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    La oscuridad puede tener un impacto psicológico fuerte. Puede causar depresión en personas que sufren desorden depresivo estacional (o depresión invernal), miedo en personas que padecen nictofobia, confort en ligófilos, o atracción (como en la cultura gótica). Estas emociones se usan para dar fuerza a imágenes literarias.\n\nLos textos religiosos muchas veces usan la oscuridad para dar sentido visual. En la Biblia, la oscuridad fue la penúltima plaga (Éxodo 10:21) y el escenario para "llanto y rechinido de dientes" (Mateo 8:12). Una interpretación del Corán dice que aquellos que transgredan los límites de lo que es correcto, estarán condenados a sufrir "desesperación que quema y oscuridad fría como el hielo". (Nab 78.25). En la mitología griega, tres capas de oscuridad rodean al Tártaro, un lugar para los peores pecadores tan bajo como Hades está lejos de los cielos.\n\nEl uso de la oscuridad como Figura retórica tiene una tradición antigua y persistente. Shakespeare, trabajando en los siglos XVI y XVII, hizo llamar a un personaje Satanás el "príncipe de la oscuridad" (El Rey Lear: III, iv) y le dio a la oscuridad garras para devorar al amor.(Sueño de una noche de Verano: I, i) Chaucer, un escritor inglés del siglo XIV escribió que el trabajo de los caballeros es expulsar las "obras de la oscuridad" Dante describió el Infierno como un lugar "manchado de oscuridad pura".\nIncluso en Inglés Antiguo, existían estas palabras para designar a la oscuridad: heolstor, genip, y sceadu. Heolstor también significaba "guarida" y se convirtió más tarde en holster (funda); genip significaba “neblina” y cayó en desuso como muchos otros verbos fuertes; sceadu significaba “sombra” y continuó usándose. La palabra "darkness" evolucionó de deorc, que significaba “oscuro”.
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    \nWikipedia "Oscuridad"\n
    \n\nAl golpe apagado de la puerta del coche, siguió el sonido del dispositivo de cierre central que indicaba que las puertas traseras sólo podrían abrirse desde fuera. Durante el trayecto no hablamos, —o, mejor—, me ignoraron y hablaron entre ellos. Yo, en una severa crisis de regresión infantil, iba sentado en el asiento posterior y casi pegaba la nariz a la ventanilla del todo terreno del director Maynard. Fritz, obviamente, me acompañaba y también miraba gravemente concentrado la oscuridad a través de su propia ventanilla. Había cambiado su uniforme blanco por un traje gris barato, y cuando intentó hacerse del asiento del conductor, el Dr. Bleuler ladeó la cabeza hacia mi lado y con los ojos le indico que se sentara atrás.\n\nTuvo que haber sido una idea del Dr. Bleuler, a la que Montserrat se prestaría encantada. Susanne Hauser, la asistente de Bleuler, vino acompañada de Fritz hacia las 17h30 a decirme que tenía una invitación fuera del Manicomio. Mire a Fritz para saber si él era también participe de la broma, pero sólo vi en sus ojos la misma mirada bovina de siempre.\n\nEl trayecto duró apenas veinte minutos, y nos detuvimos frente a lo que parecía una iglesia, cuyos jardines estaban perfectamente iluminados. Mi primera idea fue que me iban a aplicar una terapia de Bach o Monteverdi, pero ellos sonrieron y Montserrat me dirigió la palabra con la misma naturalidad como si hubiéramos hecho Barcelona-Basel en coche en “tête-a-tête”: \n—No se preocupe, ninguna terapia se hace de noche y sin el acuerdo expreso del paciente. Sus palabras lejos de tranquilizarme, sólo añadieron curiosidad a mi creciente ansiedad.\n\nAl descender de la Mercedes todo terreno del director Maynard, seguramente el Dr. Bleuler notaría mi palidez, porque me dijo con voz calma, —Lo que vamos a hacer, no es nada peligroso. Usted no sufre de ninguna fobia, así que la experiencia será más bien divertida. \nLuego se dirigió a Friz y le dijo —Espere en el auto.\n\nEl Dr. Bleuler abrió la cancela, al mismo tiempo que anunciaba —Son siete escalones. \nA lo que Montserrat le contestó, —Lo sé, todas las iglesias protestantes a desnivel los tienen, simbolizan los 7 pecados. \n—Esta no es una iglesia protestante, dije con voz triunfante, —No tiene el gallo.\n—Esta no es una iglesia. Es un restaurante, sonrió Bleuler. —Pues, parece que está cerrado, contesté.\n\nDe repente, la puerta se abrió, y una chica sonriente y con gafas muy espesas salió a recibirnos en lo alto del pecado más grave. \n—Buenas Noches, tenemos una mesa reservada para tres. Contestó, \n—A nombre de Maynard. Había sido su idea. Quizá él debía venir y al final algún compromiso político se lo impidió.