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  • Al salir del hotel de madrugada, sentí el frío calarse hasta mis huesos . Las temperaturas eran realmente bajas y en la Plaza de Armas de Cuzco tuve que empujar el taxi que cogí para llegar a la estación porque ese viejo Renault 12 se negaba a arrancar. A pesar de ser muy temprano y no haber amanecido todavía , en la estación de San Pedro , los vendedores ambulantes ya ofrecían sus mercancías y alimentos con las primeras brisas del nuevo día. Pan ,agua ,frutas, queso, desayunos …Allí se encontraba todo lo que podías necesitar para el viaje .\n\n El tren salía a las siete menos veinte , pero unas dos horas antes yo ya estaba allí con mi mochila a la espalda , preparado para comprar el billete que me llevaría al principio de la aventura ,tanto tiempo deseada. Hacia las seis, todos los pasajes estaban ya vendidos y yo esperaba con impaciencia la salida del tren, mientras contemplaba el ajetreo que iba aumentando en el hall del edificio.\n\n Cuzco (el ombligo del mundo en lengua quetchua) está situado en una hondonada del terreno y el tren para salir y cruzar los montes que bordean la ciudad hace unas maniobras en cremallera, yendo unas veces de cabeza y otras hacia atrás. Una vez que coge marcha pueden verse a través de los cristales paisajes y prados tan verdes y fértiles como el norte de España, donde yo nací. La última parada es en el pueblo de Quillabamba; pero en todas las anteriores se observa el trajín de todos los que suben y los que bajan; vendedores de frutas, verduras, el tradicional "choclo" con queso,(mazorca de maíz cocida) , los músicos de a bordo…y al ver el tren tan lleno que la gente iba agarrada a las puertas exteriores, me vinieron a la memoria las historias de polizones que leía cuando era niño.\n\n En el Km. 88, sobre el puente de entrada a la reserva del Machupicchu , no sólo bajan los viajeros dispuestos a hacer la ruta, sino también los campesinos que se dirigen a los diversos poblados del camino, con la compra o el resultado de las ventas realizadas en la ciudad. Allí, con la mochila en los hombros y la cámara de fotos en la mano, di el primer paso de aquella apasionante caminata por uno de los senderos más conocidos del Imperio Inca.\n\n Al cruzar el puente sobre el río Urubamba y pagar la tasa de entrada al Machupicchu ya estaba preparado para empezar a recorrer el camino que me llevaría al corazón de aquel pueblo amerindio prehispánico . Me dirigí hacia el bosque de eucaliptos y así comencé la jornada. Poco después fui dejando atrás las ruinas de Q´ente ,Pulpituyoc ,Kusichaca y Patallacta así como a los grupos de niños que corrían a mi encuentro al paso por sus aldeas. A medida que avanzaba entre abundante vegetación, la senda que bordeaba el río Kusichaca , iba alcanzando mayor desnivel. Los abundantes riachuelos con los que me iba tropezando, me ofrecían agua fresca para rellenar mi cantimplora .Tras unas cuatro horas de caminata se encuentra la aldea de Wayllabamba ,último lugar donde se pueden encontrar algunas provisiones para los días siguientes. Es sorprendente ver como a más de 3000 mts de altitud crecen patatas y maíz enorme. A menos de dos km. se encuentra la primera zona de campamento , un buen lugar para pasar la noche aquellos que se tomen la travesía con más calma. Sin embargo , yo acampé más adelante a unos 3750 mts.en una zona boscosa más cerca ya del primer paso de montaña . Después de una cena caliente y un rato de charla con otros caminantes me metí rápidamente en el saco para recuperar fuerzas.\n\n A la mañana siguiente desperté con el sonido de la lluvia cayendo sobre la tienda. Lo peor de aquello fue recoger los bultos y la lona mojada para seguir mi camino. Llegar al paso de Warmiwañusca a 4200 mts. me costo mucha energía , la ventisca, la lluvia y el frío me dificultaron mucho el paso además de la niebla que limitaba la visión. Allí arriba, las cortas aunque numerosas paradas que hice para recuperar el aliento, la infusión de hoja de coca que habitualmente toman los indígenas de la zona y los ánimos de otros caminantes de distintas nacionalidades que fui encontrando a lo largo del recorrido, me ayudaron a superar el soroche. La senda no tiene pérdida, solo en este punto es posible confundirse, pero eso no ocurre si, haciendo caso a la intuición, te dejas llevar de frente hacia abajo por el camino