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La urbe despierta\n
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y baila una danza cotidiana\n
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Todos caminan y caminan\n
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muchos esperan o corren\n
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otros toman un carro\n
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un taxi o una guagua\n
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En los balcones\n
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se siente el roce de la brisa\n
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y se mira la ropa en los tendidos\n
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agitada\n
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se observan ruinosos edificios…\n
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El malecón…el agua…\n
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La Habana vive la sentencia de Piñera:\n
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“La maldita circunstancia del agua por todas partes”\n
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Un montón de vidas\n
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sueños\n
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música\n
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voces\n
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de ahora y de antes\n
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desgajándose de siempre\n
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y tiempos postreros esperando\n
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Hay múltiples Habanas:\n
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en las voces y gestos del pueblo\n
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y \n
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en las voces de Mañach\n
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Ortiz \n
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Cintio \n
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Lezama \n
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Voces gritando \n
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y dardos tirando al blanco\n
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sus designios\n
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La Habana de los que se quedaron \n
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La Habana de los que se fueron\n
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Habana de Cabrera Infante\n
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Habana de Reynaldo Arenas\n
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Una Habana del azúcar\n
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y el tabaco\n
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Una Habana soñadora\n
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martiana\n
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revolucionaria \n
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Una Habana Isla Habana Cuba\n
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en los horizontes de Colón\n
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Joya turquesa\n
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Aguamarina \n
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codiciada por imperios\n
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y asaltada por piratas\n
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Y una Habana expoliada hasta la primera mitad\n
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del siglo XX\n
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Y otra Habana fronteriza\n
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instaurada en el 59\n
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Todas ellas confluyen\n
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en una\n
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con matices del pasado y el ahora\n
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En todos los sitios y rincones\n
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se encuentra un coro de voces y un retumbe de tambores\n
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Voces soneras de la calle Bulevar\n
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En el Floridita\n
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una chiquilla que canta\n
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recuerda melodías de Mimi Memphis\n
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Y en La Terraza\n
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voces y una pluma y una historia de pescador\n
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y la descripción en aquella frase:\n
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“Todo era viejo, salvo sus ojos”\n
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Asaltantes \n
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el andar de las mulatas\n
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en la calle Obispo\n
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ellas\n
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con sus frondosos culos\n
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perturban a los andantes\n
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La iniciación de los santeros\n
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ellos\n
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perdiéndose entre la multitud\n
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son siempre una referencia\n
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de una secreta magia\n
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…Se aleja ella \n
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una negra de obstinado ébano\n
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con turbante de flequillos\n
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vestida de absoluto e impecable blanco\n
\n
Señora del Caribe\n
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en ti África y España\n
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y chinos ya de antaño y gente de América\n
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visitantes de todo el mundo\n
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y orientales de Santiago\n
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Compay compay\n
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¿Quién no quisiera una mañana\n
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tumbarse en El Bosque de la Habana\n
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y respirar ese aire salobre y vegetal?\n
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Adios Señora\n
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he de volver a verle\n
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déjeme su cielo\n
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unos recuerdos\n
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y su aire.\n
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