Vamos temprano a ver un departamento que a nadie convence. Empiezan los desayunos frugales y éste sólo consiste de churros, nuestro estómago se tendrá que acostumbrar a los pequeños desayunos. Luego de ahí vamos al Rastro y de una manera lejana nos sentimos en Coyoacán, pero obvio, con otro acento. Regresé a dormir, no sé qué hicieron los demás. En la tarde-noche hablé por teléfono con mi papá. Cenamos lo más cercano que hay aquí a unos tacos al pastor: los Doner Kebaps! aunque aún así el sabor no se compara; Ro está de acuerdo, tanto que no se acabó su comida y mientras Gabo y yo nos acabábamos su ración, ella le prestó 65 euros a María que no tenía dinero.
Pasemos por el Palacio y la Ópera, las noches están muy agradables, lejos del calor del verano o del frío que se avecina, de los últimos meses del año. Se puede andar en mangas cortas y disfrutar de los atardeceres.
De regreso al hostal, Ro me enseña a jugar cartas.