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  • Agra nos despidió con otro apagón, sobre las siete de la tarde nos dirigimos con nuestros aligerados bagajes a la estación principal de tren de Agra, al salir del Bazaar se fundieron los plomos de la central eléctrica y toda la ciudad vieja quedó a oscuras otra vez. Una apreciación mía es que cuando en los numerosos hoteles de 5 * arrancan los aires acondicionados todo se funde en las casas del resto de la población, Agra ha crecido en plazas hoteleras debido al Taj, mucha gente romántica viene a India y sólo viaja para ver el Taj, aunque esto parezca sorprendente. \n\n

    El recorrido hasta la estación fue casi fantasmagórico, sólo las luces de los coches iluminaban la calzada defectuosa y bacheada. Una vez más íbamos subidos a lomos de nuestros amigos los moto rickshaw que no aflojaban en su empeño de batir algún record. La aproximación al nudo ferroviario fue cruda y realista, al llegar experimentamos por primera vez las condiciones de los lugares públicos ocupados por centenares de personas malviviendo en las cercanías del Hall central, cualquier rincón donde se pueda echar una manta representa convertirlo en su morada. La pobreza extrema, la miseria a ras de suelo aflora en esa India de a pie, ya no es indigencia, sino miseria y hambre que mata. \n\n

    Esa despedida fue un mal regusto, pero ya no teníamos a Hari. El transporte público es un mundo muy alejado del privado con A.C del que disfrutamos en la primera parte del viaje. \n\n

    Por fortuna la mayoría de los trenes de la India funcionan con gas-oil y las estaciones son autónomas, forman parte de una gran compañía Indian Railways, e incluso se producen su propia electricidad. Llegamos con tiempo suficiente para adquirir frutas y bebidas para el viaje, yo estaba un tanto nervioso, aunque pude chequear los billetes en un aparato digital en la estación y verificar la posición del vagón en la plataforma; S9 en ponía nuestros billetes. Teóricamente el vagón S9 debía de estacionar enfrente del cartelito colgado en el andén que rezaba la misma clave, pero esto es India, era la estación de Agra, y recelas incluso que estés en el siglo XXI, así que mi expectativa no era muy buena, pensaba que tendríamos que recorrer la plataforma de embarque con prisas y a la carrera a la llegada del expreso, buscando el susodicho vagón, vaya, como siempre me había ocurrido, y subir o tomar el tren al asalto. Poco a poco se iban acumulando guiris que tenían el mismo vagón, al acercarse la hora la andana rebosaba de gentío por todas partes, carritos de té, de fruta, de cacahuetes, de periódicos, de masalas, de cocos y como siempre un largo etcétera. \n\n

    El tiempo transcurrido esperando el tren es de lo más genuinamente indio que puedas percibir, las estaciones son sitios excepcionales con un halo especial, donde se puede dar cualquier situación, no en vano el dicho popular entre los viajeros reza de que la auténtica India se certifica en sus trenes y estaciones, y hay mucho de verdad, estoy completamente de acuerdo. \n\n

    Para mi sorpresa acertamos bastante la posición y embarcamos fácilmente, aunque con tumulto y desconcierto debido a que todo el mundo quería subir el primero y ocupar su asiento. Hoy en día ningún guiri primerizo se fía de la efectividad india, el caos para localizar el compartimiento en la total oscuridad fue total, al final nuestros asientos estaban ocupados por una familia entera de campesinos provenientes de Jodphur. Paulatinamente todo el mundo se iba ubicando y sentando, el tren se puso en marcha, se encendieron los fluorescentes y apareció el interventor, por arte de magia colocó a cada uno en su sitio, la familia tuvo que trasladarse a las literas del pasillo, las chicas ocuparon un compartimiento de seis literas, otras tres, justo en el compartimiento vecino, las ocupamos Roberto, Ricardo un servidor y tres jóvenes indios. Al final todo salió bien, los dioses seguían a nuestra vera. \n\n

