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  • Semblanza de Nacho Sevilla.\n\n

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    Nacho podría ser el nombre de un pájaro. Habita en una zona con un microclima especial, entre los embalses del Burguillo (Ávila) y el de San Juan (Madrid), duda y no se decide por ninguno de los dos, va y viene. \n\n

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    Lo que más le gustaría en esta vida es volar, pero no como cualquier pájaro. Volar por encima de las malas gestiones de territorios que él conoce bien y picar donde haga falta para poner remedio a los desaguisados medioambientales.\n\n

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    Cuando mira con su vista de pájaro los datos estadísticos y los resultados de los análisis biomédicos, te puede hacer un diagnóstico certero de la situación de un paraje, una zona, una región, un país, un continente y hasta de todo el planeta.\n\n

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    Tiene la cabeza llena de pájaros, y algunos se le han escapado entre los dedos en dibujos a plumilla y acuarela. Vamos, que tiene una plumilla tremenda. Con un estilo pre-rafaelista no se le escapa ningún detalle de los que están en la naturaleza. Mas que pintar, fotografía y disecciona con sus pinceles, saca hasta el último pétalo de esa flor perdida en el fondo. Su especialidad son las aves,\n\n

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    De tanto ir con sus mayores, cuando era pequeño, al Museo de Ciencias Naturales de Madrid, casi le salen plumas. \n\n

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    Del mundo ornitológico controla desde lejos, las siluetas y el modo de vuelo, y los sonidos, y de cerca los perfiles, los picos, crestas, plumaje y garras, amén de huevos, nidos y deyecciones. Encuentra una pluma suelta y te dice la especie, si es de la parte de la pechuga, de la pata o de un alón, y te precisa izquierdo o derecho. \n\n

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    Vas caminando por el campo, y ve, y te muestra un insecto pinchado en el pincho de una alambrada, y te cuenta que lo ha hecho tal especie de ave, que ensarta los escarabajos de tal tipo para comérselos. Si lleva los prismáticos o el telescopio, parece que tiene telepatía y hace reposar a los pájaros en la rama que él quiere para poder observarlos y enseñártelos. A ojo desnudo adivina, como por arte de magia, donde están, y te los muestra, tu llegas a encontrarlos a duras penas con los gemelos, y en el momento que los enfocas emprenden otra vez el vuelo.\n\n

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    Sueña, como si fuera un Noé moderno, que da la vuelta al mundo, caminando con un montón de anillos, y atrapa al vuelo a una hembra de cada especie, la pesa, la mide y la anilla en una ceremonia de boda continua y sin fin.\n\n

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    Es el mejor ilustrador de portadas de diaporamas de la Diapoteca Española, y como muestra a continuación exponemos unos botones. \n\n

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    PASIÓN POR LAS AVES\n\n\n\n

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    A veces nuestras aficiones o verdaderas pasiones surgen de una manera caprichosa o por lo menos inesperada. Mi pasión por el mundo de las aves fue despertada de manera indirecta por mi abuelo. Mi abuelo era aficionado a la caza.\n\n

    Al principio de la década de los 70 no había ninguna sola ocupación que me hiciera disfrutar tanto como salir al campo con mi abuelo y mi hermano. Íbamos de caza, yo sin escopeta. Creo que era algo así como el perrillo que se encargaba de recoger las presas abatidas por las perdigonadas. No miento si digo que mi interés por las aves me invadió a través de todos los sentidos. Veía a las aves volar y posarse antes de su fatal destino. Oía sus cantos y reclamos que las delataban y permitían su localización y oía también los disparos. El olor de los campos en las mañanas frescas de otoño me perseguirá toda la vida, así como el de la pólvora de las detonaciones. Tocaba los calientes cuerpecillos de las presas, aves sin vida, frágiles y livianas entre mis manos infantiles. Y las probé todas: guisadas, asadas, fritas. Mi abuela pelaba los pajarillos, los evisceraba y cocinaba con cierta resignación. He visto en mi plato muchos zorzales o estorninos, pero también picapinos, trigueros e incluso algún picogordo.\n\n\n

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    En aquellos tiempos se disparaba a cualquier animal que volara, incluidas las imponentes rapaces (a estas con más motivo). Mi abuelo era capaz de reconocer algunas especies, claro, y nombrarlas con precisión. Sin embargo había ciertas categorías que englobaban a un número sospechoso de pájaros que no se parecían demasiado entre sí. Esto era especialmente notorio entre los pajarillos más pequeños. Básicamente, para mi abuelo, las aves pequeñas podían clasificarse en “Culirrubios” y “Gorditos”. Según el mismo criterio los primeros no debían ser disparados, sobre todo por que no tenían un bocado suficiente que mereciera la pena el cartucho. Entre los gorditos, que tenían la desgracia de ser objeto de caza y por ello podía observar mucho más detenidamente, descubrí una enorme variedad de formas y colores.\n\n

