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28 de diciembre 2009 \n\nQue nadie se extrañe con este titular. Es un clásico canto de ánimo a Chile, que he empezado a entonar para ambientar la jornada en la que llegaremos a Chile. Concretamente, al parque nacional Torres del Paine, situado en la región de Magallanes y Antártica Chilena. Posee el título de Reserva de la Biosfera, concedido por la UNESCO en 1978. Por tanto, un lugar que promete grandes emociones, como todo en este viaje.\n\n\n\n\n\n\n\n\n\n\n\n
\nLa hora de salida de la excursión no es una inocentada propia de la fecha. Al parecer, también en Latinoamérica el 28 de diciembre tiene el mismo significado. Pero la hora es cierta, no es ninguna broma: las 5.30 a.m. No sé si en este caso a.m. podría traducirse como auténtico madrugón, pero eso es lo que hubo que darse. La distancia hasta las Torres del Paine explica este horario intempestivo.\n\n
\nEl viaje desde El Calafate discurre por la ruta 40, una gigantesca carretera que atraviesa Argentina de norte a sur, durante más de 5.000 km., paralela a la cordillera andina. Este tramo es una interminable llanura recta, de tierra pelada. Estamos en Patagonia, ¿no? Después se accede a un tramo de ripio, como dicen aquí. O sea, sin asfaltar. Se llega al puesto fronterizo de Río Don Guillermo, donde se deben pasar los trámites de aduana, a pesar de ser un autobús turístico (o viajero, o aventurero, o montañero) que se dirige al parque nacional Torres del Paine. Las fronteras (y las banderas) están para eso, para que quede constancia. Por tanto, desesperantes trámites en ambas fronteras, argentina y chilena. Me abstengo de hacer comentarios sobre la laboriosidad de los funcionarios del paso fronterizo. No se acaban ahí las gestiones obligatorias, porque falta otra más, ésta de carácter monetario. La entrada al parque nacional se debe pagar en pesos chilenos, por lo que se necesita cambiar moneda en un lugar llamado El Ovejero. El precio de la entrada es módico: 15.000 pesos chilenos. Que nadie se asuste: por un euro se recibe un saco de unos 700 pesos chilenos. Todos estos trámites fronterizos y monetarios se han alargado por espacio de casi dos horas. Por tanto, la llegada al parque se produce unas cinco horas después de haber salido.\n\n
\nPero ya en el camino polvoriento y pedregoso que recorre la furgoneta al inicio del parque, se olvidan todos los inconvenientes del viaje, ante la belleza que nos rodea. El lago Esmeralda, el lago Amargo, los miradores para apreciar esta inconcebible belleza. Y allí, presidiendo, las imponentes Torres del Paine, enormes moles de granito modeladas por la fuerza del hielo glacial. El macizo montañoso se compone de las Torres, los Cuernos del Paine, el Cerro Fortaleza y el Almirante Nieto. Se necesita un día especialmente despejado para poder apreciar el conjunto completo. Por tanto, este viaje está muy condicionado por la meteorología. Hoy no podemos quejarnos, porque hay una buena parte de cimas despejadas, aunque no todas. Incluso en una de las cimas parece que está nevando.\n\n
\nLa caminata hasta el Salto Grande, junto al lago Nordenskjold, te hace sentir insignificante cuando miras alrededor. Esos gigantes montañosos me desbordan, me dejan sin palabras. No me resisto a decir que los guanacos son “mudos testigos” del paso de estos insignificantes seres humanos. Qué mejor lugar para utilizar el topicazo de mudos testigos. También hay que añadir a los flamencos en la larga lista de fauna que llevamos vista. Se llega al lago Pehoé, que es un suma y sigue de paisajes. En ese lago hay una pequeña isla en la que se ubica una hostería, de la que se entra y sale por un puente construido especialmente para este alojamiento. \n\n
\nTal vez sea una breve visita para tan largo viaje. Y falta el de regreso, incluidas las aduanas, las fronteras y los pasaportes. Pero eso no me importa, ante tanta belleza contemplada. En Chi chi chi, le le le.\n\n\n\n\n\n\n\n\n\n\n\n\n\n\n\n\n\n\n\n
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