\nKaren, la chica miope, recibe los impermeables y le pide el reloj al Dr. Bleuler, así como el collar de perlas naturales que lleva Montserrat.\n—Brillan en la oscuridad. Explica, con un tono de conspiradora. \nAmbos apagan los móviles y los entregan igualmente. Un proyector conectado a una laptop muestra el menú: no hay gran elección, y como está en Alemán, es el Dr. Bleuler quien elige un menú degustación para los tres.\n\nAl abrir la puerta hacia la oscuridad más absoluta, Karin, le ofrece la mano al Dr. Bleuler y nos pide que hagamos lo mismo y la sigamos. Rápidamente, froto mi mano contra el pantalón para asegurarme que no este húmeda, luego siento la mano firme y suave de la Dra. Pi. Pienso en cuadros, rombos y en el fichero de la biblioteca para contener la excitación que me produce esa mano cálida y abandonada en la mía. Nos adentramos en un recinto absolutamente obscuro, algo bullicioso para los estándares de los restaurantes suizos. Sólo se escuchan voces, y unas campanillas que todo el personal lleva en el cuello. Karin, nos advierte que no debemos desplazarnos solos y que si lo deseamos debemos llamar a alguien para que nos conduzca a los servicios, por ejemplo.\n\nKarin nos ayuda a sentarnos, uno por uno, en una mesa redonda. Me ayudo con la mano libre y a tientas sigo la contura de la silla, el borde de la mesa. Mis dedos tropiezan con algo que resulta ser un plato. Pasados los primeros minutos, caigo en cuenta que el Dr. Bleuler es mucho más locuaz en la oscuridad. Hablan en español, y los temas pasan de la consabida crisis inmobiliaria en España a la producción de vinos españoles. Parecen haberse olvidado de mi, pero no me importa porque no me siento con ganas de hacer conversación de sobremesa. A pesar de estar acostumbrado a moverme en la oscuridad de mi habitación, pues las luces de los dormitorios del manicomio se apagan a las 20h30 sin excepción, no logro habituarme a esta oscuridad total llena de voces y ruidos de platos y olores de comida.\n —Está muy oscuro. Digo, sin darme cuenta, y me arrepiento de la banalidad enorme que acabo de proferir. Bueno, total, soy un paciente de este manicomio, tampoco esperan que les diga nada inteligente, me consuelo en la oscuridad de mis pensamientos.\n\n— Ahora entiende lo que es ser ciego. Me dice la Dra Pi.\n— Pensé que los ojos se acostumbraban a la oscuridad rápidamente. Repliqué.\n— La retina normal actúa como el diafragma de una cámara fotográfica. Pero en ausencia total del estimulo lumínico el trabajo mecánico del ojo cesa y el cerebro se llena de oscuridad, por decirlo de alguna manera.\n\nLa cena se anuncia por el sonido de los cascabeles de una de las camareras. Karin nos ha explicado que todos los que trabajan ahí son invidentes, a excepción del cocinero, quien tiene, menos mal, sólo una severa miopía. Cierro los ojos y busco la memoria de la luz para tratar de orientarme. Sé, por una novela de Saramago, que comer será una empresa difícil, pero me imagino que el restaurante debe estar preparado para estas contingencias. Escucho las risas del Dr. Bleuler y de Montserrat y siento celos sin saber de qué.\n\nLos platos estaban compuestos a la manera de la “nouvelle cuisine” así que no era fácil encontrar la comida en ellos. El ruido de los tenedores contra los platos me hacia recordar las comidas en el comedor del internado, y las amenazas del auxiliar de conducta que nos amenazaba con hacernos servir la comida en platos de cartón. El Dr. Bleuler me dice que está comiendo con la mano.\n\nPor ratos los comensales de las otras mesas soltaban reales carcajadas que parecían retumbar en la oscuridad, algunos proferían bromas de dudoso gusto seguramente sintiéndose impunes por la ceguera generalizada. En nuestra mesa, yo bloqueaba cualquier intento de discusión tripartita, aduciendo que no podía concentrarme en nada en esta oscuridad. En un momento dado, sin embargo sentí la mano tibia de la Dra. Pi, mientras me decía. —Esto no es una prueba de nada. Es una manera de conocernos, simplemente.\n\n—Creo que sufro de nictofobia, dije. A lo que el Dr. Bleuler respondió, con un deje de impaciencia. \n—Podemos regresar a la clínica, pero sería una lastima que no termináramos de cenar. ¿No cree?\n\nLa cena duró un par de horas interminables, creo que la causa de mi angustia era no poder mirar el rostro de Montserrat.\n\n
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  • 2008-09-27 11:09:21
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  • El demente y "la angustia de no poder mirar el rostro de Montserrat"
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