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  • También he salido al extranjero, he recorrido los caminos de algunos países de nuestro entorno, he convivido con personas de distintas filosofías, he compartido unas costumbres si no opuestas, sí diferentes, he conocido otras formas de ser y de pensar. \n\n

    No voy a relatar aquí todos y cada uno de mis viajes fuera de España, sería prolijo y extenso por lo que podría carecer, tal vez, de interés para el lector, pero sí voy a exponer la visión de mis experiencias, desde una óptica crítica, adquiridas al calor de los acontecimientos, unas veces protocolarios, iba en representación de un pueblo, otras de una forma más libre pero siempre con el interés de adquirir nuevos conocimientos, de beber otros licores para saber si su ingestión era productiva o provocaba un empacho en los conductos de mi conocimiento.\n\n

    Debo advertir, ya desde el principio, que las primeras veces iba con cierta predisposición, no olvide el lector que me había educado en una sociedad cerrada, que había estado mucho tiempo apartada de los flujos de la Europa abierta y solidaria, y que al mismo tiempo se nos veía con muchos tópicos a la espalda de los que teníamos que hacer juegos malabares para ir desprendiéndonos y vistiéndonos de hábitos y costumbres más europeas. Con el tiempo, todos estos rótulos, se fueron apagando y en su lugar se fue encendiendo la luz de la comprensión mutua, la de ver que nuestras formas de vida eran tan válidas como las suyas, que no por haber caminado por la cuneta del mundo, la dictadura eligió ese camino, no los españoles, éramos menos europeos. Incluso hubo veces que la sorpresa cayó de mi lado porque vi actitudes y formas de valoración que me chocaron en mentes que yo creía estaban por delante, ¡sorpresa mía!, no lo estaban tanto.\n\n

    Las relaciones humanas, en todas las latitudes, creo que están impregnadas del conocimiento de la persona, adobadas por la comprensión de sus particularidades y cocinadas por el calor de la aceptación de las propia idiosincrasia personal y geográfica. \n\n

    La primera salida al extranjero, a Francia concretamente, fue por motivos laborales; un verano de los años setenta, marché con una familia de mi pueblo que lo venía haciendo cada año, a la recolección de la uva y debo decir que fue una experiencia agradable, si cortar uvas a las seis de la mañana, lloviendo, con frío, puede ser placentero, para un chico de veinte años, poco habituado al duro trabajo del campo, pero como en mi mente llevaba el deseo de conocer, el ansia de aprender otros modos de entender la vida, aquella cruda experiencia no supuso ninguna traba en aceptar aquella forma de ver la vida y comprenderla plenamente. Pasado el tiempo volví a Francia varias veces más, unas cuantas en plan familiar, otras en representación de otros, menester muy complicado pues no vas a título personal; recuerdo en especial y con emoción, la que fuimos a Colliure, pueblecito francés donde yacen los restos del gran poeta, Antonio Machado, y alguna otra en la que mi hijo mayor jugaba en uno de tantos torneos de fútbol que se organizaban por aquellos entonces, vivíamos en Sant Adriá, por cierto mi hijo se rompió un brazo.\n\n

    Muchas fueron las veces que fui a Saint Chemont, pueblo en los contornos de Lyon, en pleno centro francés con el que estábamos hermanados y con los que mantuvimos unos intercambios fructíferos y agradables.\n\n

    Una de las cosas más emotivas y positivas que descubrí en mis múltiples viajes a este pueblo minero que tuvo que cambiar su estructura y forma de vida porque sus fuentes de riqueza se agotaron, fue la de descubrir mi amor por la gastronomía francesa, sobre todo sus quesos. \n\n

    Ellos vinieron muchas veces a nuestro pueblo, donde encontraron acogida y buenas maneras, nosotros le devolvimos la visita otras tantas, también fuimos bien agasajados y se entabló una relación de amistad y complicidad, entre los dos pueblos, que duró en el tiempo. \n\n

    Dejada mi vida pública, devuelta a mis orígenes, ya no tuve más contacto con ellos, entre otras cosas porque yo dejé también de vivir en Sant Adriá, me alejé de la corriente que me daba la ocasión de mantener el contacto, lo que supuso perder un canal de comunicación y de visión rica en matices y abundante en conocimientos, pero la vida está llena de estas trabas y cortapisas y, o lo aceptamos con resignación o enloquecemos.\n\n

    El chauvinismo francés no lo vi por ninguna parte, era gentes corteses, sensibles y de una exquisita amabilidad en todas y cada una de nuestras visitas y en todas las estancias que ellos pernoctaron en nuestro pueblo. \n\n

    Después, en mi vida normal, dejada representación de la vida pública, no he vuelto a tener contacto con la vida fuera de nuestras fronteras, me arrinconé en mi ciudad de origen, no es que perdiera el interés por esta cultura que hasta este momento me había mantenido expectante y deseoso, sino porque los canales de conexión ya no existían y me era imposible entablar relación con ella.\n\n

    Si esta experiencia me satisfizo plenamente, no me dejó indiferente el conocimiento que del pueblo italiano tuve durante una semana por el norte de la bota italiana, Milán, Turín y Bolonia, ciudades de una industria pujante, de una rica y abundante cultura, de una enorme capacidad de sorprender al visitante, me cautivaron poderosamente.\n\n

    Milán es una ciudad que te embarga y te sumerge en sus encantos; su catedral, inmensa, la plaza del duomo y la galería de Enmanuele II, no sólo te dejan absorto, sino que se te meten tan dentro del alma que aunque no conozcas tanto a sus habitantes porque la visita tenía otras connotaciones, no poseía las dimensiones de las que estaba imbuida mi relación con las gentes de aquel pueblo francés, no obstante me dejó una impresión grande y poderosa. Turín y Bolonia, aunque los visité en el tiempo y forma que lo hice con Milán, no poseen los mismos encantos y virtudes, no por ello dejaron de sorprenderme tanto como la capital de la Lombardía. Las enormes avenidas de Turín, el diseño imperialista de los edificios que confirió el Duce a esta ciudad y la impronta que le ha dado la fábrica automovilística más pujante de Italia, la Ferrari, no te dejan impasible. De Bolonia me quedan menos recuerdos.\n\n

    También estuve en Suiza, centro del macizo más montañoso de Europa, imagen del esquí, caño del que emana el chocolate más excelso y que llenó mis alforjas de una muy grata y fructífera impresión.\n\n

    Después, dejada mi vida pública, nada de nada; no he vuelto a salir al extranjero, no he tenido ocasión de convivir con gentes de otros mundos, de otras latitudes, vivo encerrado en mi caparazón individualista; no me quejo pero añoro el contacto de otras culturas, reverbero con frecuencia aquellas vivencias, deseo retomar aquella ruta. La vida tiene sus momentos, los humanos pasamos por ella, muchas veces, de puntillas, sin darnos cuenta que debemos aprovecharlos todos y cada uno de ellos con toda la intensidad que la situación lo requiere.\n\n

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  • 2011-02-07 07:46:18
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  • Viajes por el extranjero
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