Es junio. Un ramillete de alas en el cielo lo sentencia. San Tomé reverdece en esta época con el sonido de cientos de pajarillos que sobrevuelan sus vastos predios. \n\n
\n\n
Son miles, distintos en especies, casi iguales en tamaño. Todos son chiquititos, saltarines e inquietos. Hay tordos, mirlos, paraulatas y, sobretodo, golondrinas; éstas últimas viajantes en plena migración.\n\n
\n\n
Los pechos blancos se dejan ver por los campos, en bandadas, como ligeros flashes en el firmamento. El trinar retumba en eco desde la copa de los árboles, en un parloteo sin igual que se deja oír cada tarde. Cuando cae la noche, tan sólo es un murmullo que antecede al descanso.\n\n
\n\n
Cada año es lo mismo. Llevo tres disfrutando las migraciones desde mi ventana, unas veces curiosa, otras con nostalgia. Me pregunto de dónde vienen y hacia dónde van. Muchos ni se inmutan ante este espectáculo natural, pero a otros sorprende el aluvión de golondrinas, surcando el lienzo azulado que distingue a esta tierra de gracia.\n\n
\n\n
Aquí todo es fértil y privilegiado. En el suelo florece el oro negro a borbotones, los cielos paren azules, el sol raya cada mañana en nuestra meseta inmensa, el viento arrulla los campos bajo el canto de las aves, que se oye incluso desde los permeantes mechurrios de Subero. \n\n
\n\n
Este es el pueblo de las bragas rojas, con riquezas inimaginables que se labran a diario con el sudor de la gente, con el hambre de producir y sembrar el petróleo que garantizará el sueño liberador de nuestros hijos, y de los hijos de sus hijos. \n\n
\n\n
De cada mechurrio emana energía, en cada aleteo veo optimismo y en el horizonte siento esperanza. Es junio, las aves lo cantan, mi sonrisa lo reafirma. \n\n
\n\n
BHE\n\n
\n\n