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  • Las olas que revuelven el Atlántico despiertan cada día la pequeña villa de Asilah, un sitio de ensueño en el que la luz del sol se hace protagonista. El blanco inmaculado de las casitas sobresale entre las sombras que bruscamente provocan entre las callejuelas. Aquel día era viernes, jornada de fiesta y oración. Se respiraba tranquilidad. Ni una voz más alta que otra. En realidad, ni una voz. Sólo un silencio acogedor, extrañamente cómodo.\n\nTres pasos más allá, atraevsando una puerta abierta en la muralla portuguesa que rodea la medina, se levanta ogullosa una sencilla mezquita, aún vacía. Los hombres no la llenarán con sus cánticos hasta mediodía. Las mujeres no están invitadas, al menos a la sala principal. Mucho menos las turistas.\n\n \n\n \nUna coqueta plaza presidida por una antiguo torreón que vuelve a recordar aquella primera época colonial, varias tiendas de artesanos locales. Las calles siguen vacías. A veces pinturas azules rompen armónicamente las fachadas. Se respira un aire, no sé, bohemio. Da la sensación de que un montón de artistas estuvieran escondidos tras los muros de las casas y hubieran dejado su huella en el exterior, como si quisieran decirnos que están ahí aunque no podamos verlos. \n\nY el mar. El lugar en el que las aguas azules azulísimas y limpias limpísimas rompe contra la muralla que abraza las casas blancas blanquísimas en lo alto. Y el viejo cementerio de tumbas de colores. Y las roca a las que las mujeres "que no tienen suerte en el casar", nos cuenta Mohamed, "van a pedirle a Alá que les conceda un marido". Es como si la ciudad tuviera luz propia y, ante tal postal, no cabe duda de por qué escritores como Antonio Gala escogieron este lugar para fincarse durante el verano. El escondite perfecto. No habría foto en el mundo que le hiciera justicia.\n\n \n\nY el mercado. ¡Qué decir! Si hay algún lugar en el que puede encontrarse cualquier cosa es en un zoco árabe. No importa lo pequeño que sea porque allí algo te sorprenderá o te causará un trauma (o las dos). Desde el comercio forrado de posters del Barça del año de la pera hasta el chavalillo que trabaja entre las gallinas descalzo mientras los mayores de sedican a charlar como si no pasara nada.\n\nEs una suerte que los turistas (aún) no hayamos perturbado la tranquilidad de este lugar. El hombre del restaurante en el que comimos cous cous y otros manjares de lo más especiado presumía de que el ministro Moratinos hubiera parado allí, ¡y hasta el mismísimo Iker Casillas! Que su restaurante no es cualquier tugurio, mire usted, aunque "casualmente" nos dé la vuelta mal y vengan varias personas a vendernos y hacernos cosas mientras intentamos almorzar. Pero bueno, ¡si algo he aprendido que eso también forma parte del espíritu de Marruecos! Supongo...\n\nOtras fotografías en http://www.flickr.com/photos/cristinaelozano/sets/72157622870227019/show/with/4182323983/\n\n\n
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  • La ciudad que tenía luz propia
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