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Con las ciudades me ocurre algo muy curioso porque, normalmente, creo que sólo se puede amar aquello que se conoce y, sin embargo, mi curiosidad viajera me lleva a amar en la distancia, platonicamente, ciudades y lugares donde nunca he estado y quien sabe si podré hacerlo alguna vez; que no he podido pasear aún, pero que la sola busqueda de información, contrastar las opiniones de otros viajeros, -¡gracias, internet!- me provoca un gran placer, un gran deseo y, la mayoría de las veces los cimientos de un estimulante proyecto.\n\n En tardes como esta, del invierno de días grises, fríos y lluviosos que no dejan de sorprendernos con su persistencia, desacostumbrados como estamos después de tantas sequías y temperaturas anormalmente cálidas; que nos conduce a los paragüas y a las bufandas, a refugiarnos en los cafés a leer la prensa, o a quedarte en casa, acompañando la lectura con tu música favorita, simultaneando los dos placeres; si hace más tiempo del que acostumbro, me invade la nostalgia de pasear por el Barrio Gótico de Barcelona, bellísimo siempre, mágico en días de lluvia. \n\n No sé si la incomodidad de la lluvia les retiene de pasear, pero yo quedé hace ya mucho tiempo embrujado por los efluvios de los barrios históricos, de sus piedras, en los días de lluvia. He tenido la suerte de disfrutar de Cáceres, de Santiago, de Salamanca, de Úbeda, de Granada, de Teruel, de Palencia, de Lisboa, etc. etc. y de tantas bellísimas ciudades y, como no, de Barcelona, en días de luvia.\n\n He nacido aquí, en Barcelona y creo que la conozco bastante bien y la amo. Amo esta ciudad, a veces desproporcionada e incómoda, pero muy bella y con rincones muy hermosos; sus calles y sus paseos, sus plazas, sus museos, el mar, etc. pero si hay un rincón donde he pasado muchas más horas que en el resto, es en el Barrio Gótico.\n\n Si nunca han estado, no sabría decirles por donde iniciar su visita, porque no tengo una preferencia; lo que si les sugiero, si me lo permiten, es tomarse todo el tiempo que puedan y abrazarlo completo, despacio, perdiéndose a derecha e izquierda, con el ánimo del descubridor, aunque les acompañen tres mil viajeros más; pemitiéndose un café en la terraza del museo Marès, sentarse en la plaza de Sant Iu a escuchar a algún músico callejero, paladear la exquisita capilla de Santa Àgeda adosada a la muralla, la plaza del Rey, el archivo de la Corona de Aragón, el salón del Tinell, la Catedral y el Cristo de Lepanto, el Palau de la Generalitat, la calle de Sant Honorat, la plaza de Sant Felip Neri, etc. etc. y cuando crean haber acabado, crucen la vía Layetana, y bajen por la calle Argentería y prepárense para descansar el cuerpo, que no el espíritu, comtemplando la Basílica de Santa María del Mar, la Catedral del Mar, y al salir, desde el paseo del Born, transiten por la calle Montcada y contemplen los palacios y casas blasonadas y el museo Picasso y, si les quedan fuerzas, ganas o tiempo, crucen por la calle Espaseria hasta el Pla del Palau y allí les espera el Mediterraneo y un poco más allá, Les Drassanes y mil calles y rincones más por descubrir; y si todo esto lo consiguen contemplar en un día como hoy, podrán descubrir el brillo mágico de las piedras y entonces estarán perdidos, porque, aunque dice la leyenda que beber el agua de la fuente de Canaletas te hace volver a Barcelona, yo mantengo la teoría de que, el brillo de las piedras, tiene mucha más fuerza y poder.\n\n
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