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  • Gaudencio cronista de Camporredondo (Valladolid) por J. Sastre.\n\n

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    Hacía la tira de años que no iba al pueblo de mi padre. En mi cabeza no recuerdo absolutamente nada de nada. De pequeño fui una sola vez. Y las imágenes que tengo de las eras son ficticias, no he pisado las eras, sin embargo se que estaban a la entrada del pueblo, posiblemente de oírselo a mi padre. \n\n

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    Mi familia materna suficientemente numerosa, cercana y marchosa, eclipsaba la paterna. Las mujeres atienden a sus padres y los padres atraen al resto de los hijos. Mi madre fue la primera de apellido Domingo, que se instaló en Palencia, arrastró a su hermana Consuelo casado con otro camporredondino Eduardo Carrasco. Mas tarde llegaron sus padres y su hermana Pepita con su marido Tono Ucha de vuelta de Argentina, fundaron la Academia internado “Buenos Aires”. El hermano Miguelito pasó unos años sin adaptarse a ser empresario de si mismo y con el tiempo volvió a Valladolid de empleado. Y su hermano menor Luisito compró una segunda residencia en el mismo edificio que sus hermanas Carmina y Consuelo.\n\n

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    De camino de Madrid a Palencia, me desvío y pasamos por Mojados, donde veo el nombre de una calle “Agustín Sastre”, vamos bien, me digo para mis adentros. Quién será ese Sastre que tiene una calle? Dicen que los apellidos de oficios eran de los judíos conversos que no quisieron abandonar España en tiempos de los Reyes Católicos. \n\n

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    Parece ser que Agustín Sastre, era un labriego convertido en escolta de Onésimo Redondo, juntos murieron al principio del levantamiento nacional, según reza en la página de Onésimo Redondo OBRAS COMPLETAS http://usuarios.multimania.es/onesimo_redondo/onesimo133.htm\n\n

    Un camión de milicianos rojos le salió al paso en el pueblo segoviano de Labajos. Se trataba de una infiltración marxista por carreteras secundarias aún no controladas. No hubo tiempo para nada, porque en seguida comenzaron los disparos. Uno fue dirigido a él, obligándole a caer en tierra, quitándole la vida. Agustín Sastre, campesino de la vieja guardia, le acompañó en la muerte al igual que iba acompañándole como escolta en este último viaje por la tierra. En Labajos existe hoy un monumento levantado a la memoria de Onésimo Redondo, mártir de España y Caudillo de Castilla”.\n\n

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    Llegamos a Camporredondo en un día de perros, con lluvia continua. Aparco al lado de la iglesia y falta poco para que comience la misa del día de San José. En el pórtico de entrada a cubierto me identifico como Jesús (me suena como a revelación bíblica), hijo de Fidel Sastre ante un grupo de personas mayores. El de mayor edad dice que se llama Marciano, y claro que conoce a Fidel. Resulta ser Marciano Díaz García hijo de Emiliano Díaz Sastre y Felisa García Criado. Le muestro la foto de 1928? Del artículo 95 “Anatomía de una fotografía” e identifica al Sr. Félix y al Sr. Germán. Pero me indica que su cuñado Gaudencio Busto García conoce la foto y tiene a todos identificados. Las madres de Marciano y Gaudencio son hermanas, Felisa y Josefa. \n\n

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    Cincuenta metros más allá, hacia el ayuntamiento, Gaudencio Busto está al cabo de la calle, al mismo tiempo que esta sentado en el despacho de su casa y conectado al mundo con su ordenador, su teléfono y su escáner, impresora y fax. Sin levantarse nos pasa la llave por la ventana y abrimos la puerta. Desde la primera palabra al saber que soy hijo de Fidel y nieto de Severiano, me hace sentir de Camporredondo de toda la vida. Aparto unas muletas y me siento un ratito en el sillón. En cuatro palabras, por las prisas, nos intercambiamos apegos y la dirección email para continuar con la conversación y el conocimiento de datos de nuestro pueblo. Nos despedimos y Gaudencio me estrecha cariñosamente la mano sin levantarse. Marciano me comentó que tiene una enfermedad degenerativa que le impide andar, pero que en sus tiempos jóvenes se desplazaba con normalidad. Y tanto, era pastor.\n\n

    En la plaza del Ayuntamiento hay un almendro centenario que perteneció a mi abuelo Severiano. Guadencio escribió un relato lleno de cariño a un árbol que le dio sombra y compañía durante muchos años mientras pastoreaba, y que al final tuvo una segunda vida, como ansiamos todos.\n\n

