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  • Topo, totopo, topito, el topo toca el pito, si el pato se toca con el topo, a ... lo quito
    Luego de repeticiones y repeticiones, Ro lo logró. Estábamos formados en la fila para entrar al Thyssen, era enooooooormeeeeeeee! Se salía del museo y había poco espacio para que los peatones caminaran por la acera. Cuando ya pasamos por las rejas negras, Ángel empezó con su juego del topo y el pato. Ro estuvo dale que dale repitiéndolo: no, nada, así no, que no, no, te falta, no, eso no va, así no, nada, no, que no, que no!, oh, ya casi, no, uy!, no, ya mero, ahí va, ya mero ya mero, ya te había casi salido, no, nada, venga, otra, no, eso...no!, no, nada... Luego de varios intentos, cuando aún estábamos fuera del recinto y la fla no daba muestras de avanzar:
    –Topo, totopo, topito, el topo toca el pito, si el pato se toca con el topo, a golpazos lo quito!
    Todos nos pusimos contentos... hasta la chava que estaba atrás de nosotros le dijo unas palabras de felicidad ya que ella también había sido testigo de las repeticiones, las repeticiones, las repeticiones, hasta que salió bien. Ella también se puso contenta y se rió.
    Fue como una señal, el que ya saliera bien lo del Pato y el Topo, ya que seguíamos afuera del museo y adentro las multitudes también se veían monstruosas. Luego de deliberarlo rápidamente, Ángel, Ro y yo, decidimos salirnos de la fila.
    Fuimos al zoológico! Está caro, en especial en comparación con el de allá de Chapultepec (en ese caso, está carísimo, es un robo el de acá!...) Pero valió mucho la pena, nos la pasamos muy bien viendo pingüinos, jirafas, panteras, el show de los osos, leones, vimos el espectáculo de los delfines (nadie se sentó en las primeras filas, ya que como es de esperarse en estos casos, los delfines van a mojar a la gente, pero con este frío, eso sería insoportable...aunque los delfines se portaron bien, sólo mojaron un poquito las primeras butacas), nos peleamos con una familia (los muy desdichados le estaban dando de comer a los animales cuando ahí al lado, justo al lado, había un letrero donde se pedía precisamente no hacer eso! Les reclamamos y el tipejo nos puso cara burlona y actitud de que n nos andáramos metiendo donde no nos llaman, pero Ro y yo estábamos muy enojados de que hiciera eso! Angelito tomó una posición anti-violencia y mejor votó porque ya nos fuérmaos y eso hicimos, también ellos, en direcciones opuestas... Pero sí nos enojamos! Que no manchen!), vimos a los tiburones y en general todo el zoológico.
    El que merece un párrafo aparte, es el gorila: sentado un poco de lado, junto al cristal. Estábamos en una parte cerrada para nosotros los visitantes, como si fuera una cueva y los cristales daban al exterior donde, en este caso, se encontraba el gorila. Tenía un pelaje negro-grisáceo, que brillaba y a ratos era blanco, según cómo le diera la luz del sol y la viéramos desde el cristal. Se giró un poco a la izquierda, así estuvo un rato, viendo al frente y dando ojeadas a nosotros, un grupo como de quince personas que iban y venían, aunque nosotros tres nos manteníamos ahí, expectantes, maravillados del animal. Luego ya se giró completamente hacia nosotros. Sentado sobre su trasero, en el borde de su hábitat, con el brazo extendido podría tocar el cristal que nos separaba. Sus ojos nos veían, sus ojos a nuestros ojos, pasaban a otro, pasaban a otro visitante más, miraba sus manos, volteaba a su hábitat y regresaba a la posición frontal para volver a mirarnos. Sus pupilas a ratos se concentraban de seguro en su reflejo aunque no siempre, porque sí pasaba revista por sus invitados. Yo juro que en algún momento se me quedó viendo más tiempo del que les dedicaba a los demás. ¿Qué estaba pensando el gorila mientras me veía? Fueron unos cuantos segundos en que nos mantuvimos la mirada... Yo sé que no pensé en nada, sólo el momento. ¿Y él?...
    Ya de salida, como aquí atardece muy temprano, nos fuimos con la bonita estampa de unas jirafas, unos bisontes y los árboles, la vegetación a los que ellos están acostumbrados. Si no fuera por el frío, uno podía mirar hacia el cielo, al morado, azul ,negro, violeta y rojo, con las hojas de las primeras ramas de lo alto de los árboles y hasta podría imaginar que estábamos en África... si no fuera por el frío...
    Nos fuimos corriendo Ro y yo. Había una peli que nos había llamado la atención, se llamaba Roma. Ángel ya había quedado con su madre y su tía, así que él se fue con ellas. Ro y yo llegamos justo cuando la función había empezado, aún pasaban los crédito iniciales. Es raro... Es una peli que nos impactó, que yo puedo decir que está entre las cinco pelis que más me gustan, y no recuerdo en qué cine la vimos. También es raro... sólo la he visto una vez, es que es muy difícil conseguirla. Pero si alguien puede o sabe dónde conseguirla, será bueno: Roma, de Adolfo Aristaráin, con Juan Diego Botto y Susú Pecoraro. Que bonita y emotiva película, salimos en trance Ro y yo del cine. Contentos y emocionados por ver tan buen película sin saber mucho de qué iba: un periodista que visita a un anciano escritor, quien le empieza relatar su vida, los sesenta en Buenos Aires, los amigos, el amor y la relación que llevó con su madre, Roma. Vale muchísimo la pena esta bohemia película.
    De regreso en casita, llegó Ángel y estuvimos jugando luchitas. Ánge no midió sus fuerzas y me pegó y sí me dolió...ahí acabó el juego.
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  • 2010-12-27 20:02:03
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  • 29 Diciembre de 2004
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