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    “… ¡Esto es lo más grande que he oído jamás!, ¡es colosal! Usted es un Colón de la ciencia que ha descubierto un mundo perdido.\n\n

    … -¿y después señor, qué hizo usted?\n\n

    - Era la estación lluviosa, señor Malone, y mis provisiones estaban exhaustas. Exploré una parte de ese inmenso farallón, pero no fui capaz de encontrar una vía para escalarlo. La roca piramidal sobre la cual vi el pterodáctilo al que maté después era más accesible. Como soy algo alpinista me las arreglé para escalar hasta la mitad del camino hacia la cumbre. Desde aquella altura podía formarme una idea más clara de la meseta que se extendía en lo alto de los riscos. Parecía muy extensa; ni por el este ni por el oeste pude vislumbrar hasta donde llegaba el panorama de los riscos cubiertos de verdor. Abajo, se extendía una región pantanosa, llena de matorrales, abundante en serpientes, insectos y fiebres, que sirve de protección natural a este extraño país.\n\n

    - ¿Advirtió usted alguna otra señal de vida?\n\n

    - No, señor, ninguna; pero durante la semana que pasamos acampados al pie del farallón, pudimos escuchar algunos ruidos muy extraños que venían de lo alto.\n\n

    - ¿Y el animal que dibujó el norteamericano? ¿cómo explica usted que pudiera lograrlo?\n\n

    - Lo único que podemos suponer es que consiguió subir hasta la cima y desde allí lo vio. \n\n

    … pero ¿cómo llegaron estos seres hasta allí?\n\n

    No creo que el problema sea demasiado oscuro- dijo el profesor-. No puede haber más que una explicación. Como habrá oído usted decir. Sudamérica es un continente granítico. En este lugar exacto del interior debe haber ocurrido en una época muy remota, un enorme y súbito levantamiento volcánico. Debo señalar que aquellos cerros son basálticos y por lo tanto plutónicos. Un área quizá tan amplia como el condado de Sussex, fue alzada en bloque con todo su contenido viviente y separada del resto del continente por precipicios perpendiculares, cuya dureza desafía la erosión. ¿Cuáles fueron las consecuencias? Que las leyes naturales ordinarias quedaron en suspenso. Los diversos obstáculos que influyen en la lucha por la existencia en el resto del mundo quedaron allí neutralizados o alterados. Sobreviven seres que de otra manera habrían desaparecido. Observará que tanto el pterodáctilo como el estegosaurio pertenecen al periodo Jurásico, o sea, que datan de una era muy grande en la sucesión de la vida. Han sido conservados artificialmente en virtud de esas condiciones accidentales y peculiares”\n\n\n\n\n\n

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    Así relataba el profesor Challenger a su futuro compañero de expedición, el periodista E. D. Malone en la magnífica obra “El Mundo Perdido” de Arthur Conan Douyle, parte del mundo pretérito que les esperaba en su destino. Y ese mundo existe en realidad. Se trata de los Tepuyes o montañas en lengua pemón, que emergen poderosos en la llanura de la Gran Sabana venezolana.\n\n

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    Siempre que me preguntan no vacilo en afirmar que la Gran Sabana de Venezuela es uno de los escenarios naturales más extraordinarios del planeta. Todo es magno en el vasto parque nacional Canaima, el quinto en extensión del mundo con 3 millones de hectáreas.\n\n

    La Gran Sabana se encuentra al sureste del río Orinoco, en la cuenca amazónica. A 1.500 kilómetros al sur de Caracas. Miles y miles de kilómetros cuadrados en los que la presencia del hombre es insignificante. Uno de los últimos paraísos del mundo. El bosque tropical húmedo, la selva lluviosa, se encuentra virgen en un altísimo porcentaje de extensión. Territorio de jaguares. Pero sin duda la principal característica del paisaje de la Gran Sabana, es el afloramiento de las montañas más antiguas de la Tierra (con más de 3.000 millones de años). Son los llamados Tepuyes. Enormes montañas del Escudo Guayanés con forma de tarta. Cima plana y paredes muy escarpadas, muchas de ellas sin sendas, sólo accesibles mediante escalada si no fuera porque son consideradas montañas sagradas por los indios pemones que habitan estas tierras. Sus cimas permanecen sin hollar, moradas de dioses, divinidades y demonios. Algunas de ellas, en cambio si han visto pisada su cumbre (aunque por muy poca gente). Entre éstas las más famosas son las del Roraima Tepui (con 2.800 m. altitud, es el más alto de todos), y la del Auyán tepui (2.500 metros altura). El Auyán Tepui es el más grande de los más de 100 tepuyes que existen. Desde su cima se descuelga al vacío la cascada más alta del mundo: el Salto Angel, con 979 metros de caída. Pero lo que impresiona es el tamaño de esta montaña cuya cima plana tiene una superficie de 700 kilómetros cuadrados, es decir, el equivalente a casi la mitad de la provincia de Guipúzcoa, por poner un ejemplo.\n\n

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    Como bien relata Conan Doyle, la flora y la fauna han evolucionado de forma independiente en las cimas de los tepuyes. Incluso son endémicas entre un tepui y otro. No existe ningún tipo de contacto.\n\n

    El Auyán Tepui es uno de los pocos tepuyes a los que está permitido ascender. Para ello es necesario realizar un trekking de 5-6 días por el único camino existente, ¡la única senda en 700 kilómetros cuadrados!, el mismo que utilizó el explorador Jimmy Angel para descender caminando tras su accidente en la cima mientras sobrevolaba el salto que hoy lleva su nombre. Actualmente existen empresas locales de ecoturismo que se encargan de realizar esta célebre ruta. Mañana os contaré con detalle esta espectacular caminata por el Mundo Perdido.\n\n

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