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  • CUANDO LLEGUE EL MOMENTO\n\nEstas fueron las palabras que le dije a mi amigo cuando me informó de sus intenciones de suicidarse.\n-No tengas ninguna prisa, cuando llegue el momento, tu momento, ya veremos. En Granada no hay prisa por morir.\nY que iba a hacer sino, me pillo desprevenido, y aunque en anteriores ocasiones habíamos hablado de la muerte, pues eso, que la muerte siempre sorprende, sobre todo la ajena.\nYo le comprendía, es mas, en su misma situación, quizás seria mas radical que él, pero a mi me tocaba escuchar y así lo hice.\n-Y no intentes convencerme.\nContinuó martirizando las angustias que acababa de inocularme en mi rutina.\n-Mira, mañana vienes a comer que es sábado y mi hija estará todo el día en casa, no tiene colegio, y se pondrá contenta, como siempre que vienes.\n Le dije sin ninguna convicción. \n-Vienes y hablamos de lo que quieras.\nEstábamos sentados en una terraza tomando unas tapas.\nQuedaban cuatro boquerones en vinagre encima de otras tantas patatas fritas, ricas ricas, como las hacen en Granada, mi hija tomó su mosto en una copa de Martini, con mucho hielo, y un poco de limón. Pedimos otras cañas y después nos despedimos hasta mañana.\n-Y no faltes.\nY a partir de ese día todas las comidas o cenas, cualquier situación en la que coincidiéramos me daba la impresión que era como una despedida, así que directamente negocié con él, y llegamos a un acuerdo, yo le ayudaría en todo lo que él considerase, pero a cambio él no se suicidaría sin avisarme antes, y nos dimos la mano, y aquello fue como un contrato, por lo menos de mi parte.\nEse acuerdo que hicimos creo que le ayudo a vivir con mas alegría y mas tiempo.\n-Tu tienes que comprenderme, me dijo. Después, vino un silencio de un par de minutos de reloj.\n -Mirame bien, continuó.\n-Soy bajito, gordo, calvo, pichicorto, tengo cuarenta y cuatro años, no he estado nunca con ninguna mujer, ni con ningún hombre, uso pañales, estoy de baja definitiva de mi trabajo, las personas me miran con pena, eso si son amigas, tardo en vestirme cuando me despierto mas de una hora, huelo mal, tomo un puñado de medicinas al día, si estoy de pie y me paro me suelo caer de bruces, tengo unas gafas que parezco el guerrero del antifaz, a veces me quedo como paralizado, y me podrían quemar vivo y no me podría mover, otras, las manos me tiemblan que parezco un alcohólico con síndrome de abstinencia, la gente me mira, mis antiguos amigos me rehuyen, yo mismo abomino de mi, no me quisieron ni para hacer la mili, y cuando he ido a dos hospitales a donarme en vida no han querido, me han dicho que tengo que esperar para morirme y me han tomado por un loco.\n-Y es por eso que quiero tener la posibilidad de suicidarme antes de que sea tarde y me quede paralizado y no pueda hacerlo.\n- Imaginate, que horrible agonía de los años que me quedarían por vivir, siendo un trozo de carne sin autonomía, sin libertad, y ya sin ninguna posibilidad de irme.\n\nY así seguimos en aquella preciosa primavera granadina, en la que nuestra vida cambiaría totalmente y modificaría muchas de las certezas que hasta entonces habían servido de unión en nuestro día a día.\nHabíamos comprado un Opel Corsa de segunda mano matricula de Tenerife, y habíamos decidido ir a dar una vuelta por Madrid y ver a la familia, y eso hicimos, fueron cuatro días.\nCuando volvimos, después de dejar a mi hija en aquel colegio que tan bien conocía, enfile la calle Gran Capitán de Granada, y mira por donde enfrente del estudio había un coche con el intermitente y saliendo, así que aparqué.\nDesde el bar de enfrente de la calle me llama la camarera, entro en el bar y pido mi poco original café con leche templado de todos los días; tengo que confesar que mi boca no aguanta la comida caliente, ni el café caliente, hay otras cosas calientes que si, pero me estoy distrayendo del tema.\n-Donde te has metido?, me dijo Asunción, la dueña del bar. -!Joder!, he estado unos días en Madrid.\nEn ese mismo instante y sin que nadie me dijera nada comprendí que el cabrón de mi amigo no había sido capaz de esperar mi regreso como habíamos acordado, las silenciosas lágrimas de la camarera, me enturbiaron mis ojos interrogantes.\nY así fue, diez personas en el entierro, en el cementerio de Granada, en un nicho altísimo, y que le daba el sol todo el día, cuando no había nubes.