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  • A través de la llanura sin fin (23)\n\n

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    Tomás se levantó muy temprano aquella mañana en la llanura. Todos dormían. Salió a la sala principal y cogió una manzana. La llanura le daba hambre y le quitaba el cansancio. Salió al porche y se sentó en una de las mecedoras que allí había. Estaba amaneciendo y se escuchaban sonidos reconocibles de animales. No hacía aire, pero sentía moverse levemente la camisa y el pantalón de algodón. Llevaba los pies completamente tapados con calcetines y botas para que los mosquitos no atacasen. Se descalzó, se quito los calcetines, se impregno de insecticida y apoyó sus pies en el verde. Sintió la tierra en sus pies, la suavidad de la hierba, el fresco en sus dedos. \n\n

    Por un momento le pareció sentir temblar el suelo bajo sus pies, le pareció escuchar pisadas de elefantes, rinocerontes e hipopótamos, el trote veloz de las cebras y los ñus, el correr veloz de los guepardos, los saltos de las gacelas y los babuinos, el aterrizaje de los pájaros, las pisadas de las avestruces, sintió como sus pies temblaban y las fuertes convulsiones llegaban a su corazón. Separó los pies del suelo y todo se paralizó. Con los pies en alto, sujetándose las rodillas, el paisaje le parecía mágico, irreal. Volvió a poner los pies en la tierra, y nuevamente siguieron las pequeñas vibraciones que sentía bajo sus pies, los sonidos de los animales, sus pisadas y su trotar. Todo tenía sentido, todo le parecía real, un calor llenaba su alma, y se sentía relajado, tranquilo, en paz. Así permaneció mirando hacia el infinito de la llanura y se dijo en voz alta. \n\n

    - En este mismo instante, echaría a correr. Galoparía como ellos, brincaría como ellos y cruzaría toda esta llanura a lo largo del día y la noche. \n\n

    - Yo ya lo hice\n\n

    Escuchó una voz procedente de una esquina del porche. Allí había un hombre sentado en una mecedora. No se había dado cuenta de su presencia antes, pues la mecedora estaba ladeada. Tomás al principio se asustó, pero la voz de aquel hombre, amistosa y dulce le tranquilizaba. \n\n

    - ¿Quién eres?\n\n

    - Soy Dunca. Guerrero Masai. Trabajo con Hans desde hace años. \n\n

    - ¿Y tú cruzaste la llanura entera?\n\n

    - Lo solía hacer de joven, y ahora siempre la cruzo una vez al año. \n\n

    - Pero es imposible cruzar esta llanura. No tiene fin. \n\n

    - Sí que tiene fin, el problema es que nunca es la misma cuando vas y cuando vuelves. Todo ha cambiado. El paisaje, el camino, los animales. \n\n

    - ¿Y cómo sobrevives? \n\n

    - Me las ingenio. \n\n

    - ¿Vas tu solo?\n\n

    - Antes no. Ahora sí. \n\n

    - Pero ya eras muy mayor.\n\n

    - Pero tengo mucha experiencia y sé cómo ir y cómo volver. \n\n

    - ¿Y por qué vas y vienes?\n\n

    - Busco a un león. \n\n

    - ¿Un león? \n\n

    - Sí. Quiero cazar a un león. \n\n

    - Pero si está prohibido. No puedes cazar un león. ¿Por qué lo quieres cazar?\n\n

    - Por qué es el león herido. Yo lo herí hace años y herido sigue. \n\n

    - ¿Y cómo sabes que todavía está vivo?\n\n

    - Porque sigo su rastro. \n\n

    - ¿Para qué?\n\n

    - Para mirarlo de nuevo a los ojos y que me diga. \n\n

    Tomás pensaba que aquel hombre mayor estaba delirando. \n\n

    - ¿Nunca has mirado a los ojos de un animal?\n\n

    - Sí. \n\n

    - ¿Y qué te dicen?\n\n

    - Nada. Me miran y yo los miro. \n\n

    - Entonces, nunca has mirado a los ojos de un animal. A mí él me miró, pero yo lo herí. Nunca me dijo lo que me tenía que decir. Por eso lo busco.\n\n

    El hombre se quedó mirando de nuevo la llanura y empezó a entonar unos cánticos en su lengua. Tomás sentía vibrar más fuertemente el suelo a través de sus pies y se quedó medio dormido. Se despertó con las voces de los jóvenes guardas forestales que salían del albergue. A todos saludó. Hans salió también sacudiendo sus botas llenas de barro contra los escalones del porche y Hugo le seguía descamisado y descalzo. \n\n

    - ¡¡Pero qué madrugador!! ¿Ya estás preparado?\n\n

    - No podía dormir, pero me quedé dormido aquí fuera. \n\n

    Tomás se quedó mirando a todos los guardas que andaban equipando los camiones. \n\n

    - ¿Dónde está Dunca?\n\n

    Hans dejó de sacudir las botas. \n\n

    - ¿Dunca? ¿Qué dices joven?\n\n

    - Sí, acabo de conocer a Dunca. El me dijo que trabajaba hace años contigo. Estuvo hablando conmigo. Me pareció que había perdido un poco la cabeza. \n\n

    Diego se les quedó mirando. \n\n

    - Tomás. Tú también la has perdido. Alguien te ha tomado el pelo. ¡¡A mí no me lo toma nadie!! Alguno de la aldea próxima te ha querido gastar la broma. \n\n

    Hans siguió sacudiendo las botas en silencio y le contestó a Hugo.\n\n

    - Deja al chaval. Tú, Tomás no digas nada de esto a los guardas. ¿Vale?\n\n

    Tomás se quedó confundido. \n\n

    - ¿Pero qué pasa? ¿No era Dunca?\n\n

    Hugo fue el que le contestó.\n\n

    - ¿Cómo iba a ser Dunca? Dunca murió hace años. Lo mató un león. La gente de aquí sigue alimentando la leyenda. Alguien te tomó el pelo. \n\n

    Hans se calzó las botas con tranquilidad, miró seriamente a Hugo y le hizo callar. \n\n

    - Subamos al camión. Hoy tenemos un largo día. \n\n

    Tomás miró a su alrededor. Le parecía todo muy real. Se calzó las botas y le preguntó a Hugo. \n\n

    - ¿Y qué pasó con el león?\n\n

    - Con el león, el pobre, moriría. Dunca lo había herido primero, pero logró escapar. Dile a Hans que te cuente la historia real. No fue culpa de Dunca, que trabajaba desde hacía años con Hans. Fue culpa de un loco cazador furtivo, hombre blanco era. Los Masai cazaban antes leones. Era su tradición. Hace años que sus costumbres cambiaron y ahora con el programa de protección de animales, ellos colaboran en él. Chaval, no pienses más en ello. Esto son como las leyendas urbanas. Como que Elvis sigue vivo y viviendo en una isla paradisíaca y que tiene una familia entera. Pues eso, igual. Pero ¿tú sabes quién es Elvis?\n\n

    - ¿Elvis Costello? Lo he escuchado. Lucía tiene algún Cd.\n\n

    - Ese está guay. ¿Vaya sorpresa que lo conozcas? Pero no, no es el Costello. Elvis “El rey”, y mira que yo no soy monárquico. Pero “Elvis” era el rey de alma negra. ¡¡¡Tenía una voz!!!! Y mi Sasa, es la Reina de aquí. Y mira que no soy monárquico. \n\nY se tronchó él solo. \n \n\n \n\n\n\n\n\n\n\n\n\n\n

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  • 2009-07-04 12:17:45
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  • Viajando al interior del corazón del león (23)
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