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  • El vuelo salió puntual. Extraño, porque el embarque se convirtió en un mero medidor estricto de maletas. Sólo un bulto para los pobres que no facturamos, porque la facturación de maletas ronda los 30 euros Las tres azafatas sólo dejaban un bulto literal. Ni siquiera la cámara de fotos, menos aún una bolso de chica de mano. Un bulto y con las medidas establecidas y el peso fijado. Máximo: 10 kilos. Para lo primero contaban con una estructura que verificaba las dimensiones de tu maleta. ¡Menuda pelea! Decenas de pasajeros se enfundaba ropa para adelgazar su equipaje porque veían que su maleta, excesivamente gorda, no entraba en el hueco que dictaba la compañía. Mientras, otros trataban de embutir sus bultos extras en su única maleta. Un espectáculo y sólo eran las seis de la mañana. \n \n Recompensa volar en 'Low cost' por el coste. Esa es mi primera experiencia antes de pisar tierras inglesas. Decir que el inicio de este viaje no fue todo lo esperado. El vuelo no es relajado pese a que las azafatas te lo desean tras el despegue.\n \n Son las 6.30 horas de la mañana. Todos los pasajeros, lógicamente, quieren dormir. Sin embargo, va a ser imposible. Nada más tomar el cielo, una luz cegadora artificial nos despierta. Por alguna razón, lejos de la seguridad intuyo, la compañía ha decidido que esa luz es la adecuada para viajar. Excesivamente blanca para mi gusto. Pensé que con vendarse los ojos era suficiente. Lo hice con mi palestino. Estaba ridículo, pero quería dormir. Necesitaba dos horas de sueño. Me había acostado a la 1.30 oras con cinco cervezas en el cuerpo y un porro de maría. Me había levantado a las 4.15 horas y tenía un largo día por delante. \n \n Sin embargo, la venda no fue suficiente. Tras la explicación obligatoria de seguridad, en mi opinión, por primera vez, excesivamente explícita, llegó el tour comercial inexplicable. La tripulación, que irónicamente nos pidió que nos relajáramos y disfrutáramos del viaje, nos atormentó durante todo el vuelo. Cerrar los ojos se convirtió e una tarea imposible. \n \n Cerré los ojos, me relajé en mi oscuridad artificial y justo cuando empecé a confundir mis pensamientos con los sueños, una voz estridente anunció en inglés el momento bar. Primero por el microfonillo, después asiento a asiento. Antes ya habían pasado ofreciéndonos la revista del avión. Luego la carta o menú. \n \n No había pasado quince minutos cuando llegó el show del 'rasca y gana'. La compañía volvió a anunciarnos por megafonía (nunca mejor dicho) la venta de unos boletos de dos euros con premio y que servían para ayudar a niños con problemas de visión. "¿Por volar con ellos y tener que soportar su luz cegadora?", pensé con excesiva maldad.\n La siguiente venta fue la de las tarjetas telefónicas. El sistema fue idéntico. Primero la megafonía, inglés y español y después sitio a sitio. Tras el anuncio del clima en Londres, (nuboso por supuesto) llegó la venta de transformadores para los enchufes ingleses. Y antes de tomar tierra, de nuevo el bar. Y al tocar tierra, una trompetilla anunciaba que la compañía había sido puntual. 'El 90% de sus vuelos lo eran' aseguraron, de nuevo por megafonía.\n Tocar tierra, nunca mereció tanto un aplauso. Al fin pisaba Inglaterra. Estaba en Londres y eran las 8.30 de la mañana. Sólo había dormido tres horas.\n\n\n
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  • 2009-04-19 09:44:50
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  • Vivencias Inglesas: El avión
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