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    En la crónica de mis viajes, corta, pequeña, con trascendencia sólo para mí, no podía faltar una referencia a esta tierra adusta, de hombres recios, trabajadores y amantes del buen comer y mejor beber, como es Navarra. He recorrido casi todos sus paisajes, los llanos productivos de la ribera, despensa y artesa de la más variada agricultura, los agrestes del norte, donde se producen los quesos que los dioses saborean, pasando por las altiplanicies que sirven de conexión entre ambos contrastes. Han sido muchas las veces que me he perdido por estas tierras del norte de España, agreste y sencilla, llena de encantos naturales, de habitantes acogedores y afables, poderosa y orgullosa.\n\n

    San Adrián de Navarra, anclado en la margen izquierda del Ebro, río poderoso que abanica y enriquece todas las tierras que salen a su encuentro, al otro lado está la Calahorra, donde el mismo Julio César paseó por sus calles, era la parada y fonda de todos mis viajes, desde este pueblo entrañable proyectaba mis correrías por toda la provincia, a él volvía cada noche a descansar y a gozar de sus encantos. \n\n

    Este pueblo agrícola, emprendedor donde los haya, su tierra es tan fértil, tan diversa que lo mismo produce los mejores vinos, caldos con denominación de origen excelentes, los espárragos dulces y sabrosos, que aglutina las empresas envasadoras y comercializadoras de toda la variada gamas de hortalizas que su rica vega produce.\n\n

    Mi relación con esta villa viene marcada por mis obligaciones como edil, los años que tuve la suerte de formar parte de la corporación del otro San Adrián, el de Barcelona, a orillas de otro río, el Besós, uno de los ríos más contaminado de España, ni no de Europa. Fueron muchas las veces que viví sus fiestas, sus encierros y las pantagruélicas comidas con las que nos obsequiaban sus moradores. Esta es una faceta trascendental en la forma de ser del navarro, la comida; aman la buena mesa, disfrutan de los manjares que la tierra les regala con pasión y la comparten dadivosos y galantes con todos los que se acercan a ellos. No he visto nunca tanta amabilidad, tanto agasajo, tan buen carácter, tan buenas maneras. Me quito el sombrero ante este pueblo, orgulloso, responsable y emprendedor.\n\n

    Estos navarros de la ribera, son distintos de los que habitan la montaña, los montaraces son más silenciosos, más encerrados en sí mismos, menos ostentosos y jacarandosos que los que están bañados por las aguas ricas y productivas del río más importante de este país. A los ribereños los conozco más porque los he tratado, con los que habitan las tierras altas, he tenido menos contacto por eso, de ellos, apenas si hablaré en este recorrido. \n\n

    La forma festiva de vivir, su amor a la buena mesa, la honradez se complementa con esa enorme capacidad de emprender que poseen, con ese espíritu febril que desarrollan; son gentes que siempre me han impactado, me han provocado admiración.\n\n

    Tengo que volver por estas tierras adustas y amables algún día; me gustaría encontrarme con todos aquellos con los que compartí tantas veces buena mesa y cordial tertulia, y porque allí tengo dos botellas de vino, reservadas en una bodega, que me están esperando para saborearlas con un buen asado de cordero.\n\n

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  • 2011-01-03 08:27:05
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