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  • Nos levantamos un poco más tarde de lo que lo veníamos haciendo, ya que los pocos días que nos quedan son de pasar en el hotel, en la playa, hasta nuestro regreso. Como seguíamos enojados, nos fuimos a desayunar en tiempos diferentes, pero acabamos sentados en la misma mesa. Ro se fue a la playa y yo me fui a una junta con los del tour, donde mis mecanismos de defensa dicen que no comenté nada acerca de lo sucedido el primer día cuando nos dejaron, debido a que traía la cabeza todavía en la discusión con Ro. En parte, es cierto, en parte, es esa manía por no afrontar cosas y no saber quejarme y alzar la voz cuando veo que algo está mal hecho. ¿Me servirá de lección? Espero que sí, algún día, unidas a otras injusticias que he callado para ahorrare malos tragos (se está volviendo muy personal este diario, regresemos a lo que sucedió).
    Platicamos en la playa y mejoraron las cosas. Nos cobraron los camastros y eso minó aún más las reservas monetarias que ya son pocas. Nos fuimos caminando al puerta, ya cuando estaba llegando la noche, muchos barquitos, yates, de esas estampas donde se ven los muelles y los pequeños barcos blancos, que a lo mucho transportan a seis, siete personas, con sogas por doquier, en el vaivén de la débil marea que llega hasta esos lugares. Cualquiera ha visto estas estampas. Si el que lee esto no lo visualiza, no es por falla de la memoria, es culpa de este narrador que no elige las palabras adecuadas. (Si el que lee sí pudo visualizarlo, es culpa de su memoria, no del narrador, que usó palabras comunes para evocar una imagen que cualquiera que lo ha visto, recuerda).
    Vimos todo lo que podíamos comprar: mucho! No fue necesario voltear a ver la cartera: poco!
    Entramos a lo que Ro definió como el Oxxo africano y compramos agua, mucha agua porque hace mucho calor hasta que ya es de noche (que no es que el calor se vaya, si no que ya por lo menos, es soportable), y por que los precios del agua estaban muy muy baratos y hay que aprovechar.
    Cenamos en el restaurant. Está genial porque es buffet. Nosotros entramos con nuestra agua y listo, nadie dijo nada. (Ojo:nadie dijo nada!...) Nos acomodaron en una mesa para dos y al lado habían unos güeros que por los acentitos con los que hablaban, dedujimos que eran alemanes; ya saben, el acento tosco y rudo, fuerte, rayando en lo agresivo, para referirse a lo bien que les había tratado el día y lo felices que estaban.
    Conforme íbamos y veníamos con los platos rebosar de couscous, fruta y platillos raros, pero sabrosos, los alemanes nos volteaban a ver cada vez más. Como alarmados, como no sabiendo qué pensar. Nos dimos cuenta de ello al tercer plato de fruta o al tercero de couscous, antes dle postre, eso sí, y bajo el cobijo que de seguro ninguno hablaba español, Ro y yo empezamos a hablar de ellos, como de seguro ellos lo hacían bajo el cobijo de que ni ella ni yo, tenemos un dominio del alemán mayor del .1% si acaso podremos maldecir, dar las gracias y decir que los niños van al Kindergarden y que en Puebla, a dos horas de la capital, está la planta principal de la Volkswagen. Punto.
    Así acabó el día. Se fueron y a los minutos, con las barrigas hinchadas de tanto cuouscous, nosotros también.
    ¿Acaso nos veían así por el idioma? ¿Por que Ro parece española y yo un nativo? ¿Por que dónde cabe tanto couscous que nos comimos?
    ¿Por...el agua?
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  • 2010-10-25 02:24:41
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  • 25 Octubre de 2004
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