin ninguna recompensa, pero con la mirada llena de sueños y sonrisas y penas. No comprendía a aquellos niñitos descalzos que igual trabajaban en el campo, como iban al cole, como ayudaban en sus casas, como jugaban entre ellos. No comprendía sus largas conversaciones a la sombra, y sus ritmos lentos. No comprendía la vida de aquellas mujeres y todos los intentos que en la cooperativa hacían, debatiendo sobre cualquier asunto de su vida y sus vidas en la comunidad. Tampoco tenía ganas de hablar con los turistas, vestidos de blanco y beige, calcetines de algodón y sombreros chistosos, que cada dos días iban y venían. Todos diferentes, todos iguales, a sus ojos adolescentes. \n\n\n\n

    Tomás pensaba en allí, su ciudad y sus amigos y su familia, y nada tampoco comprendía. Todos los días lo mismo. Todos los días al trabajo, al instituto. Preocupándose todos por las facturas, comprando y comprando sin parar el fin de semana, buscando diversión en los supermercados, tiendas y discotecas. Algo en lo que él también participaba pero no se divertía. Las penurias de las ciudades, las tristezas de la vida, la violencia que asolaba en la tele y en ese mundo que desconocía. \n\n

    Tomás no sabía qué quería. Sólo sabía que era joven y nada tenía. No tenía novia, pero el amor le explotaba en el corazón y en cada parte de su cuerpo. Se había enamorado hasta los huesos de Ana, pero Ana sólo lo veía como a un amigo. Hacía años se enamoró de Sofía, pero ella ni se dio cuenta. Con sus amigos a veces las charlas le divertían o interesaban, otras, se aburría hasta la saciedad. Tomás no tenía ganas ni de estar aquí ni allá. No sabía dónde quería estar. \n\n

    Lucía intentaba comunicarse con él, pero él no sabía explicarle ni tenía ganas. Sasa veía como el alma del joven vagaba cuando salía de la habitación, e intentaba calmar a Lucía. \n\n

    - No le pasa nada. Es un joven que está descubriendo su alma. Su alma está creciendo y él se ha perdido un poco. Ya la encontrará. \n\n

    Pero Lucía le insistía. \n\n

    - Déjame, Lucía. Estoy bien así. Sólo me encuentro mal. No me pasa nada. Déjame que descanse. No quiero salir.\n\n

    Al cabo de varios días Lucía entró en la habitación y se sentó al lado de Tomás. \n\n

    - Mañana van a venir a por ti. Mañana te vas con Hans. Nosotras acudiremos el fin de semana. Prepara tus cosas.\n\n

    Tomás no rechistó. No se inmutó. Por la mañana la bolsa la tenía preparada en la puerta y él esperaba sentado en la entrada. Un coche polvoriento y destartalado aparcó enfrente. De él salió un joven, con unas pronunciadas entradas, bronceado por el sol, vistiendo ropa deportiva. Saludó a Lucía con un efusivo abrazo. \n\n

    - ¿Este es el chaval? \n\n

    Lucía asintió con la cabeza. El lo miró con una sonrisa socarrona. \n\n

    - Anda, chaval, vamos pero ya, que todavía tenemos un largo recorrido. ¿Qué pasa? ¿Tan poco tiempo has aguantado a la Lucía o qué? ¡¡Ejjjj que, pa aguantarla!!! \n\n

    - ¡Anda, ya, Hugo! ¡¡A ver quién te aguanta a ti, “xavalll”! ¡Cuídamelo, ehhh!!\n\n

    - ¡Que se cuide él, ¿no? Que ya tiene pelos en las piernas. Yo ya tengo bastante con cuidarme a mí y poco pelo, que a mí no me lo toma ni dios- Le dijo a Lucía riéndose. - ¿Esta es tu bolsa? Vamos a colocarla en la parte de arriba que en el maletero no cabe ya nada. \n\n

    El maletero iba atestado de equipo de montaña, herramientas de cultivo y bidones de agua y toallas. Hugo subió de un salto por el maletero y ató bien la bolsa. \n\n

    - Bueno, marchando, que aquí ya no hacemos nada, y tú, Lucía, seguro que sales pitando. \n\n