    Gaudencio venía de trillar por el mismo camino que mi padre.\n\n

    Ver su relato: \n\n

    A UN VIEJO AMIGO\n\n

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    La primavera fue generosa en lluvias. El campo, ocre, luce espléndido en el término de Camporredondo. Bajo la protección que ofrece la extraordinaria cosecha de cereales, canta sin cesar la codorniz. El viento provoca pequeñas marejadillas sobre el mar dorado de la espiga madura. Los segadores descolgaron, del “sobrao” de la casa, su bolsa para los “hocinos” (hoces) y con la afiladera dejan el filo digno de la mejor navaja barbera. El mes de julio comienza y no deben descuidarse: el verano será largo y las tormentas pueden arruinar y dar al traste con la ilusión que este año el agricultor camporredondés tiene, al ver recompensado su esfuerzo con la cosecha que se muestra ante sí.\n\n

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    Entre las ocho y las nueve de la mañana, por la cañada de Carramambres aparece el burro aparejado con su albarda, sobre la que porta las aguaderas que, hoy, contienen algo más que agua. En sus senos, viaja el almuerzo para dos jóvenes segadores quienes, desde que el alba amaneció, se esfuerzan para recoger, en haces, el cereal fruto de su esfuerzo.\n\n

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    Al llegar al rastrojo el burro, con su carga, guiado por el motril, los segadores se dirigen a la “pobera” bajo cuya sombra darán buena cuenta de la sopa de ajo y los huevos fritos o lo que quiera que aquella mañana corresponda para reponer las fuerzas perdidas.\n\n

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    La “pobera”, esta vez, es la sombra de un frondoso almendro. Sus hojas brillan bajo los rayos del sol, de los que preserva a los jóvenes segadores. Bajo su sombra descansarán cada vez que deban afilar hocinos; bajo su sombra almorzarán y comerán y cuando, rendidos por el esfuerzo, sus párpados se cierren un rato a mediodía, allí estará el almendro desafiando a los hirientes rayos del sol.\n\n

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    Quizás fuera este mi primer encuentro contigo, Almendro de Carramambres. Allí estabas tú, junto a otros cuatro hermanos tuyos erguido, desafiante, fuerte y generoso en tu fruto. Allí estabas cuando yo fui creciendo y con otros niños acudía a recoger el fruto que tus dueños pudieran haberse dejado entre las cepas que te circundaban. Allí seguías tú, siempre orgulloso, cuando fui haciéndome hombre y, mientras mis ovejas pastaban, tú me cobijabas bajo tu potente sombra. Allí te recuerdo desnudándote de tu verde uniforme cuando un día primero de noviembre, Día de Todos los Santos, envuelto en mi manta pastoril, bajaba con mi rebaño por la cañada camino de casa. El día era frío y ventoso. La gente de mi pueblo se apresuraba por el camino del cementerio, después de visitar a sus seres queridos. Al llegar a tu altura, descubrí que te habías desprendido de tu hermoso vestido verde como si, a partir de ese momento, no quisieras privarnos de los rayos del sol, pues el invierno ya se oteaba a lo lejos.\n\n

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    Me acerqué a ti y allí estaba tu abundante y verde ropaje como alfombra que quisieras ofrecer a quien lo necesitara. Mis ovejas comenzaron a ingerir aquel apetitoso pasto y, poco a poco, hoja a hoja, fue desapareciendo aquel hermoso tapiz. Allí quedaste desnudo, pero fuerte, frente a las inclemencias de aquel invierno en la meseta castellana.\n\n

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    Este es el último recuerdo que guardo de ti, Almendro de Carramambres. Después, mi camino se separó del tuyo. Yo dejé de disfrutar de tu protectora sombra, cambiando la alforja y la manta por otras herramientas que se ofrecían más prometedoras.\n\n

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    Tardé mucho en volver y, cuando lo hice, volví a recorrer los mismos caminos que, de joven, me llevaban hasta ti. Pero esta vez tuve que hacerlo a lomos de un burro de acero de los que no sienten. A lo lejos te vi: tú ya no eras el mismo. Supe que habías sido abandonado; te imaginé luchando por mantenerte fuerte y sano, pero tus fuerzas irían debilitándose hasta que, un día, la sangre dejó de fluir por tus venas y tus ramas, cansadas, dejaron de florecer. Tuve que esperar a que los brazos de acero impulsadas por energías que matan segaran la cosecha de la misma finca de mis primeros recuerdos y, entonces, me acerqué hasta ti. Tuve que hacerlo sin pisar el mismo suelo que pisé cuando te encontré por primera vez. Mis piernas, igual que te pasaba a ti con tus raíces, ya no soportaban el peso de mi cuerpo. Cuando llegué hasta ti, me di cuenta de tu soledad. ¿Por qué te habían abandonado? Los insectos devoraban tus entrañas. Sobre tus debilitados brazos el trabajo de un ave había perforado hasta llegar a tu corazón y allí había anidado. Pero allí, erguido sobre tus carcomidas raíces que, cansadas de sostenerte, casi te habían condenado a caer abatido, estabas más bonito que nunca.\n\n

