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  • No necesitamos navegar mar adentro para que una tormenta despiadada nos arroje, sin saber cómo, a una balsa de madera, rota, sin ropa, con barba, anoréxicos, desorientados, hambrientos y sedientos. La ciudad también nos naufraga. Nadamos torpes bajo el agua, esquivando competidores, emergiendo la cabeza y haciendo una urgente 'o' para tomar el escaso aire limpio que pulula libre a primera hora de la mañana. Hoy, el mar de la urbe despierta gris; el asfalto se refleja en el cielo, neutro e indiferente. Las carreras por una prisa que, no se piensa ni razona, y acelera un corazón fatigado, ausente de ejercicio. El vaivén seco del día a día nos sumerge en un oleaje difícil de sortear. Nos sumergimos en el alcohol, en el trabajo, en el amor y el desamor, en las amistades, en la prisa de un lunes y en la ansiedad de un corto fin de semana; incluso en las vacaciones tan anheladas. Falta disfrute y no se vende. Nadamos pensando en llegar. No nadamos sintiendo el instante. Nuestros brazos rompen el agua y cada centímetro de nuestra piel avanza lentamente bajo el agua... \n\nEl peligro de las corrientes de esta ciudad obliga a ondear la bandera amarilla. Somos muchos los ciudadanos que hace tiempo que nos dejamos llevar por el mar. \n\nNoto a la ciudad desorientada, ahogada, perdida en su pequeño mundo. Miradas vacías y preocupadas; dormidas y ausentes. Miran al mañana sin saber que a hoy le restan doce horas. Lanzamos el ancla al viernes cuando aún nos encontramos navegando en el lunes. Me incluyo como marinero ansioso. Desearía el cargo de capitán por los galones y la posibilidad de toma de decisiones. Pero somos ciudadanos rasos. Y quizá, por dicha sensación nos comemos los días sin saborearlos. A veces, el plato da nauseas. \n\nEvitamos las olas que furiosas y enormes avanzan a romper sobre nuestros cuerpos desnudos. Nos vestimos con escudos ficticios para caminar por las calles de esta ciudad. Cruzamos cada problema por encima y debajo, sin afrontar la batalla. Únicamente remamos, y lo hacemos con fuerza sin vigilar a estribor ni a babor. Un sólo objetivo: Llegar a puerto para de nuevo volver a partir. \n\nAbsurdo mundo en el que la huída de un metro ante nuestros ojos y tres minutos de espera se convierten en la primera odisea que nos enerva. Extraño planeta en el que, por falta de espacio en un vagón, vivimos tan cerca el uno del otro, pegados, y nos sentimos tan lejos. Difícil vida seca en esta capital de corrientes incontroladas. Yo me lanzo, salto, de cabeza, y me sumerjo; desaparezco, y espero que la suerte me traslade a un trozo de mar desierto, donde sé, sin duda, que estarás tú.\n
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  • 2010-10-28 09:13:37
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