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  • El esqueleto de una vieja olma milenaria preside el paisaje de Frumales, un veterano pueblo segoviano. Antaño, sus ramas daban cobijo a las charlas de los mayores y los juegos de los chiquillos, convirtiéndose en el centro de la vida de un pueblo, que cómo el tronco muerto del viejo árbol, se extingue poco a poco. Ahora la mayor parte de sus habitantes tiene más de 60 años y han pasado muchas estaciones desde el último nacimiento. El último vecino del pueblo nació cuando el arroyo Cerquilla aún se desbordaba con el deshielo. Ahora, la explotación del agua para regadío deja pasar por la localidad un finísimo hilo de arrollo.\n\n

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    Dicen que plantaron la olma en el siglo XI, para que diera sombra a los fieles mientras esperaban a entrar a la iglesia románica del pueblo, que por entonces estaba construyéndose. Pasaron los años y la vieja olma fue testigo del trasiego de los habitantes de Frumales que cargaban en latas la resina de los pinares para venderla. También veía pasar a los trabajadores del campo que regresaban a su casa tras una dura jornada. Mientras tanto, algún pillo se escondía en el interior de su tronco, de nueve metros y medio de diámetro, para burlar la vigilancia de su madre, que preocupada, gritaba el nombre del pequeño. Todo eso se conserva en la memoria de los mayores que no dudan en contar todas las historias que vivieron en su infancia.\n\n

    La olma sobrevivió a las inclemencias del tiempo, a las guerras, incluso al fuego y fue un microscópico hongo el que acabó con su vida. La grafiosis fue secando sus hojas a pesar de los intentos de la gente del lugar por frenar la enfermedad. El esqueleto de árbol se conserva como recuerdo de lo que fue. De vez en cuando, algún vecino contempla con melancolía la madera muerta, pensando quizás, que la inclemente muerte visita hasta las criaturas más robustas. \n\n

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    Cuando me planté frente a la olma, ya muerta desde finales de los años 80, pensé en lo majestuosa que debió ser en vida, pero sobre todo, pensé en el simbolismo de la muerte de ese querido árbol. Supongo, por empatía, que cuando se cayó la última hoja, los habitantes de Frumales debieron pensar en su pueblo, en lo que fue y en lo que se ha convertido. Siento lástima por todos aquellos parajes que fueron fuentes de vida otrora y que ahora, con la migración a las ciudades y la devaluación de la vida rural se han ido convirtiendo en pueblos residenciales donde unos pocos vecinos mantienen viva la llama del pasado. \n\n\n

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  • 2008-11-15 20:04:16
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  • La vieja olma de Frumales
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