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  • El corazón incendiado. En el cielo, en la ciudad, en el mar y en el campo. \n\n\n

    Cayó la tarde. Llegó el final. El sol se expandió, y explotó en rayos que el cielo tiñeron de colores sandía, mango y limón. El sol volvió a su forma circular pero el cielo inundado de colores lo bañaba y lo llenaba. Lo rellenó tres veces, una de amarillo, otra de naranja, la última de rojo. Iba cayendo por su propio peso en colores. Llegó un momento en que el cielo se quedó sin sol, y la noche comenzó. \n\n

    Los neones se encendieron en la ciudad de Maputo. La música sonaba, los coches pitaban y la gente hablaba. En las calles de Maputo, los jóvenes salían de marcha a la discoteca de moda, asaban cerdo en el apartamento para celebrar un cumpleaños, reuniendo a los padres separados, hermanos de otras familias, primos y tíos, y amigos de todas partes, y bebían hasta tarde para olvidar un amor, una insatisfacción, el cansancio acumulado del cuero y del alma, y celebrar entre abrazos, música y conversaciones, su unión. Los estudiantes universitarios de la biblioteca volvían, conversando por las calles oscuras. Los vendedores del mercado, con sus cargas sobre la cabeza, a casa volvían. Atravesando la avenida Samora Machel, Nelson Mandela, Karl Marx o Julius Nyere. \n\n

    En la periferia de la ciudad, los niños jugaban entre charcos y desagües hasta que a dormir volvían a su casa de techos de lata. Fuera de Maputo, el inmenso país, encendía una hoguerita en cada aldeita de casas de cañizo. Los caminos en la noche se llenaban de humo blanco y olor a leña. Los niños del cole volvían, algunos, y también del campo, cansados, pero con sus libros y azadas a cuestas. Los padres, del trabajo, los que trabajo tenían. Y todos, bebés, niños, mujeres, hombres, jóvenes, mayores y ancianos, hablaban de sus penas diarias, reían con sus bromas, canciones y bailes, y recordaban el último tifón, que sus casas levantó, pero no sus sueños y su fortaleza. Los bebés, agarraditos a los senos de sus madres, callaban y escuchaban las voces de la aldea y los sonidos del corazón de sus madres, alrededor de la hoguera. \n\nY el corazón de una visitante ocasional, explotaba como ese sol, contemplando y pensando en esas personas, sobreviviendo con fuerza, luchando todos los días contra lo insufrible, llevando por bandera sus sueños y esperanzas, haciendo y aprendiendo, sonriendo con los ojos y con el alma, celebrando con sonrisas, en sus bocas y su corazón, pequeños momentos de sus vidas. Pues el sol, de nuevo, por la costa amanecería, incendiando de esperanza sus almas cansadas y sus ojos cerrados. Y ellos, a trabajar el día volverían, al ritmo del latir de sus corazones. \n\n\n\n\n\n\n \n\n \n\n\n\n\n\n\n\n\n

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  • 2009-08-17 20:29:55
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