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  • Son las 7 de la mañana. El sol todavía no ha salido. En la puerta del Hotel Casa Manoli (en la Almuña a 2 kilómetros de Luarca, un lugar muy recomendable) me ajusto la mochila. El corazón me late con fuerza. Aunque la mañana no es fría, siento que tengo las manos heladas. Son los nervios.La tensión de los primeros pasos en el Camino de Santiago del Norte.\n\nApenas he recorrido unos cientos de metros cuando paso frente a la puerta del albergue. Ya no queda nadie. Todos han salido antes que yo. La etapa es larga (32 kilómetros) y las previsiones hablan de intenso calor. A pesar de todo, decido que la primera etapa será tranquila y me lo tomaré con calma.\n\n\n\nLuarca es un pueblo idílico. De película. Clavado (en el más estricto significado de la palabra) a la orilla del Cantábrico. Sus casas rodean la bahía y el pequeño puerto donde los barcos se muestran en un orden aparentemente desordenado. Mientras abro bien los ojos para no perderme nada me digo a mi mismo que ha sido una elección magnífica para iniciar mi Camino.\n\nDespués de desayunar en uno de los pocos bares de Luarca que están abiertos a esas horas, decido iniciar de forma definitiva mi marcha. La mochila parece adecuada y las zapatillas me ofrecen confort y seguridad a partes iguales.\n\nA pesar de llevar la ruta marcada en mi GPS, el Camino me sorprende. Estoy pagando la novatada. No soy capaz de ver las cochas que indican la dirección correcta. Las primeras rampas me hacen entender que la ruta será exigente y que lo mejor es marcar un ritmo constante y tranquilo.\n\nTras varios kilómetros, parece que el Camino y yo nos empezamos a entender. Sin embargo, la tranquilidad no dura demasiado. Las obras de construcción de nuevos tramos de la Autovía han modificado el recorrido jacobeo. Entre hacer caso de las indicaciones (señalan itinerarios alternativos por asfalto) o de mi GPS, me decido por este último, lo que me lleva a dar algún rodeo de más a cambio de disfrutar de caminos rurales muy agradables.\n\nEl paisaje entremezcla impresionantes vistas de la Costa Cantábrica con pequeños poblaciones y grandes extensiones de arbolado y pasto. Las vacas son las grandes dominadoras de la zona con permiso de los pequeños huertos particulares. Tomates, berza, cebollas, patatas, frutales... ¡¡¡Viva la producción ecológica!!!\n\nRecuerdo que durante mis largas temporadas infantiles en el pueblo de mi abuela, en la palentina Tierra de Campos, escuchaba con relativa frecuencia aquello de "lo que hay en el campo es de todos". Aquello me encantaba. Y ahora, con máxima mesura y cierta actitud crítica hacia todo lo que conlleva esa frase, trato de hacer honor a esas enseñanzas. Lo que quiero decir es que no pude resistirme a probar las ciruelas, los higos y hasta los tomates que me ofrecían aquellas tierras cultivadas.\n\nA estas alturas del Camino y admirado por pisar sobre las huellas que algún día dejaron aquellos primeros peregrinos, no acierto a comprender la soledad que me rodea. Días y días oyendo hablar de la masificación del la Ruta Jacobea y de las cifras récord de peregrinos para, finalmente, encontrarme totalmente solo. \n\n\n\nLos kilómetros van cayendo de forma constante. El perfil de la etapa es muy suave y la mayor dificultad es superar la monotonía de los largos tramos de asfalto. \n\nLa entrada en Navia me devuelve a la civilización. Cruzar su preciosa ría me renueva para afrontar el resto de la etapa.\n\nJarrio, Cartavio y, por fin, La Caridad. El cansancio de la primera etapa se deja sentir. Estoy deseando llegar al albergue. ¡Ya estoy!¡Qué descanso!¡Qué ducha!\n\nPero el Camino tiene estas cosas. Estas pequeñas pruebas. El albergue está en obras y hay que seguir. Entiendo el mensaje y decido que hay que seguir... Pero mis piernas no piensan lo mismo y deciden pararse en el primer alojamiento que encuentro en La Caridad. \n\nEl Mesón Sayane no es un mar de glamour y elegancia, pero está limpio y es confortable.\n\nMi rodilla izquierda está machacada y con dolor, al igual que la cadera y los pies. Afortunadamente no tengo ampollas, pero tras una reparadora siesta, me cuesta andar.\n\nDecido acercarme a comprar algún antinflamatorio. Son las 8 de la tarde, es sábado... y la Farmacia está cerrada. Al menos hay otra de guardia que... también está cerrada, pero atienden llamando a un número de teléfono. Curiosamente, solo se dispensa con receta, así que el servicio de farmacia de guardia es, cuando menos, sorprendente.\n\nCon los mismos dolores en las piernas, y tras sellar la acreditación en la iglesia parroquial de San Miguel, decido que el mejor antinflamatorio puede ser una cena reparadora. Espárragos con salsa de oricios, croquetas y requesón con azúcar. Buen precio y servicio muy agradable.\n\nMañana será otro día. La ruta me ha sorprendido y estoy dolorido. Aunque mi GPS me dice que, después de los desvíos y algún que otro despiste, la etapa ha sido de 36 kilómetros, mis piernas y mi rodilla aseguran que fueron muchos más.\n\nEn cualquier caso, estoy convencido de que hacer el Camino de Santiago ha sido una idea maravillosa. Solo llevo unos cuantos kilómetros, pero siento que he acertado en dedicar 10 días de mis vacaciones a recorrer el Camino Santo.\n\nPor cierto, caminar solo es una sensación maravillosa. \n\n\n\n\n\n\n\n\n\n\n\n
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  • 2010-09-08 14:03:48
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