    A pesar de la obvia admiración que los niños tienen por sus mayores y el respeto a sus conocimientos, empecé a sospechar que mi abuelo, quizás, se equivocaba en su clasificación. No podía ser que hubiera tal cantidad de pájaros con diferencias tan claras que recibieran el mismo nombre. Sobre todo cuando a veces un pajarillo al que habíamos clasificado anteriormente en la categoría “culirrubio” pasaba (pobre de él) a la otra y acababa manoseado por mí y después por mi abuela. Esto solía ocurrir en los días más fríos, cuando las aves ahuecan su plumaje para calentarse y les hace tener una apariencia más rechoncha.\n\n\n

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    En aquella época teníamos en casa tres volúmenes fabulosos de una “historia natural” publicados en los años 50. Eran tomos enormes encuadernados en cuero color granate, estaban repletos de espectaculares ilustraciones de fauna y por supuesto con muchas especies europeas y españolas. Utilicé aquellos libros como primera guía de identificación, encontré las imágenes de los pajarillos que abatíamos en nuestras jornadas de caza. Cada ave tenía su propio nombre, y no era un nombre nada fácil de recordar (bisbita común, papamoscas cerrojillo...).\n\n

    Por supuesto intenté memorizar todos los nombres de los pajarillos que conocía y podía identificar, así como los que me gustaron y pensaba encontrar en cualquiera de las próximas salidas. Mi destino estaba sellado, la afición me había enganchado. Un terreno en el que ¡sabía más que un adulto!, y aún quedaba una inmensidad por descubrir. A partir de ese momento esperaba con auténtica ansiedad cada salida cinegética, aunque hubiera que madrugar una barbaridad, andar en exceso y pasar mucho frío en ocasiones. \n\n

    No se porqué pero pasaron unos años antes de que le dijera a mi abuelo el nombre de las especies que había descubierto en el libro. Supongo que sentía pudor de demostrarle que sabía cosas que él ignoraba o simplemente no quería ofenderle. Sí recuerdo el día en que le convencimos para empezar a hacer la colección de “Fauna” del Dr. Félix Rodríguez de la Fuente. Los primeros tomos versaban sobre África y pasé bastantes semanas impaciente hasta que, por fin, llegaron los fascículos correspondientes al tomo 4: “Eurasia y Norteamérica”. Eso si que era interesante, animales (sobre todo aves) que podría reconocer el próximo fin de semana en mis correrías campestres. Consultando las páginas juntos, señalé una foto de un “culirrubio” y le dije con naturalidad: “mira abuelo, una curruca capirotada como la que vimos el otro día”. Él me miró y no dijo nada, pero a partir de entonces empezamos a compartir una interesante afición por los libros de naturaleza, sobre todo aves, que él compraba y todos leíamos.\n\n

    Nuestra última colección en común fueron los “Cuadernos de Campo” de Félix. Corría el año 1978, salían todos los viernes y costaban la no despreciable cantidad de 100 pesetas. Es difícil expresar la excitación que sentía cada vez que nos acercábamos al quiosco a retirar el ejemplar de turno. Estoy seguro de que me temblaban las manos cuando lo tenía en mi poder y creo que disputaba con mi hermano para ver quién lo leía primero. Fue entonces cuando empecé a elaborar mis propios cuadernos de campo, algo que no he abandonado hasta la fecha. \n\n

    Al año siguiente reuní suficiente dinero entre pagas, reyes y cumpleaños para comprarme mi primera guía de identificación de aves de verdad, la “Peterson”. Mucho más tarde conseguí unos prismáticos decentes y pude dejar de utilizar los binoculares de 16 aumentos heredados del abuelo, casi imposibles de enfocar y siempre amenazando con partirme el cuello bajo su pesada carga. Luego han venido más cosas pero las que he narrado son suficientes para enmarcar mis experiencias. Hace mucho tiempo leí unas palabras en un precioso libro de Konrad Lorenz, pionero del estudio del comportamiento animal, que expresan tan acertadamente los sentimientos que impregnan el relato de mis vivencias, que me permito reproducirlas a continuación:\n\n

    “El que contempla con sus ojos la belleza, no es ya tributario de la muerte, como dice Platón, sino de la Naturaleza, cuya belleza ha comprendido. Y si sus ojos sirven realmente para ver, llegará a ser, inexcusablemente, naturalista.” \n\n

    Hoy en día comparto esta afición con un montón de personas cuyas historias personales desconozco, pero cuya fascinación por la avifauna comprendo. Nos acercamos al campo para capturar aves, pero en nuestras retinas, o en nuestras anotaciones, o como mucho en nuestras tarjetas de memoria digital (antes en las películas fotográficas). Cuando salgo sigo siendo el mismo niño, agazapado junto al castaño, esperando oír el disparo y descubrir qué nueva maravilla emplumada acabaría en mí poder.\n\n

    Hay razones para que la observación de aves arrastre a diario a una miríada de personas a bosques, campos, lagunas y costas. En primer lugar, se trata de un grupo numeroso y variopinto. Hay unas diez mil especies diferentes en todo el mundo, medio millar de las cuales pueden ser observadas en territorio español, dónde crían alrededor de 340.\n\n

    Resultan más fáciles de ver que otros grupos de animales, esto se debe a que confían en su capacidad de volar para huir y no tienen que estar escondidas. Además su comportamiento es llamativo, cantan, realizan exhibiciones nupciales, cazan...\n\n

