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Al noroeste de Atenas se encuentra Kalambaca, una de las ciudades más impresionantes de toda Grecia. Acabábamos de dejar atrás el mundo oriental en un viaje de más de catorce horas entre Estambul y Tesalónika. Aprovechando que estábamos en territorio griego quisimos conocer los monasterios de Meteora, construidos en la cima de esbeltas montañas de roca.\n\n\n\n\n\n
\nMeteora pertenece a la ciudad de Kalambaca. Para llegar allí desde Tesalónika, teníamos que coger un autobús y después un tren. Desde luego, el viaje de autobús fue de los más espectaculares que he visto, pero esa es otra historia. Tardamos seis horas en llegar a Kalambaka, eran las cinco de la mañana y convencimos a los ferroviarios para que nos dejaran dormir un par de horas en un viejo cuarto abandonado de la estación.\n\n \nNos despertamos con los primeros rayos del día que entraron en la estancia. Al salir, quedamos maravillados por la belleza del cinturón de montañas que rodeaba Kalambaka. Nuestra próxima parada era esa colosal columnata a escasos kilómetros. Cogimos un autobús que nos dejó en el centro de Meteora. Hablamos con el dueño de una tienda de souvenirs para dejar las mochilas. Al mirar hacia los monasterios, me invadió la incredulidad: no podía creer que unos monjes hayan construido con sus propias manos unos monasterios en lo alto de unas montañas de roca. Pues sí, han pasado siete siglos desde que los primeros monjes ortodoxos se subieran a lo alto de las masas rocosas para evitar los ataques de turcos y albaneses. Resulta curioso que los habitantes de los monasterios ascendieran a sus hogares con un sistema de poleas y una pequeña cesta. Ahora, se accede a través de una hilera interminable de escalones que atraviesan el corazón de las rocas. \n\n \nLos monjes ortodoxos siguen siendo los amables anfitriones de los monasterios. Bueno, ciertamente son monjes y monjas ortodoxos. En total, hay seis monasterios, dos habitados por monjas y cuatro por monjes. La visita a los monasterios es obligada, eso sí, es obligatorio que las damas oculten sus piernas tras largas faldas que los propios monjes facilitan a la entrada. \n\n\n Desde uno de los miradores, me paré a pensar en las grandes obras que es capaz de hacer el hombre. Al mismo tiempo pensé en lo poco que se tarda en destruir lo creado, como ocurrió con muchos monasterios durante la Segunda Guerra Mundial. Lo último que pensé, antes de que me vinieran a recoger, fue lo malo que tiene que ser quedarse sin tabaco o bajar a por pan. \n\nMás información en:\n\n Cuando los griegos quisieron tocar el cielo\n\n Información sobre Meteora \n\n
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