\n
\n
prendido su tridente siente el frío soplo del Adige\n
\n
una caricia alpina\n
\n
y en los frontispicios y fachadas de antiguos palacios\n
\n
permanecen congeladas estáticas escenas\n
\n
que hablan también de la generosidad cardenalicia\n
\n
de Bernardo Clessio\n
\n
En un curioso acceso a los intramuros del Palazzo Galasso\n
\n
un oído fino y atento\n
\n
\n
y en la imago interior de quien la escucha\n
\n
relumbra concéntrica la satanidad feliz y rotunda\n
\n
la tarde avanza y otros rumores\n
\n
otra luz\n
\n
y los colores del otoño en los árboles al fondo\n
\n
invitan a auscultar otros lugares\n
\n
Se siente imperioso que la crudeza de un día sin sol \n
\n
abruma hondo y silencia todo canto\n
\n
y otras voces hablan calmo.\n