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  • Amigos, me ha pillado el toro. se me han acabado los relatos de viajes que tenía ordenados, me quedan muchos más pero los tengo sin ordenar, así que mientras llevo a cabo esa tarea, les iré subiendo al post algunos de mis relatos. Los que sean extensos los subiré en dosis pequeñas. Espero que os guste, sed benévolos conmigo. el primero se llama Caronte.\n\n

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    La barca herrumbrosa de Caronte avanza lenta, machaconamente, hundida en las nauseabundas aguas de la laguna. Los decrépitos remos que, desde tiempos inmemoriales, son la prolongación de sus brazos, la extensión de su poder, el timón de su tesón, apalean el agua negra de la charca con ritmo cansino, como música monocorde, cortando, a tajos, la lámina inerme de agua, en la soledad del silencio.\n\n

    La oscuridad de la cueva es aplastante, la soledad es abrasadora. La débil tea que alumbra el sigiloso camino de la barca, tiembla dolorida, en su puesto de vigía, ante la brusca sequedad de la penumbra. Las ralas ondas del manto oscuro, que el paso de la barca va dejando, juegan fugaces con la luz mortecina como culebrinas monocromas adormecidas.\n\n

    El silencio es angustioso, es un grito de inquietud cerrado, un hueco profundo en la razón, es la boca oscura del más allá, es la angustia del no retorno. El camino es largo, ancho, pesado, infinito. No hay puntos de referencia, no hay horizontes, no hay fijación de la exactitud; todo es soledad y hosca oscuridad por donde se arrastra, penosamente, un hálito de deseo, de vehemencia, de cruel realidad envueltos furiosamente por un inmenso paño de lino negro.\n\n

    Caronte, que no es joven, ni viejo, es eterno, rema y rema sin parar, sin desaliento, como un autómata, como lo ha venido haciendo desde la eternidad, como lo seguirá haciendo hasta el fin de los tiempos. Es su destino, es su castigo divino.\n\n

    Su mirada va perdida en la cerrada negritud de la penumbra, sus pensamientos van pasando vertiginosos como el rebobinado acelerado de una cinta de película, van cayendo en el vacío de su eterna juventud como el fluir del agua en la alcantarilla negra, como el chasquido silbante que produce el volar de las hojas de un libro cuando buscamos un recuerdo en su interior. Su vida es tan monótona, su discurrir diario tan solitario, su tarea tan lóbrega y oscura que su pasado es semejante a ese libro que aún no se ha escrito, parecido a esa cartilla infantil inmaculada, si acaso con cuatro garabatos insustanciales, con cuatro arrugados frágiles.\n\n

    Desparramada en el fondo de la penumbra de la embarcación, una joven esbelta, de finas maneras, ajena al frío entorno, pasajera inerte, va camino de su última morada; su rostro frágil y ligero, manchado por la aridez de la muerte, conserva, aún, el fresco aroma de su alta alcurnia, su alegre fragancia juvenil. La máscara mortuoria, los ornamentos pétreos que esconden ese rostro cálido y aromático, no han conseguido ensombrecer el semblante sosegado y plácido de la viajera.\n\n

    Para Caronte, el remero, todos los pasajeros son iguales; unos más jóvenes, otros viejos, ricos, pobres, gobernantes, vasallos, todos, tienen el mismo valor, todos en este viaje final tienen el mismo peso específico, todos han de pagar su tributo, todos han de atravesar la laguna, todos son pasajeros sin retorno. Este es su trabajo, esta es la ley del destino. Nunca se para a pensar qué fue, qué hacía o a qué familia pertenecía. Estos conceptos son pasado en su barca, no tienen validez; en el más allá será potestad de los dioses otorgarles un valor, sumar o restar en la balanza final. Su único fin es atravesar la laguna, pasar de un estado a otro. ¡Ha pasado a tantos!, ¡son tantos los rostros que ha contemplado!; ariscos, lívidos, sencillos, afables..., cada uno fiel reflejo de la vida que ha llevado, capazo repleto de la labor realizada. No le compete juzgar a él, ni sentenciar; él es el último taxista, el único enlace entre la muerte y la vida futura.\n\n

    Los ojos fosforescentes del barquero, que escrutan permanentemente la penumbra eterna de la laguna, con una precisión infalible, por un leve instante, han pestañeado; por un ínfimo momento, su porte sereno se ha acelerado, su aplomo se ha tambaleado, su acompasado remar se ha quebrado. Con el torso rugoso de su mano se ha restregado, incrédulo, los bordes de sus cóncavos ojos ardientes; un sudor helado le ha recorrido el alma, una ráfaga de calor humano le ha invadido, un sentimiento extraño le ha sacudido los sentimientos más profundos.\n\n

    El ritmo tedioso de la laguna se ha roto; el compás cansino y eterno que Caronte ha mantenido desde el comienzo de los tiempos, se ha parado por un instante fugaz; por primera vez en toda la eternidad, el silencio, es en la densa laguna, mucho más espeso, la zozobra se ha apoderado del mundo de la quietud.\n\n

    ¿Ha sido un vahído? ¿Ha sido una alucinación? ¿Ha sido un leve parón en su firme e impertérrita vocación de remero?\n\n

    Sus manos vuelven a restregar, más fuertemente, sus ojos asombrados y desencajados; se pellizca la cara, los brazos, su cara se desencaja; está comenzando a apoderarse de él, la inquietud, la duda, el miedo; en un escorzo ágil coge una garfada de agua putrefacta y la estrella contra su rostro; las eternas gotas de agua, mezcladas con las ácidas perlas de sudor que le produce el continuo remar, le resbalan lentamente hasta el mentón y saltan al vacío hasta chocar con el fondo osco de la embarcación. ¡Está despierto!; lo ha estado siempre, su sino es estar siempre alerta, remar y remar; su trabajo es transportar cadáveres desde una orilla, la de la muerte, a la otra, la de la dicha, la del vivir para siempre, o la del penar eterno.\n\n \n

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  • 2011-02-25 08:16:49
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