    Me fumé un porrito y me agarró un globo de cuidado, tumbado en la litera baja dispuse unos cortinajes con mis pañuelos para aislarme y tener mas intimidad, dejé que mi mente viajara con la imaginación y mi cuerpo con Indian Railways. No suelo dormir hasta entrada la noche así que repasé Varanasi, ¿Cómo estaría el río, alto o bajo? Al rato las chicas me ofrecieron fruta que comí gustosamente, Ricardo y Roberto quedaron fritos en su dura litera y me di un volteo por el vagón para curiosear, y precisamente no estaba muy limpio. Al ir al WC presencié una de las escenas más duras de este viaje, una mujer tirada en el suelo con tres hijos ocupando la entrada de la apestosa letrina pidiendo algo que llevarse a la boca, de nuevo esa mirada desesperada, mirándome fijamente a mi y luego a sus tres vástagos demandando algo para ellos, volví a mis pertenencias y Sunti, que también se percató de esa imperiosa necesidad, les llevó galletas y unos bananos. Todos nos conmovimos. \n\n

    El amanecer a bordo de un expreso en la India es especial, te despiertas con sensación de no haber dormido, y la verdad es que fueron un par o tres de horas, uno se rinde al cansancio y lo primero que haces al abrir los ojos es acurrucarte para combatir el frescor matinal que se cuela por las ventanillas abiertas y apostarte en ellas. El paisaje hacia Varanasi es idílico, es esa India salpicada de pueblecitos, en medio de extensos campos de arroz. El tren atraviesa zonas rurales donde el lugareño no se ha movido nunca y las hábitos son los de siempre, los bueyes tiran de los arados, los campos fértiles están bien cuidados, las granjas disponen de sus huertos y toda clase de árboles frutales, los niños corretean por patios donde se seca la hierba al sol, las mujeres con sus vistosos saris transportan toda clase de bacines elegantemente en su cabeza, corre el agua canalizada proveniente del caudaloso y cercano Ganges, da la sensación de mundo feliz. Coexisten dos Indias, la de ciudades y urbana, sombreada por rascacielos, y la rural, sombreada por delicadas palmeras de frondosos cocoteros y de mangos y papayas que crecen por doquier. Te enamoras de esta campiña. \n\n

    Realmente el trayecto de Delhi a Varanasi en tren es asombroso por la autenticidad, cuando estoy en mi casa y añoro India me aparecen estas imágenes primero; la de los campesinos faenando en sus verdes campos, en estos amaneceres dorados por un todavía perezoso sol, la neblina que se levanta del rocío, ese olor potente a campillo, ese suave y fresco aire del despertar de un nuevo día. Una ofrenda a los sentidos. Reconfortante. \n\n

    No sólo es eso, el vaivén de pasajeros es constante, la proximidad del destino moviliza a todo el mundo que va despertándose holgazanamente. Todo el vagón parece un “coiffeure”, aseándose, peinándose, los hindúes son limpios y presumidos; en el compartimiento vecino de las “nenas” pasaba igual, todas con sus espejitos y su rimel, sus cremitas y sus peines. Judith tuvo mala noche, se enfrió, pero el resto poniendo esa cara de circunstancias parecíamos en buena forma, el boy de los chais nos sirvió unos cuantos tes que reaniman y nos pasmamos con una chica preciosísima que se acicalaba a nuestro lado, en diez minutos se transformó en una princesa india, con sus collares, sus brazaletes, sus pendientes, su negro pelo atusado y un sari azul que realzaba su estupendo físico. \n\n

    El convoy disminuyó su marcha y lentamente entramos en la estación central de Varanasi, nos aprestamos a bajar, el bullicio a esta hora de la mañana era ya colosal, por aquí nunca concede pausa, día y noche circulan trenes en todas direcciones, así que lo que nosotros apreciamos como caos y bullicio para ellos es la rutina diaria. Continúan siendo especiales los amaneceres en los expresos indios.\n\n\n\n

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  • 2009-10-29 15:45:07
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  • En tren a Varanasi
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