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  • \n\n23 de diciembre 2009.\n\n\n\n

    El aterrizaje en el aeropuerto Ezeiza, en Buenos Aires, provoca una ovación de los pasajeros. Al parecer, es costumbre argentina premiar con aplausos los aterrizajes de los vuelos que llegan del otro lado del Atlántico. \n\n

    \nBuenos Aires acaba de estrenar el verano y eso se nota en seguida. Son las 9 de la mañana y hace un calor pegajoso. Parece mentira que el día anterior hubiéramos visto tanta nieve camino de Madrid. Pero el viaje no ha tocado todavía a su fin, porque otro avión espera. Por eso, hay que trasladarse al otro aeropuerto porteño, el llamado aeroparque Jorge Newbery, que dista algo más de 40 kilómetros de Ezeiza, y que se dedica a los vuelos internos.\n\n\n\n

    \nPero no es Buenos Aires lo que nos ocupa hoy. El destino final es Iguazú, mediante un vuelo de Austral, la segunda marca de Aerolíneas Argentinas, por decirlo de alguna manera.\n\n\nY en Iguazú no hay tiempo que perder, porque esperan las cataratas, una de las mayores maravillas del mundo. Para empezar, el lado brasileño, en el Parque Nacional do Iguaçu. Antes, hay que cruzar el paso fronterizo y cumplir con los trámites de pasaporte. Siempre las fronteras y las banderas estableciendo los límites. Aquí, Argentina; unos metros más adelante, Brasil. Y qué más da, si lo que nos espera es un paisaje tan indescriptible. Por cierto, al lado está la frontera con Paraguay. Estamos muy cerca de la llamada Triple Frontera, un enclave geográfico entre estos tres países, que están separados por los ríos Iguazú y Paraná. \n\n\nYa en el parque nacional, comienza el espectáculo. El recorrido por las pasarelas es un maravilloso itinerario de contemplación de las innumerables cataratas. Existen un total de 275 cascadas de agua del caudal del río Iguazú, algunas de las cuales alcanzan una altura de 80 metros. Todo ello, en medio de una vegetación subtropical que hace del paseo una espléndida mezcla de agua y verde. Y con la compañía permanente de las mariposas. Esto será el paraíso para un entomólogo, suponiendo que un entomólogo sea el científico que estudia las mariposas, que no lo sé. Todo tipo de mariposas vuelan por las pasarelas, se posan en las barandillas, incluso en las manos, dando un toque colorista. También son habituales los coatíes, ante los que hay que estar atentos, porque son capaces de asaltar la bolsa de comida del visitante. Toda esta variada fauna debe considerarse privilegiada por habitar un lugar como éste. Creo que en pocos lugares se pondrán tanto en marcha los sentidos: la vista, que ya no sabe a donde dirigirse; el oído, abrumado por el ruido del agua y el concierto permanente que emite la chicharra. \n\n\n\n

    El recorrido del lado brasileño concluye con la imponente Garganta del Diablo, el mayor salto de agua en Iguazú. Me cuesta encontrar un calificativo que describa esta brutal caída de agua. Al lado de la Garganta, te asola un sentimiento de insignificancia ante la naturaleza. Poco se puede decir, más que observar.\n\n

    \nUn problema inesperado sucede junto a la mismísima Garganta: la cámara de fotos se avería. No podía ocurrir en un lugar más inoportuno. A falta de solución mecánica, busco otra justificación: no hay aparato que resista tanta belleza natural. Qué mejor lugar para estropearse, pensaría la maldita Sony Cybershot.\n\n\n\n\n\n\n\n\n\n\n\n\n\n\n\n\n\n\n\n\n\n\n\n\n\n

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  • 2010-01-19 23:16:50
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  • El lado brasileño
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