\nLos detalles fueron saliendo poco a poco, como había perdido a mi amigo en poco mas de dos años, y con un final esperado, angustiante, y siempre demasiado pronto, con poca vida por delante con poco futuro por detrás.\nUnos seis meses antes de suicidarse, vino al final de la tarde a mi casa, le note mas nervioso que otras veces, y con ganas de contarme algo que me angustió todavía mas.\n-Me he comprado un rifle del 22.\n-!No jodas!\n-Pues si, ya habíamos hablado del tema y he ido a una armería que hay en la calle San Antón, he visto unos catálogos y he quedado en ir mañana por la mañana a cerrar la operación, y tu tienes que venir conmigo.\nY como estaba tan convencido de que le acompañaría, ni le contrarié.\nAsí que al día siguiente, fui a la cafetería de la plaza y allí estaba sentado en una esquina, al fondo. Traía gafas negras y venia mas elegante que de costumbre, tenia pinta de hombre duro, se levantó al verme y sin darme tiempo a tomar un café, me arrastró practicamente a la calle.\n-Tenemos que ir a la armería rápidamente, la medicina que he tomado para el Parkinson me esta haciendo efecto y es mejor ir pronto.\n-Buenos días dijo nada mas entrar, venimos a ver si a mi amigo le gusta el rifle y después cerramos la venta. \nEntró el dependiente en el almacén y trajo ya desembalado un pequeño rifle del calibre 22, mi amigo me empujó y cogí en mis manos el arma, era bonita, si se me permite hablar así de algo que sirve para matar, pero ser hijo de militar y haber hecho la mili en Ceuta te aminora un poco cualquier rechazo.\n-Me parece bien.\n-Y una caja de munición, continuó, ya con mas soltura, y mayor seguridad.\nUnos pequeños tramites y salimos tranquilamente a la calle, llena en ese momento de gente.\n-Y ahora que hacemos?\n-Pues ahora vamos a tu coche y subimos a la sierra a aquel sitio donde en otoño cogemos esas setas de cardo tan ricas, seguro que no hay nadie y podremos practicar.\n!Que jodido!, lo tenia todo planeado, media hora mas y allí estábamos en aquel sitio maravilloso, llenando de balas el cargador del rifle.\nPuse de blanco, unas piedras en fila y una lata de aceite vacía, a unos treinta metros.\n-Vamos a disparar cinco tiros cada uno, y después tu recargas el cargador y así practicas.\nAfiancé la culata en mi hombro derecho, apunté y oprimí el gatillo suavemente, la explosión que sentí en mi oído derecho, me recordó otros tiempos pasados en los campos de tiro de San Fernando, en Cadiz y después en Ceuta, con armas de guerra de verdad, repetí hasta completar lo acordado y le entregué el arma a mi amigo.\nEstaba nervioso, pero radiante, había dejado las gafas de sol en el coche y se había puesto las de ver.\n-Apunta a la lata y presiona el gatillo suavemente.\nColocó el arma en posición, como yo le había explicado, apuntó, pero sus nervios estaban disparados, y parecía que el arma latía moviendose con el mismo ritmo que los brazos del tirador.\n-Tranquilizate que lo mismo le das a un pájaro que te das un tiro en el pie.\nHizo ademán de darse la vuelta.\n-Ni se te ocurra volverte, que eres mas peligroso que un indio detrás de una mata.\nVolvió a ponerse en posición, y milagro, el primer tiro dio en la lata de lleno, había que ver la cara de satisfacción del tirador.\n-Para que veas.\nVolvió a disparar el resto de su tanda sin tanta suerte, y mientras se daba la vuelta, le desarmé.\n-!Venga otra vez, que gusto.\nLa siguiente tanda de disparos fue toda suya. \nHabía pasado una semana y no sabia nada de él, así que le llamé y le invite a comer, el apareció y trajo una botella de vino, aun me acuerdo de ella, era un Ramón Bilbao riquisimo.\nDespués fuimos a su casa a recoger el rifle, pues quería practicar un poco.\nVolvimos a nuestro campo de tiro particular, y vi en el un animo crecido, y cuando le dije que iba a ir unos días a Madrid a ver a mi madre, sonrió de una forma extraña que en ese momento no supe leer y cuando le deje en casa, me regaló un bastón de paseo precioso, y me abrazo deseandome un buen viaje.\n-No iras a hacer alguna tontería.\nLe pregunte, pensando que él me contestaría cualquier cosa.\n-Cuando vengas me veras.\nY cuando regresé le volví a ver en su caja de pino, estaba sonriente, tenia una cara angelical.\nYo tenia lágrimas en mis ojos.\nY esa imagen recordada, a veces me visita mientras duermo y me anima, cuando estoy triste.\n\n\n\n\n\n \n\n\n
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  • 2009-06-03 20:59:04
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  • SUICIDIO- LA PRISA POR MORIR EN GRANADA.
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