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 \nMientras pedaleo camino del lago Toba, por una carretera que atraviesa una zona pantanosa de una meseta al norte de Sumatra, a mí alrededor puedo ver infinidad de columnas de humo que brotan en un paisaje desolador y arrasado.\nNo hace mucho en esta zona había un bosque, y hoy recogen lo que queda de los árboles para hacer leña, pero antes tienen que secarla. Son las migajas que dejan para los más pobres las grandes compañías, que con permiso o sin permiso, se ensañan con los bosques para vender la madera y después plantar palma, cacao o café. \nEl daño ya está hecho. Las lluvias se encargarán de arrastrar y limpiar la tierra arrastrando el suelo fértil. La fauna, la que quede, tendrá que buscarse un nuevo hábitat y competir con otros pobladores en busca de nuevos territorios.\nUna vez más se ha roto el equilibrio de la naturaleza y se ha roto para exportar, sin control la mayoría de las veces, el aceite de palma, el café, el cacao y la madera a los países “civilizados”.\nEsta es la historia de una familia pobre, donde el niño en vez de ir al colegio trabaja ayudando a sus padres. El padre corta la madera, el niño la acarrea hasta la hoguera que la madre cuida para que no se apague o no se quemen demasiado los troncos.\nSon los agraciados de este desastre sin sentido.\nLa luz, el paisaje y la expresión del niño, me han traído muchos recuerdos de África.\n \n\n \n\n \n\n \n\n
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