más lógico. Habiendo atravesado el punto más alto de todo el treking la fuerte bajada que sigue hasta el valle del río Pakaymayu me sirvió para reponer fuerzas, aunque los grandes escalones de piedras irregulares y el peso de la mochila castigan mucho las rodillas. Aquí encontramos otra buena zona de acampada antes de afrontar las siguientes dificultades del camino. Ahí, al calor de la lumbre de una oscura cabaña, con una taza de sabroso café ofrecida por un silencioso pastor, sequé la ropa empapada por la fria y persistente lluvia caida toda la mañana. \n\n Más tarde, una vez repuestas las fuerzas, pasé por Runkuraqay, el segundo puerto, a 3800 mts. y bajé a Yanacocha la laguna negra para volver a subir después por unos perfectos escalones de piedra a Sayaqmarka, un grupo arquitectónico muy apreciado por los viajeros. Después de esto y de unos cuantos miles de escalones tallados en la roca, túneles, acantilados y selva, se encuentra el centro de visitantes de Wiñayhuana, recomendado para acampar y reponer alimentos, bebida y sobre todo fuerzas. El último día fue el más esperado. Empezando a caminar al amanecer, en hora y media llegué a Inti Punku, la puerta del sol, donde me propuse descansar unos minutos. Me senté y apoyé la espalda contra una roca, dejando la mochila a un lado. Había madrugado bastante y se me escapó un bostezo. Casi inconscientemente cerré los ojos y al instante oí un ruido que me sobresaltó. Giré la cabeza y pude ver a un joven chasqui vestido con su poncho rojo y un gorrito marrón, pero algo, no sé qué, me resultaba extraño. Me levanté y me acerqué a él. Pareció asustarse, tal vez por la cámara que llevaba en las manos. Intenté presentarme pero él no entendía lo que le decía. Era imposible que no supiera una palabra de mi idioma. Mi frustración aumentó al observar que en la mano, llevaba una serie de cuerdecitas anudadas, de diferentes tamaños y colores. Más tarde supe que era el quipú, el sistema de comunicación inca que consistía en un conjunto de signos, nudos y cuerdas que permitía realizar cálculos numéricos e incluso atesorar datos de hechos y acontecimientos importantes. Un segundo después sentí que alguien me sacudía por los hombros; abrí los ojos y le vi. Seguía a mi lado con el poncho rojo y el gorrito marrón, aunque ahora murmuraba: " señor despierte, el sol le quemará la cabeza". Fue entonces cuando me di cuenta que sólo había sido un sueño. No obstante, parecía no haber pasado el tiempo por el mensajero, seguía con parecida indumentaria que en la época de Manco Capac I o Tupac Yupanqui o cualquiera de los soberanos incas. Además sus facciones permanecían idénticas, conservando sus trazos a través de los siglos.\n\n Poco después alcancé por fin Machupicchu. Allá arriba, donde pasado y presente parecen unirse, pasé el resto de la mañana paseando por las ruinas inmortalizando el momento con las fotografías y disfrutando del ambiente, del lugar tranquilo y del aire saludable, dominando el valle del río Urubamba, sintiendo pasar a través de todo mi cuerpo siglos de historia americana.\n\n Después de esos momentos de paz, emprendí detrás del joven chasqui la vertiginosa bajada hacia Puente Ruinas, la estación de Machupicchu, y después hacia el pueblo de Aguas Calientes, caminando por la senda que bordea la vía del tren. En ese pueblo, como indica su nombre, surgen unos manantiales de agua cálida como la ducha de casa y allí, en las piscinas acondicionadas al efecto, pude disfrutar de un buen rato de descanso para todo mi cuerpo y mis músculos tensos por el esfuerzo de la caminata. Después de una copiosa comida en un pequeño restaurante al borde de la vía del tren que atraviesa en canal ese gracioso y un poco anárquico pueblo ( me recordó esos poblados del oeste americano tantas veces vistos en películas), me paseé el resto de la tarde paseando por el mercadillo entre el ambiente de los múltiples puestos de recuerdos, esperando el humeante y ruidoso tren que ya al anochecer me llevó de regreso a Cuzco, cansado pero con un maravilloso sabor de boca y unas ganas enormes de continuar hacia el altiplano y el lago Titicaca esta vez, a la descubierta para mí de este maravilloso país.\n\n \n\n\n\n\n\n\n\n\n\n\n\n\n\n\n\n\n©emiliochamizo@yahoo.es\n
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  • 2007-09-04 08:13:23
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