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  • A muchos viajeros les ha pasado. A mí también me pasó.\n

    Entré en Perú por la frontera de Ecuador. Como hice en otros viajes, en algún otro país, antes de pasar cambié un poco de dinero en la moneda local (nuevos soles) para los lógicos primeros gastos. Al llegar al puesto de inmigración de mi nuevo país, uno de los muchos jóvenes que se acercaron cuando bajé del triciclo que me llevó a realizar el papeleo, se reía de un billete de 50 nuevos soles que llevaba junto a otro de 10, para asegurarme que era falso. \n

    "¡Vaya, ya me la han 'clavao'!", pensé irritado.\n

    El nuevo territorio se me mostraba delante y comenzaba la curiosidad, las ganas y el ímpetu viajero. Bajé hasta Trujillo y comencé a saborear el arte colonial en las calles de la ciudad -después vendrían otras de características similares- y el arte pre-inka, incluso, en las ruinas de Chan-Chan.\n

    El billete falso me quemaba en el bolsillo. Lo tocaba y miraba y me decía "cabrones, me habéis engañado". Estuve (¿estoy?) tan convencido de que el papel era falso que hubiera sido imprudente contradecirme.\n

    Bajé a Lima, busqué a Pizarro, paseé por sus amplias avenidas, encontré a Pizarro y, en fin, disfruté "delolindo".\n

    Tomé de nuevo el billete, lo saqué arrugado del costado de mi pantorrilla y lo coloqué, odiándolo, en el interior de un libro ya leído que fue a parar a la caverna oscura de mi mochila.\n

    En Arequipa, pernocté cerca de la Plaza de Armas (todas las ciudades tienen una) para, luego, internarme en el altiplano andino y visitar el valle del Colca. Tremendo valle, con vistosas terrazas inkas y pre-inkas y su profundo cañón, de vértigo, sin más.\n

    Tener un billete falso a la espalda era como para cualquier capitán de barco tener un polizón a bordo. Me solidarizo con todos los capitanes que surcan los océanos.\n

    Y llegué donde el "soroche" es "SOROCHE": el lago Titicaca. Navegué el lago como un capitán de la marina mercante, viví la experiencia de dormir y alternar con los uros en sus islas flotantes y conocí la isla Taquile, ya en el centro del lago.\n

    En una de mis reordenaciones de macuto, agarré el billete en mis manos e hice amago de tirarlo al río que con fuerza pasaba a mi lado. El balón de unos niños que jugaban cerca fue, bote tras bote, a parar al impetuoso río y desapareció en segundos. Me distraje, y lo guardé de nuevo.\n

    Cuzco, Ollantaytambo y su fortaleza, Machu-Picchu y sus emociones. Nada paraba mi viaje. Luego vino, de nuevo, la subida hacia el norte peruano. Parada y fonda en Cajamarca, también Otuzco, y, por fin, descanso, merecido descanso en la playa de Máncora. ¿Y la selva peruana?. No pudo ser. En otra ocasión será mi único destino.\n

    Me quedaban dos días para salir de Perú rumbo a Guayaquil (Ecuador) y "mi polizón" me ardía en la mochila. Era mi última oportunidad y entré en un bar nocturno.\n

    - "Un pisco-saur, amigo", dije con decisión. \n

    Y esta pasión mía por probar los "caldos" más típicos de cada país que visito me salvó. Entregué el "falso billete" y esperé a que "el amigo" me trajera el "vuelto", como dicen por aquí, o mi billete, claro. Cayó. Amarré mis papeles y monedas y salí feliz. A dormir a pierna suelta, después de haber tirado "mi polizón por la borda". \nNunca sabré -tampoco vosotros- si fui engañado o engañé.\n\n

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  • 2007-07-02 16:07:29
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  • Polizón por la borda
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Metadata

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