    - Todavía tengo unos minutos. Julie se está arreglando. \n\n

    - Pues nosotros nos marchamos ya. Este fin de semana allí os esperamos. El cuentista de Hans tiene muchos cuentos que contaros. ¡Cuidaos, princesas! Dile a la reina Sasa que me llevé un par de toallas y un par de cubiertos. O mejor, no se lo digas, que con el genio que tiene, la próxima vez me mete en la cazuela y me cocina. Es que lo necesitamos para la nueva choza. Ya lo devolveré y además limpito todo. \n\n

    - ¿Unas toallas de qué, de dónde, de quién?\n\n

    Pero Hugo ya no la escuchaba. \n\n

    Lucía se quedó mirando a Tomás y le dio un rápido abrazo. \n\n

    - ¡¡Cuídate!! ¡¡No me des ningún susto!!\n\n

    - Vale, Lucía. Ya me lo has repetido quinientas veces. Cuidaos vosotras. \n\n

    - De verdad, que insoportables estáis los dos. ¿Es el calor o las lluvias o los mosquitos? ¡Hala, ya nos vemos el fin de semana!\n\n

    Cuando el coche arrancaba, Tomás le dio las gracias a Lucía y la miró por el retrovisor mientras se alejaban y se saludaban con la mano. El resto del camino, estaba lleno de tierra. \n\n

    Hugo bajó todas las ventanillas del coche y le dio un trozo de papel para espantar moscas, bichos y arena de la carretera. \n\n

    - ¿Te gusta la música española, chaval?\n\n

    - Sí, pero prefiero la extranjera. \n\n

    - ¿La extranjera, cómo de dónde?\n\n

    - La británica, la americana. \n\n

    - ¿Y eso es extranjero? Juaaasssssss!!! Extranjera para ti será la de mi barrio. Mi barrio sí que era extranjero en la propia capi. \n\n

    - ¿De qué barrio eras? \n\n

    - De una aldea gala. Bueno, aunque haga años que no vivo en mi barrio, de allí me siento. ¿Te gusta Astérix?\n\n

    - Sí, alguna vez me leí algún cómic. \n\n

    - Yo me los leí todos de nano. Me partía de risa. En lo que era mi habitación guardé durante años y años toda la colección. Mi madre estaba de mis trastos hasta el moño. Es que me daba por guardar todo. Hasta las chapas de cerveza con las que jugaba con mis colegas. ¿Tú a qué juegas con tus colegas y coleguitas?\n\n

    - A nada. \n\n

    - ¿Cómo que a nada? Os habéis amuermado por allí o qué. \n\n

    - Bueno, en el ordenador hablamos mucho y a veces jugamos. Al fútbol, alguna vez. \n\n

    - ¿Alguna vez? ¿al ordenador? Y con las coleguis, ¿también jugáis al fútbol y al ordenador?\n\n

    Tomás sonrió sin ganas. \n\n

    - Pues yo también jugaba a la consola algunas tardes de domingo. Con todos los amigotes y amigotas en la casa. Nos montábamos cada torneo de fútbol, carreras de coches y baloncesto que se nos hacían las tantas allí todos metidos en casa, gritando y de todo. Tenía cada amigo y novias de amigos, que eran, de miedo. Podíamos acabar discutiendo casi de verdad. La Susan un día le metió un sopapo al Maco porque le hizo una falta jugando al videojuego ¡Menuda panda!\n\n

    Tomás miraba mareado por la ventana. Hugo le hablaba de su aldea gala levantando las manos del volante y corrigiendo las curvas de la carretera. Mientras le hablaba de sus recuerdos, muchísimos años atrás, podía parar la conversación para mostrarle cualquier detalle que se iban cruzando por el camino. Mira allá aquellos pájaros, son los inseparables, pero yo un día vi a tres. Mira allá a aquella montaña, es la desaparecida. Mira allá aquella aldea, ahí trabajé en un taller y aprendí un mogollón a trabajar con mis manos. Mira allá a aquellas mozas, que reguapas. De las tías, aprendí mucho y desaprendí otras tantas cosas, que no había manera de aclararse, pero volví a aprender muchas cosas. Así son ellas. Por ejemplo aprendí que no hay ni dios que las entienda ni dios que nos entienda a nosotros. Eso lo aprendí últimamente. Pero bueno, coleguitas somos todos y nos tenemos que entender como sea. Así que a apechugar entre todos ¿no? \n\n

