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    “A la vejez viruelas”, dice un refrán muy castizo. “nunca es tarde si la dicha es buena”, afirma otro, no menos contundente, con el que me identifico más, pues soy positivo por encima de todo. Resulta que en la última etapa de mi vida, cuando las canas ya peinan solas, las de la cabeza aún no me asoman, sí las del alma, se me presenta la ocasión de poner en práctica una de mis pasiones más querida, viajar. \n\n

    No sé muy bien si estos viajes son trabajo o placer, pero tengan el carácter que tengan, lo cierto es que me está dando la oportunidad de ver, visitar, conocer, sentir y palpar cada palmo de esta provincia y otros lugares más lejanos, como nunca antes había tenido la oportunidad de pisarlos; si bien es cierto que son escapadas más frías, con menos pasión contemplativa pues son visitas fugases, con cometidos marcados, no me impiden observar los recovecos del camino, descubrir las arrugas de los lugareños, oír las sonrisas de los niños.\n\n

    Hoy estoy en Berja; cuando he subido la pendiente que me alejaba de los mares de plástico y agua salada, penetrado por los costados de la sierra y lo he visto recostado sobre una incipiente ladera y a sus pies una vega recoleta, creía que me iba a encontrar con una amplia paleta cromática, el verde frondoso de los huertos, el blanco de sus casas, el tosco morir del maíz y que los blancos mortecinos de los plásticos se me iban a caer de los ojos, como a Saulo las costras de la ceguera, resulta que el ocre añil de las parras, que yo recordaba, ha sido borrado con brochazos de plástico acristalado y sus tentáculos arrancados de raíz y entonces se me han descompuesto los esquemas, aquellas estampas bucólicas se han borrado de mi mente y he comprendido por qué este pueblo, encerrado entre montañas espartanas, sobrevive a los cambios bruscos que la civilización produce. \n\n

    Los virgitanos tienen un aire campesino que los conserva intactos, que hace que, aún, se citen en la plaza del pueblo a conversar, se saluden por la calle, que no hayan perdido la humanidad, a pesar del boom de su prosperidad, de su popularidad internacional. Al andar por sus calles los recuerdos juveniles han aflorado en mi mente; aquella naturalidad de antaño, el saludo cordial y franco, la sonrisa, aquí, siguen vivos a pesar de que los nuevos tiempos lo han fagocitado en la mayoría de los lugares. En Berja no tiene cabida la prisa, la plática en la calle tiene más valor que el agobio del reloj, el corrillo de mujeres, con la cesta de la compra parado en la acera, es una estampa viviente.\n\n

    Dieciséis caños de agua mansa y cristalina chapotean en una pileta de mármol añejo, dando una pincelada de armonía a una plaza rectangular, anodina, que en uno de sus laterales, se levantan dos torres de una iglesia sin clasificar y un caserón palaciego, reconvertido en ayuntamiento.\n\n

    Bajar a esta pequeña hoya de Berja, vergel agrícola, es adentrarse en una celda monacal y sentir la laxitud del tiempo correr por los atrios. Pasear por sus alrededores es inspirar los olores atemperados de la hierba recién segada, vivir en este pueblo es sentirse en el paraíso. En pocos lugares he contemplado la quietud que por aquí transcurre, en muy pocos he percibido tanta paz como la que baja por sus laderas de verdes opacos, de vegetación espartana. Cuesta creerlo pero en Berja se respira el lento volar del tiempo y se huele el mar.\n\n

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  • 2010-12-09 09:19:22
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