Como en una hermosa libreta marrón que tiene sus páginas en blanco, esperando ser escrita, que las palabras de nuestras andanzas hoy, mañana, en algunos años las llenen, comenzamos diciembre. Estuvimos descansando del día de ayer. Despertamos tarde y arreglamos un poco la casa, ya que ayer Clau nos avisó que la Sra. Concha ahora sí juró y perjuró de que vendría con el perito. Aquí no podemos jugar al juego de Pedro y el Lobo y siempre hay que creerle, así que la dejamos bonita para cuando ya había dado la hora.
Llegaron un poco tarde. Pero ahora sí llegaron! El perito vio toda la cantidad d desperfectos que hay en la casa (y a tomarles foto): los hongos, la gaveta del horror, la manija del baño que no le da privacidad a Benedetti y a Gabo, la madera que por la humedad se hincha y se bota, la plancha rota, la... ¿la plancha rota? Bueno, ejem, sí, fue considerada como parte de los desperfectos de la casa, pero aquí entre nosotros, Ro admite que sí fue ella quién la rompió, pero bueno, la señora Concha no ha sufrido lo que nosotros con lo de la parrillita, así que una mínima, por otras más graves que ella no ha pasado... También les dijimos de las ratas del edificio y yo ya empiezo a pensar que es la imaginación y fobias de Gabo, igual y fue un gato o una paloma, y les vió caras de rata... Los fusiles por los que tuvimos que ir con un vecino un domingo en la noche porque se había fundido y sólo una parte de la casa tenía luz...y la luz. La luz que fue un capítulo que ha pasado a la oscuridad de las cosas que no deben contarse, que mejor hacer de cuenta que no sucedieron.
Sucedió que un día de estos pasado. Un domingo, de hecho. Paf! Que se va la luz... y así estuvimos hasta la tarde del día siguiente. El gran problema de esto fue que la estufa, que aún teníamos, la calefacción, que aún no necesitábamos tanto porque esto pasó en octubre y el baño, sí, el baño, necesitan luz para funcionar. Así que ya se entenderá porque no entramos en detalles y mandamos ese día a la ignominia, porque básicamente no le podíamos jalar cuando íbamos, porque el agua nomás no se iba. El que más sufrió esto fue Gabo, porque su cuerpo desde México ya estaba más que acostumbrado a que el joven se despertaba, se levantaba y los órganos hacían lo suyo e inmediatamente ya tenía ganas de ir al baño...pero ese día no fue así, se tuvo que aguantar hasta que llegó a Moncloa, donde tomaba su tren de cercanías para irse a la escuela, para ahí poder ir al baño. Sudó, cuenta después con una risa, que sudó y que pensó que no llegaba, pero sí llegó.
Pese a todo, la verdad la casa la tenemos muy bien y está muy bonita.
En la noche nos pusimos muy pimpones. Ro con su abrigo nuevo y yo con mi suéter de cuello alto negro y zapatos. Perfume y loción. Bien peinados. Nos fuimos a pavonearnos a Callao y entramos a cenar a un restaurante italiano que está del lado derecho de por donde sale uno del metro, al final de la calle donde antes vivíamos, el segundo hostal donde estuvimos.
La cena de festejo, porque seguimos festejando, porque aquí el aniversario también es el primero de diciembre, estuvo muy muy rica, italiana, con palitos de pan, lasaña, vino, los meseros muy atentos. El lugar está muy romántico y muy bello, con una vista de la zona Callao-Gran Vía. Mesas de manteles blancos y y un aire amarillo luminoso que nos radió nuestras sonrisas y la plática deliciosa con brindis por nuestro futuro. Lo increíble fue que no había mantequilla. Fue tan bello...
Al salir pasamos a una tienda de chinos que estaba por ahí, bajando la calle, ya cuando no faltaba mucho para que cerraran. Nos fuimos al metro. Una joven guapísima, y un joven galán, subieron por Rascón las rampas, para llegar a casita.
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