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    A.K. conoció a M. El artesano y, hablando con él e intercambiando impresiones, surgió la posibilidad de visitar a sus vecinos del taller. Una barriada cerca de allí. Eran unas familias que vivían alquiladas en cabañitas. Nosotros pensábamos que eran cabañitas propias, pero allí estaban en alquiler muchos. Otros, las tenían en propiedad. Primero fuimos a hablar con el régulo, pero en ese momento no estaba. Nos dijeron que no había problema y que podíamos entrar allí. La casita del régulo era una choza sobre cemento y una pequeña huerta. \n\n

    La barriada eran cabanitas de cañizo sobre madera, donde una joven pareja vivía en alquiler, pero ahora estaban sin trabajo, y una extensa familia y vecinos, que tenían las casas en propiedad. \n\n

    Fuimos allí por la tarde. \n\n

    Para la presentación sacaron varias sillas de plástico, para que nos sentásemos. Ellos, algunos estaban sentados sobre sillas de plástico, pese a que se les insistió en que no hacía falta, que sobre el suelo nos sentábamos, pero insistieron. Un tronco de árbol o esterillas eran las demás acomodaciones. Estuvimos charlando sobre su vida familiar, sus trabajos, ahora muchos en paro, y la vida. \n\n

    Una de las jóvenes que allí se encontraba amamantando a un bebé, acababa de llegar de una isla para dar a luz e ir al hospital. El hombre más mayor y con cara de joven niño vividor, nos hablaba de los trabajos. Eran pescadores, trabajaban en el campo, vendían en puestecitos y los más jóvenes, trabajaban temporalmente en los hoteles. M. era artesano y también trabajaba en los hoteles. Le encantaba viajar en el barco de vela hasta las islas, aunque para ello tuviese muchas veces que invertir un día entero. \n\n

    Los niños pequeños iban al colegio. \n\n

    Mientras una mujer preparaba el guiso de la cena, todos los demás, allí reunidos, charlábamos entre sonrisas, vergüenza, curiosidad, silencios y miradas. Les hacíamos preguntas sobre sus casas y su vida, y ellos, sobre las nuestras. En una puerta había pintado el nombre de una mujer que a mí me resultaba muy familiar, y pregunté a qué se debía. “Era la abuela, que murió. Y este chico, pintó su nombre en la puerta”. Nos hablaron del parentesco entre ellos y nos reímos. A penas había diferencia de edad entre el abuelo, el tío, el sobrino, y el nieto. Ellos y ellas nos preguntaron nuestros nombres, y los entonaban entre risas y melodías. También por nuestras profesiones y exclamaban y alababan. Después nos preguntaron por la vida de allá, de aquí y les dijimos lo de siempre. El estrés, el poco valorar la vida, la abundancia de todo y carencia de mucho, el despilfarro, el sin sentido, ... Ellos exclamaban y asentían. \n\n

    Antes de partir, nos pidieron que les dejásemos un mensaje.\n\n

    El mensaje que se les dejó entre muchos, fue la amabilidad de abrir sus puertas a desconocidos, y la valentía y fortaleza que tenían, y todo lo que nosotros debíamos aprender de ellos. \n\n

    El mensaje que ellos nos quisieron dar fue:\n\n

    “Somos pobres, pasamos muchas penurias, pero aquí estamos. Tenemos muchas carencias, pero los sentimos como hermanos. Hagan saber este mensaje en sus países. Aquí estamos. Aquí vivimos. Y agradecemos enormemente su visita desde tan lejos, para venir a charlar con nosotros, que nada o poco tenemos, y compartir esta velada con nosotros, vosotros, que de tan lejos venís, os lo agradecemos. ” Y lo decía con pena en el alma y los ojos sonrientes. \n\n

    Las mujeres sonreían, los niños sonreían, los hombres sonreían, nosotros sonreíamos. \n\n

    Nos invitaron, antes de partir, por la noche a hacer una fogata y seguir charlando y conversando. Pero éste, es otro post.\n\n

    Cuando salimos de allí, al atardecer, fuimos a visitar la casa de la tía de M. que orgullosa se mostraba de su sobrino. M. tenía la mirada triste y la voz apagada. Sus esculturas, así lo mostraban. Pero sonreía al hablar de su arte y sus sueños. Sonreía, cuando con él se conversaba y se soñaba, o con sus vecinos, junto con los que se sentaba, y orgulloso y sonriente, los miraba y nos miraba. \n\nEl anochecer llegaba, fuimos a un mercado, y a la vuelta, ya de noche, con ellos, alrededor de una fogota, íbamos a compartir, más momentos de nuestras vidas. \n\nCon ellos hablamos de la vida de hoy, de las inclemencias del tiempo y disfrutamos con los cuentos, los bailes y las canciones que intercambiamos. Con A.K. del dolor tremendo que la esclavitud y la colonización causó, y el resentimiento que siglos de explotación y menosprecio se guarda, del orgullo, de la vida, del hoy y del amor, de sus inicios socialistas, de sus luchadores, y las medidad sociales que aplicaron con la educación y sanidad, necesarias e importantes, y, de la política de hoy, y de sus políticos y sus contradicciones, y la corrupción, de la corruptela del mercado económico, del humanismo como utopía posible,... y del pueblo, de las mujeres, de los niños, de su naturaleza necesaria de salvaguardar, de ahora, .... y de su amor, de su pena, de sus estudios, de su trabajo, de su familia, de sus ganas, y de los sueños y esperanzas de la gente joven hacia el futuro. El "hoy", lo viven, sin nunca, olvidar de sonreír ni la ama-habilidad. \n\n\n\n\n \n\n\n\n \n\n\n\n\n\n\n\n\n

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