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    Después de haber visto Úbeda y Baeza, recorrido sus calles, percibido su aliento humano, dos ciudades adustas ancladas en unos parajes de verde esperanza, comprendo muy bien el porte serio, el sentir desgarrado de don Antonio Machado.\n\n

    La primera impresión ha sido seca. Acompañado de mi amigo Jesús, el jueves por la tarde, me he adentrado por sus callejas añejas, llenas de historia y estrechas, para sentir sus anquilosados humores, para ver sus esbeltos campanarios, sus plazas recoletas, para mezclarnos entre sus sombras y luces opacas.\n\n

    Úbeda tiene una vida bulliciosa; sus calles repletas de gente te invitan a pasear y compaginar la parada ante un escaparate o el éxtasis ante una fachada plomiza y gloriosa de una casa señorial. Los monumentos en esta ciudad febril y disipada están más dispersos, tal vez por ello, Baeza, da una sensación de más conjunto, pero en su desconcentración, tiene los mismos trazos, la misma proyección. No he tenido mucho tiempo, apenas unas horas, y no quisiera que este rápido vistazo, a grandes rasgos, distorsionara mi visión sobre esta ciudad majestuosa que sin embargo no ha sido tan respetuosa en la conservación de su monumental casco, como su cercana vecina.\n\n

    Pese a que a penas la he pisado, sí la he inspirado profundamente, lanzado mis ojos como el pescador lanza las redes sobre el mar y he dejado mis retinas colgadas de sus campanarios, de sus balconadas, mis sentidos han abierto sus compuertas y han absorbido todos los aromas de sus pequeños jardines y me llevo en mis alforjas de viajero el encanto de sus esquinas, el recato de sus plazuelas.\n\n

    Siempre he dicho que para describir un pueblo había que patear sus calles, dormir en él y confraternizar con sus habitantes; lo sigo manteniendo. Úbeda, es la excepción que confirma toda regla, es el único en el que no he pernoctado, ni siquiera me he tomado un chato de vino y a sus gentes las he observado, en un trajín ruidoso por sus calles, no he hablado con ellas, pero no obstante me atrevo a hablar de ella porque su porte, sus aromas, sus cielos son tan absorbentes que no decir nada sería un sacrilegio.\n\n

    No podía, por segundo año consecutivo, obviar a esta ciudad que forma parte, junto con Baeza, del patrimonio de la humanidad; tendría una visión coja del conjunto, estaría faltando a la verdad si no hiciera un boceto, a grandes rasgos de carboncillo, la fortaleza de su pasado, las esencias de su esplendor. Prometo volver y trazar ya con lápiz firme los contornos y con colores los entramados de sus esencias.\n\n

    Úbeda supura misticismo por los cuatro costados, es un adelanto de lo que, pasado el despeñaperros, encontraremos en la ancha y eterna Castilla, el silencio, la religiosidad y el apego a la tierra, baluartes que conserva como oro en paño.\n\n

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  • 2011-01-28 07:16:43
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