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  • Mi primera vez fue una experiencia buenísima, casi orgásmica. Por muchas horas estuve enclaustrada en una reluciente vans, repleta de amigos y compañeros, en la que transitamos cientos de kilómetros de cimbreantes caminos verdes que conducen al sur-sur del estado Bolívar. Incontables fueron los minutos de lenta agonía para mi espalda y trasero por la rígida posición de mi cuerpo, mientras el cuello se quejaba silente por el vaivén de mi cabeza en cada curva. Los únicos que gozaban curiosos eran mis ojos café, que no se despegaron ni un segundo de la línea en el asfalto, para descubrir las señas que conducían a nuestro destino. Así fueron apareciendo ante mi un sinfín de letreros, pueblitos que se me antojaban fantasmagóricos (por lo recóndito de sus asentamientos) y uno que otro tumulto de gente durante el tránsito por Upata, El Callao y Clarines. \n\n

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    Aunque doloroso, el trajinar por aquellos vericuetos desconocidos, me resultó excitante. Lo novedoso creaba en mí una sensación sabrosita, como la que suele preceder al acto sexual, durante los escarceos previos al amor. Como una niña golosa, sentía que lo bueno estaba por venir y, mejor aún, se concentraba en la zona sur.\n\n

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    Numerosas patotas de carros nos acompañaban en aquella locomoción por llegar a la meta. Observé a una filita india de autos Corsa que se apodaban los “Los Cojeculos I, II, III y IV” adelantarnos con mucho afán, como si alguno de los conductores padeciera algún desorden gástrico y temiese quedar como palo e’ gallinero. Minutos más tarde, le siguieron “Las quitamaridos”, “Los gays”, “Los jala caña”, “Los putos” y hasta “Los pitufos” (y me pregunté en aquel momento si más atrás vendrían también Gargamel y Azrrael). Porque al fin de cuentas, qué serían los pitufos sin este par de malhechores?.\n\n

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    Otros más decentes -que no eran muchos- sólo rayaban sus bólidos con el impelable griffin blanco: “De Maracay pa’ Boa Vista” o “Del Zulia pa’ Bolívar: ¡qué molleja!”. Algún que otro perdido escribía: “mi hija es ingeniero”, como si a la audiencia automovilística les fuese a importar el dato académico de su parentela. Pese a ello, mis ojos seguían absortos en el camino.\n\n

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    El bullicio que sobresalía de cada gasolinera era del más allá. Parecía como fiesta de pueblo, con circo incluido. El letrero señalaba “Rápidos de Kamoiran” a sopotocientos kilómetros, y aunque todos los viajeros (incluida yo) estábamos presurosos por llegar, nadie dejaba de detenerse en la última estación de servicios que verían en unas cuantas horas más de recorrido. Amontonados, en colas, centenares de conductores hacían maromas para llenar el tanque de sus vehículos y, de ser posible, también llenar sus garrafas. \n\n

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    - Porsia mijo querido, hay que llenar también las pimpinitas…comentó una señora mientras salía. \n\n

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    Pero el ceño fruncido del Guardia Nacional que cuidaba la estación, les indicaba -a priori- que no prosperarían en su intento. Las Quitamaridos I y II, también en cola, no perdieron la oportunidad de mostrar sus recién montadas pechugotas y las larguruchas piernas pa’ ver qué conseguían con el fulano. Como era de esperarse, aquellos atributos lograron mejorar el semblante del guardia, que no le quedó más que dejarse sobornar por aquel par de bichas. Ellas, sin más, se fueron con sus pimpinas rebosantes, mientras él reía con la estampa de un par de besos en sus mejillas. La filita de “Quitamaridos” reanudó su marcha y nosotros también.\n\n

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    Un par de horas más tarde ocurrió lo esperado, lo ansiado. Ni mis músculos contraídos, ni las nalgas doloridas minimizaron el espasmo de placer que me produjo la entrada a aquel umbral amazónico: por fiiiin, mi primera vez en la Gran Sabana!!!!.\n\n

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    Una inmensa llanura verde, acompañada de perfectas nubes azules, tepuyes lejanos e imponentes, le dan la bienvenida a quienes como yo, jamás habíamos salido del Occidente para este remoto lugar. Sólo imaginando a unas mil lomas de Cubiro juntas, claro verdecitas y limpias, mis coterráneos larenses podrían comprender lo magnificencia de este paraje. El aire es sencillamente puro y vivificante, a tal punto que con solo una bocanada, hasta la última neurona en mi cerebro se sintió rejuvenecer con aquellas ráfagas refrescantes. Ahhhh….\n\n

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    Allí, inmersa en aquella grandeza natural, sólo pude pensar: “Dios estaba presumiendo cuando hizo este lugar. Definitivamente, si existe el paraíso, se debe parecer a la Gran Sabana!”. Con este pensamiento optimista, me adentré por los caminos verdes sabaneros, con la sabrosa sensación de haber conocido el paraíso sin salir de mi país y, mejor aún, vivita y coleando…\n\nBHE

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  • 2010-04-07 14:59:46
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