    Oye, por cierto, ¿traes pasta? \n\n

    - ¿Pasta? Un poco. Sólo para mis gastos. \n\n

    - Pues prepara unos chelines. \n\n

    - ¿Para qué?\n\n

    - Pues de propina. \n\n

    - ¿De propina para quién?\n\n

    - ¿Quién te ha subido la maleta al coche? Si quieres que seamos colegas, las birras, las chicas y el curro hecho, no lo compartimos. Cada uno, a lo suyo, chaval.\n\n

    Tomás fue a sacar su cartera y Hugo se tronchó y le dio un capón para que guardase la cartera. Luego me invitas a una birra. El resto del viaje lo hicieron en silencio, escuchando música española y charlando de la vida, de otras vidas, de más vidas, mientras bajaban por una carretera de tierra roja circundada de verdes árboles, hacia la llanura. Tomás se empezó a fijar en los pájaros inseparables, en las personas que el campo trabajaban, en los niños que volvían a casa, en las chicas que conversaban con sus amigos mientras caminaban, en los jóvenes que se sentaban en las puertas de sus comercios, en los pocos turistas que se veían caminando, pero se les veía sonriendo, en las montañas que a los lados se quedaban, en los árboles y en el hermoso atardecer que caía sobre la llanura. \n\n

    Cuando se iban acercando, después de haber compartido seis horas de viaje, lo primero que vio en la entrada del parque fueron las cebras, disfrutando del verde al atardecer. Entonces, Tomás le preguntó.\n\n

    - ¿Por qué te viniste aquí?\n\n

    - ¿Que por que qué?\n\n

    - ¿Que por qué decidiste venir a vivir aquí?\n\n

    Hugo se quedó mirándolo y le dijo.\n\n

    - Pues por nada en especial. Ya ves. Buscaba curro allí, no lo encontraba. Siempre me encantaron los animales y la naturaleza. Vamos, que era una cabra en el monte. En cuanto tenía ocación, me iba para la sierra. Allí conocí a un colega en mi barrio y me invitó a pasar un verano acá. Esta peña y este lugar me molaron un montón, y aquí me quedé. \n\n

    - ¿Y los demás?\n\n

    - Los demás ¿quiénes, chaval, que hablas sin terminar las frases?\n\n

    - Pues Hans, Lucía, algunos amigos de Hans y Lucía. \n\n

    - Pues chaval, pregúntaselo a ellos. En este mundo, cada uno se busca su manera de vivir, ¿sabes? Tú ya tienes pelos en las piernas, y de eso, empizas a saber ya. ¿A qué sí? ¡¡¡No te me despiestes, chaval!!! A mí, ya ves, cuidadín, que nadie me toma el pelo en esta vida. Corazón, todo el que quieras, pero, no paso ni una. Ojito, tengo mucho y buen humor. Y la vida me la tomo, como hay que tomársela. Con cabeza y corazón, y de paso, una buena birra bien fresquita. \n\n

    Y le giñó un ojo mientras se acariciaba su cabeza sin pelo y echó una enorme carcajada. Anda vamos a bajar tu bolsa y nos vamos a tomar una birra. \n\n

    Tomás, dio un salto, se subió al techo y bajó su bolsa. Hugo se quedó mirándolo y le dijo.\n\n

    - ¡¡A ver!! ¿Quién invita a quién? La vida es así, y yo, la quiero vivir, chaval. ¡¡Calma!! Es mi palabra favorita. ¿Hacemos fondo común? \n\n

    Tomás sonrió, cargó con su bolsa, Hugo con la suya. Se ayudaron a cargársela en la espalda, y juntos y al mismo paso, charlando, se dirigieron hacia el albergue donde Hans vivía, que todavía no había llegado de sus andanzas por dentro del parque. \n\n

    Cuando llegó, ya anocheciendo, con las botas y la ropa llenas de barro, se les quedó mirando y les sonrió a los dos que en la terraza los esperaban con calma, a él y a todo el grupo de guardas forestales. Mujeres y hombres con la cara sonriente, después de pasar un día entero, dentro del parque, observando, disfrutando, sintiendo, aprendiendo, reflexionando y haciendo. \n\n

    \n\n\n\n\n\n\n \n\n\n\n \n\n\n\n\n\n\n\n\n\n\n\n \n\n\n\n \n\n\n\n \n\n\n\n \n\n\n\n \n\n\n\n \n\n\n\n\n\n

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  • 2009-06-30 21:02:29
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  • Viajando al interior del corazón del león (22)
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