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    Rápidamente solicitamos permiso para que no sufrieras la humillación de verte derrumbado. Te limpiamos, expulsamos de tu cuerpo a todos los parásitos que se aprovechaban de tu indefensión y, como tu gran corazón aún latía, hoy campeas con orgullo aquí, en el parque dedicado a los niños que sigues soportando sobre tus poderosos brazos, a los que suben y bajan sin ningún miedo, pues sigues siendo fuerte como un… almendro.\n\n

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    Te conocí cuando niño y fui haciéndome mayor a tu sombra. Te abandoné y he vuelto y muchos, muchos años después de que yo vuelva a irme, aquí seguirás, en la plaza de nuestro pueblo, haciendo las delicias de nuevas generaciones…\n\n

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    ALMENDRO AMIGO

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    CAMPORREDONDO\n\n

    Octubre de 2006\n\n

    G. Busto García\n\n

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    Gaudencio para mi es el mejor cronista de Camporredondo. Nos lamentamos de no habernos conocido años antes, para hacer algo interesante, pero yo creo que aún estamos a tiempo. Me está facilitando mucha información para completar y rectificar mis artículos sobre la vida de mis antecesores. Poco a poco pondré las nuevas versiones.\n\n

    Me recomienda la lectura de un libro publicado por José María Yáñez Sinovas, titulado "Camporredondo y la tierra de Portillo", publicado por la Diputación de Valladolid en el año 2000 y que está agotado. Mi mejor amigo documentalista que vive en Valladolid me consigue el libro y al día siguiente me lo entrega en mano, viene a Madrid para una reunión. Lo devoré en las vacaciones de Semana Santa en La Clau, otro pueblo agrícola y ganadero a 25 km de Millau (Francia). \n\n

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    El libro es un estudio sesudo de población y rentas, ordenanzas, emigración al Nuevo Mundo, Instituciones, Régimen señorial, patrimonios comunales, abastos públicos y medidas, espacio y producción agraria, estructura de la propiedad, configuración social, estamento eclesiástico, servicios públicos, Cofradías, fundaciones piadosas, sistema tributario, crédito: pósitos y censos, vía judicial, demografía, desamortización, crónicas municipales y amillaramientos, la historia del XVI al XIX según las fuentes documentales de Archivos de Ayuntamientos, Históricos Provinciales, Real Chancillería, General de Simancas y series como Reales Ordenanzas, libros de visita y pósito, Registro Civil, de Acuerdos, Catastro de la Ensenada. Me llena de alegría ver citado a Alberto Marcos, historiador palentino especialista del medievo con el que compartí viaje a Italia junto a otra decena de amigos.\n\n

    El primer Sastre que aparece es Salustiana Sastre de la vecindad de Camporredondo que hace de madrina de boda en 1832 En el mismo año se casa Ignacia Sanz, viuda de Antonio Sastre con Simón Pérez. En 1898 Norberto Sastre es testigo de otra boda.\n\n

    Mis bisabuelos Agapito Noriega y Luisa Sanz fueron testigo y madrina respectivamente del casamiento de Elviro Busto Pérez con Alberta Sanz Guadarrama, “después de haber obtenido dispensa del tercer grado igual de consanguinidad por el arzobispo Alfredo Servil González”. A mi bisabuelo, el ayuntamiento le paga 28 pesetas por el arreglo del camino de Arrabal en 1895\n\n

    En el bienio de 1874-75 Norberto y Román Sastre figuran como Regidores del Ayuntamiento, el primero tenía una casa y corral de 864 pies en la salida de la calle Portillo por la que pagaba una renta anual de 15 reales anuales, y en 1895-96 Jacinto Sastre es el Alcalde de Camporredondo.\n\nMe da una gran satisfacción, ver que mis antecesores andaban por este mundo, por este pueblo. Esta claro que todos venimos de nuestros padres, pero me llena de orgullo saber que esta reflejado en los papeles, documentos de archivo conservados con rigor y que gracias a unos estudiosos se ha podido publicar el libro.\n\n\n\n\n\n\n\n\n\n\n\n\n\n\n\n

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