Hay un señor de unos sesenta años. Es calvo, blanco. Como toda la gente de su edad, tiene las orejas y la nariz, grandes. Está vestido con una camisa de manga corta blanca, con tirantes oscuros que van sujetos a un pantalón marrón claro. Me lo imagino saliendo bien abrigado con un suéter y una boina de invierno, una vez que ya se han ido todos y él es quien cierra la Escuela de Letras de Madrid. Quizá la descripción física no sea tan fiel. Quizá lo estoy confundiendo con el físico de Ferrero. Quizá la descripción de la vestimenta tampoco sea así. Quizá sólo es que así imagino a todos los señores españoles de esa edad. Es un señor que hace las veces de portero y conserje. No aparece en la información del personal de la escuela. Su labor es discreta, pero si uno se fija, ahí está, a veces saludando, a veces no. Arreglando las revistas de fotografía y el periódico mensual de la escuela que están junto al sillon, pequeño, que hay fuera de la oficina y los salones. Vive solo con su esposa, tiene varios hijos y su mayor anhelo es ya poder jubilarse, cumplir con los años requeridos y retirarse con su mujer a vivir de la pensión, a una casa que tienen en Ávila. La esposa es más joven. Antes bordaba y deshilaba manteles. En la mañana me fui solo al locutorio. Cuando salí Ro aún seguía dormida y mientras yo estuve aí dos horas contestando mails, ella aprovechó para escombrar su cuarto, leer un poco y empezar a preparar la comida. Luego de contestar los mails, yo hablé a México, a eso de las seis de la mañana, hora de allá, para asegurarme que mi ma iba a estar en casa, que aún no salía hacia el Museo de Antropología, para felicitarla porque hoy e su cumpleaños. Sí, sí la encontré y se puso muy contenta de escucharme.
Regresé a la casa y salí a correr. Es chistoso, la ropa térmica se ha vuelto una constante en nosotros, ropa térmica gris, ropa térmica blanca, siempre ahí; pero es que cuando salgo a correr no la necesito. Generalmente salgo con unos pants en las piernas, y arriba traigo una playera y una sudadera y ya. Y no es que cuando corra me caliente y por eso no pase frío, no. La playera es una de manga corta, que me helaría si saliera con ella, pero el secreto está en la sudadera, porque es una bastante decente, Nike, que me protege del frío. De cuello largo e incluso cubre las manos. Azul marino. Estoy pensando seriamente en integrarla en la ropa del día a día, cubre muy bien.
Comimos todos juntos y luego de lavar los platos, salimos a pasear al centro. Empezamos ahí por la Mayor, por la Ópera; luego nos fuimos por las calles de atrás hacia Callao, por donde está el cine, por el Convento de las Carmelitas Descalzas que siempre que pasamos está cerrado porque a las horas que está abiert, o estamos dormidos en la mañana, o estamos comiendo en la tarde; pero ya vimos el lugar de la expo de Gaugin. Paseamos por donde están las tiendas de chinos y de discos de acetato y la chocolatería a la que fuimos hace mucho tiempo pero que no nos gustó tanto como la de nuestro barrio. Pasamos a Casa del Libro, tanto a la de ahí atrás como a la de Gran Vía, buscando los libros que me pidieron, sin éxito (y yo preocupado porque pensaba que todos los habían conseguido y leído e iba a ser el único incumplido). Pasamos a la FNAC y bajamos por Preciados deteniéndonos muy ligeramente para ver las tiendas, los zapatos, los Convers, los espectáculos callejeros aunque hoy son pocos porque es lunes y no se compara la cantidad de gente que hay hoy con la habitual de fines de semana. Los violinistas que tocan el Canon aún no han llegado. Llegamos hasta donde está El Corte Inglés discos y enfrente, El Corte Inglés libros. Tampoco, tampoco ahí estaban los que buscaba.
Ro me dejó en la escuela, hoy hubo clase teórica. Se regresó a casita y volvió cuando yo salía. Pero llegó antes, y ahí estaba el señor de unos sesenta años. Y platicaron. De su esposa, de Ávila, de los hijos y manteles...
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