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    Esta mañana me dio por pensar en los amores pasados y tardíos y en los amigos ausentes. No en los que ya no están, no; en aquellos que viven lejos espacial o temporalmente debido a las contingencias diarias a la que nos vemos sometidos en el vivir. Los amigos ausentes son como los padres que un día nos dejaron sin querer, pero consustancial a nuestro paso por la vida: los añoras, tratas por todos los medios -siempre tarde- de seguir sus consejos y observaciones; y te reprochas en no pocas ocasiones el comportamiento y la actitud mantenida hacia ellos. \n\n \n\n\n\n\n\n\n\n

    La lectura de un reportaje, Las letras españolas viven del cuento, de Juan Bonilla, publicado en El Cultural de la semana pasada fue lo que hizo que fluyera esos pensamientos y encharcaran mis sentidos. El texto, dedicado a las editoriales y autores de cuentos, incluye tres breves relatos de escasa calidad: Especies migratorias; Éxito; y La carta. Y fue precisamente éste último el que evocó inicialmente, no a los amigos, sino a una mujer de la que creí estar enamorado y que antes de que me diera cuenta de que no era cierto ella me dio esquinazo. A mí como al personaje del cuento “Le incomodaba salir de vacaciones pues se podía perder el momento de entrega de la carta en la que ella le perdonaba...”. Yo no esperaba una carta, sino un sí. Por esa razón, durante unos días del verano de un año de finales del siglo pasado viví pensando en mi reencuentro con ella después de unas breves vacaciones, intencionadamente acortadas -casi interrumpidas-, para regresar a Madrid lo antes posible y salir de mi angustiosa incertidumbre. No hubo ni un sí, ni un no, solo el silencio. \n\n \n\n\n\n\n\n\n\n

    Los amigos ausentes vinieron a mi después de leer una cita genial de Thelonious Monk (uno de los iniciadores del bebop): “Siempre es de noche; si no, no necesitaríamos la luz”. La encontré en la crítica que sobre la novela Contraluz, de Thomas Pyncho, hace J-A. Gurpegui, también en el número antes citado de El Cultural.\n\n \n\n\n\n\n\n\n\n

    ¿Qué tiene que ver esto con los amigos ausentes?, me pregunté. Lo supe casi de inmediato: la noche, el gran misterio de la vida.\n\n \n\n\n\n\n\n\n\n

    La noche era nuestro lema de encuentro; la noche se prolongaba en un portal, esquina o sentados en un bordillo, fumando rubio sin filtro. La noche nos iluminaba en un bar, el España, alrededor de una mesa y un sinfín de servilletas de papel donde había garabateados hermosos proyectos. La noche nos acompañaba al aeropuertos a ver el despegue y el aterrizaje de aviones, e iluminar nuestras discusiones acerca de modelos, motores, fabricantes. Una noche, de regreso, detrás de un árbol nos esperaba la muerte. Felizmente la esquivamos; a la muerte. La noche fue nuestra bienhechora y en sus brazos maduramos y nos hicimos hombres llenos de inquietudes, de ilusiones, de aspiraciones; sembrados de proyectos, de ansias de lucha. Así se fraguó, creo yo, mi generación: en la noche.\n\n\n\n \n\n\n\n\n\n\n\n\n\n

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  • Amores y amigos ausentes
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