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  • Uno, que es viajero por vocación, de vez en cuando gusta de cogerse el petate e ir a ver un poco de mundo. Siempre viene bien, pues la distancia airea y da perspectiva. Este fin de semana me he largado a Oslo. Así, porque sí. Como mi avión privado se lo dejé a Cristiano Ronaldo para sus revisiones médicas, me cogí un low cost de esos baratos y que luego te cobran hasta por respirar. ¿Quieres facturar maletas? Tanto. ¿Salida de emergencia? Otro tanto. ¿Entrar de los primeros al avión? Un poquito más. ¿Un cafecito? Tres euros. Pese al irritante goteo, no tengo grandes quejas porque después de todo les he de agradecer el haber vivido una experiencia insólita. Al llegar a la recogida de equipajes en el aeropuerto de Madrid ¡las maletas ya estaban en la cinta!. Ha sido la leche. La gente lloraba de emoción, nadie recordaba nada parecido, uno hasta se ha sacado un foto mientras grababa con su móvil declaraciones de testigos. “Es que nadie me va a creer” decía para justificar su ataque de periodista. \n\n \n\n\n\n

    Será por una deformación profesional, pero cuando salgo al extranjero me gusta leer la prensa local, sobre todo las páginas deportivas. Tratándose de Noruega, este interés resulta poco productivo, pues no hay dios que entienda nada con esas oes partidas por la mitad. Ahora bien, nada más llegar a Oslo mi ya conocida y extrema sagacidad me puso en alerta. Había algo que no cuadraba en el paisaje. Estos noruegos no son de llamar la atención. Estamos hablando de una sociedad muy adelantada, con unos servicios sociales de flipar gracias a que todo el mundo paga impuestos que provocarían el harakiri a nuestra insigne liga profesional de futbol y cuyo color dominante en la vestimenta tiende a los grises y negros. Bien, pues en cuanto el viernes por la noche nos dimos una vuelta por la ciudad me empecé a percatar que no era normal tanta gente vestida de naranja. Cuando volvíamos al hotel después de zamparnos un buen salmón que nos aligeró la cartera de verdad (joder qué precios tienen estos noruegos) distinguimos también que entre tanto naranja había unos puntitos azules. Eran gente que llevaban camisetas que parecían que las había diseñado Fernando Alonso, por la cantidad de pegotes publicitarios que tenían. \n\n \n\n\n\n

    Muerto de curiosidad pregunté en la recepción del hotel, y mis sospechas se vieron confirmadas. Aquello no era normal. Había mucha gente naranja y no tanta azul porque el domingo a las 13.30, se jugaba en Oslo la final de la Copa (de Harald V, el Juan Carlos I de allí) entre el Aalesund (los naranjas) y el Molde (los azules). Además de pensar que anda que no hay fines de semanas al año como para justo caer en unas fechas tan señaladas, mi profesionalidad me empujó a interesarme por ambos equipos, pues mi conocimiento del futbol noruego se limita al clásico Roseborg sempiterno ganador de la liga. El Molde este año quedó segundo, y el Aalesund decimotercero (ya sé que este dato sobra pues es de todos conocido, pero por si acaso decir que en la primera división de la liga noruega juegan 16 equipos). No sólo eso, sino que también fui informado que el partido era todo un derby, pues ambos conjuntos son de la misma zona (creo que al norte de Oslo y a la derecha). Este último dato me cuadraba, pues parecían no llevarse muy bien. No, no, no hubo ningún altercado, estamos hablando de Noruega ¡por dios!, pero una cosa me dio que pensar en esta dirección. Había un tío en una calle muy concurrida vendiendo bufandas de la hermandad, esas que la mitad son de un equipo y la otra mitad de otro. Le ví a eso de las 6 de la tarde del sábado con unas cuantas en los brazos. Le volví a ver tres horas después. Seguía ofreciendo amistad, y seguía con el mismo número de bufandas. No vendió ni una. \n\n \n\n\n\n

    Pues así me he pasado el fin de semana. Viendo bufandas naranjas y camisetas azules alonsonianas. En el Museo Vikingo, en el de Admunsen, en el de Munch, siendo salvajemente crujido en cualquier restaurante…. . Conclusión: Todos los hinchas que van a una final de Copa se comportan de igual forma. Sea el país que sea. Se visten con los colores del equipo y la bufanda es el objeto más utilizado. Se reconocen y establecen amistad pasajera con cualquier grupo afín, cantan a la menor ocasión, se maman la noche anterior (la semana anterior si estamos hablando de equipos británicos) y antes del partido todos llevan la misma cara de ilusión. En Noruega y en España. En Burkina Faso y en Jamaica (bueno, ahí en lugar de mamarse, fuman y escuchan a Bob Marley). \n\n \n\n\n\n

    Posdata. -Llegado a este punto y ante vuestra extrema curiosidad, os contaré que finalmente han empatado a uno en el tiempo reglamentario. El Molde, los de azul, se ha puesto por delante en la prórroga y cuando ya lo estaban celebrando, el Aalesund, los de naranja, ha empatado y luego se han llevado la copa para casa en los penalties. Ha sido dramático. Hasta creo que un noruego se ha puesto a llorar. No se había visto una cosa igual en un descendiente de vikingo desde lo ocurrido en “Asterix y los Normandos”. \n\n \n\n\n\n

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