    Por último, es una actividad fácil de desarrollar, en cualquier lugar, en cualquier época del año, a todas las edades, en compañía o sin ella, sin necesidad de una inversión inicial cara (prismáticos y guía, aunque no son imprescindibles).\n\n

    Vivimos en un lugar privilegiado para practicar esta afición, observadores de otras partes del continente nos envidian por ello. Salir a la puerta de casa y contemplar la impresionante silueta del Buitre Negro “flotando” sobre nuestra cabeza, por ejemplo, debe ser considerado un auténtico regalo. Es nuestra obligación que esta imagen perdure. El patrón de El Tiemblo, San Antonio de Padua, estaría completamente de acuerdo, ¿acaso hay otro Santo más pajarero? \n\n

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    Texto, dibujos y fotos: Ignacio Sevilla Hidalgo.\n\nLa canción de los pajareros cantada por Cecilio:\n\n

    \nhttp://lacomunidad.elpais.com/blogfiles/diapoteca-espanola/26httpdecancionlospajaritosCECILIO.doc \n\n\n

    El milagro de San Antonio\n\n

    Divino Antonio precioso suplícale al Dios Inmenso\n\n

    que por tu gracia divina alumbre mi entendimiento,\n\n

    para que mi lengua refiera el milagro\n\n

    que en el huerto obraste de edad ocho años.\n\n

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    Este niño fue nacido con mucho temor de Dios,\n\n

    de sus padres estimados y del mundo admiración.\n\n

    Fue caritativo y perseguidor\n\n

    de todo enemigo con mucho rigor.\n\n

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    Su padre era un caballero cristiano, honrado y prudente,\n\n

    que mantenía su casa con el sudor de su frente, \n\n

    y tenía un huerto donde recogía\n\n

    cosechas y frutos que el tiempo traía.\n\n

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    Por la mañana un domingo como siempre acostumbraba,\n\n

    se marchó su padre a misa, cosa que nunca olvidaba.\n\n

    Le dijo: “Antoñito, ven aquí, hijo amado,\n\n

    escucha que tengo que darte un recado.\n\n

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    Mientras tanto yo esté en misa buen cuidado has de tener, \n\n

    mira que los pajaritos todo lo echan a perder. \n\n

    Entran en el huerto, comen el sembrado,\n\n

    por eso te encargo que tengas cuidado.”\n\n

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    Cuando se ausentó su padre y a la iglesia se marchó\n\n

    Antonio quedó cuidando y a los pájaros llamó:\n\n

    “Vengan pajaritos no entrar en sembrado\n\n

    que mí padre ha dicho que tenga cuidado.”\n\n

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    Por aquellas cercanías ningún pájaro quedó\n\n

    porque todos acudieron cuando Antonio los llamó.\n\n

    Lleno de alegría San Antonio estaba\n\n

    y los pajaritos alegres cantaban.\n\n

    \n\n

    Al ver venir a su padre a todos les mandó callar\n\n

    llegó su padre a la puerta y comenzó a preguntar:\n\n

    “Dime hijo amado, ¿ qué tal Antoñito?\n\n

    ¿has cuidado bien de los pajaritos?”\n\n

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    Antonio le contestó: “Padre, no tenga cuidado\n\n

    que para que no hagan mal todos los tengo encerrados”.\n\n

    Su padre al ver milagro tan grande\n\n

    al señor obispo trató de avisarle.\n\n

    \n\n

    Y acudió el señor obispo con todo acompañamiento\n\n

    quedando todos confusos al ver tan grande portento.\n\n

    Abrieron ventanas puertas a la par\n\n

    a ver si las aves se quieren marchar.\n\n

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    Antonio les dijo a todos: “Señores, nadie se alarme,\n\n

    los pájaros no se marchan hasta que yo no les mande”.\n\n

    Se puso en la puerta y les dijo así:\n\n

    “Vaya pajaritos, ya podeís salir.\n\n

    \n\n

    Salgan cigüeñas con orden, águilas, grullas y garzas,\n\n

    avutardas, gavilanes, lechuzas, mochuelos, grajas.\n\n

    Salgan las urracas, tórtolas, perdices,\n\n

    palomas, gorriones y las codornices.\n\n

    \n\n

    Salga el cuco y el milano, burlapastor y andaríos,\n\n

    canarios y ruiseñores, tordos, bífaros, y mirlos.\n\n

    Salgan verderones y las cardelinas,\n\n

    las cucurujadas y las golondrinas”.\n\n

    \n\n

    Al instante que salieron todas juntitas se ponen\n\n

    a escuchar a San Antonio para ver lo que dispone.\n\n

    Y Antonio les dijo: “No entrar en sembrado,\n\n

    marcharos por montes, ricos verdes prados”.\n\n

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    Y al tiempo de alzar el vuelo cantan con dulce armonía \n\n

    despidiéndose de Antonio y toda su compañía.\n\n

    Antonio divino por su intercesión\n\n

    todos merezcamos Eterna Mansión\n\n

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  • 21 PASIÓN POR LA AVES de Nacho Sevilla
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