PropertyValue
opmo:account
is sioc:container_of of
sioc:content
  • Al fin sola... otra vez. Durante este día de tránsito en el que he llegado a Madrid todo me ha conectado irremediablemente, una y otra vez, con mi soledad. No hay espacio físico que defina mejor mi alma que una estación de trenes de madrugada. A las seis de la mañana hacía frío, mucho. La única compañía que he tenido ha sido la del sonido de mis pasos en el encerado suelo. Odio las estaciones nuevas, esas que están hechas para que el viajero se pierda en inútiles alturas y distancias interminables. Antes, las estaciones eran oscuras, pequeñas, feas, si quieres, pero estaban hechas a la medida del alma humana. Ahora te sientes como cuando entras en una catedral gótica... o será que la condición de viajero ha sustituido, en un mundo tan veloz, a la de creyente. \n\nEl viaje en AVE fue aburrido, mucho. No es posible distinguir el paisaje que corre en direción opuesta, inalcanzable. Una vez más no encontré nada con que poder reunirme, ni siquiera metafóricamente. El compartimento estaba vacío, excepto por un ejecutivo con ojeras y traje azul que no levantó la mirada del portatil hasta que, a las ocho de la mañana, comenzó a recibir llamadas al móvil; que, por cierto, tenía una melodía horrenda. A veces me sorprenden ese tipo de personas que parecen personajes. Trajes impecables, gomina, zapatos perfectamente lustrados, rostro a juego, blackberry, corbata de seda y, de repente, como una muestra de rebeldía a la uniformidad, lucen algún elemento que los hace únicos. Y su rebeldía queda reducida a la melodía cutre del móvil o a unas pulseras de hilo. Con Aznar me pasaba eso. Cada vez que veía sus pulseras de hilo me lo imaginaba con una medio sonrisa y pensando, esto me hace único, no se lo esperan. Siempre me pregunto por qué,entonces, se cuidan tanto de parecer maniquies de otoño del Corte Inglés. A este no le ví pulseras, pero si el sonido del móvil era su seña de identificación personal... \n\nNo pude dormir tampoco en el viaje. Con puntualidad británica llegamos a la estación final a la hora prevista. En la estación estaba esperando Lucas, siempre sonriente. Hacía un año que no lo veía. Nos conocimos en la Universidad, estudiando la carrera. Es el típico currito del audiovisual español: vaqueros desgastados, camisetas lavadas mil veces y zapatillas de deporte. Como hacía frío llevaba una sudadera con capucha. Nos fundimos en un largo abrazo, el primero desde hacía dos días. Cuando supo que me estaba separando, me ofreció su casa para poner tierra de por medio. Creo que es el hombre que más me ha querido en mi vida. Por eso me intimida tanto. Recuerdo una noche de borrachera en tercero. Era primavera y las calles de Madrid hervían. Hicimos el amor en el cuarto de baño del piso de estudiantes de un amigo suyo. Después, puse tierra de por medio con la excusa de los exámenes. Durante todo el verano recibí sus llamadas. Me sentí mal, aunque no le devolví ninguna. La vuelta a clase fue algo tensa, pero cogió la indirecta y no volvió a hablarme de amor hasta el último curso, cuando yo tenía novio y a él ya no le quedaba paciencia. Otro habría dejado de hablarme, él optó por seguir sonriéndome. Todavía lo hace. Es cámara en un programa de televisón, aún más cutre que en el que yo he trabajado los últimos cinco años. Solo trabaja tres noches a la semana. Si le pregunto por sus ganas de hacer cine, sonríe.\n\nMe quedaré aqui hasta que sepa a dónde ir. Comparte piso con dos chicos más. A mi me han dejado el cuarto que, hasta hace poco, tenía un músico de provincias al que las cosas le van muy bien. Tanto que se ha ha independizado y ahora vive con su novia en un adosado de las afueras. La habitación todavía tiene cosas de él y el inconfundible estilo de quien para poco en casa o nunca ha decorado una habitación. En el cuarto hay una cama, un poster de una fender, silla, mesa y un armario de formica horrible. Vivo en un cuarto piso de un bloque de viviendas de Carabanchel. Desde mi ventana se ve otro bloque exactamente igual a menos de diez metros. No es muy luminosa pero tengo wifi. \n\nHa sido un día extraño. Al llegar al piso, directamente desde la estación, me he ido a dormir. A las dos de la tarde el ruido de la casa me ha despertado. Ha llegado uno de los compañeros de piso. Tom, un chico largirucho y rubio, muy joven, que trabaja en una emisora de radio comercial. Habla igual que locuta y me resulta agotador los finales de sus frases, siempre hacía abajo con tonos graves. Cuando he salido del cuarto hablaba por el móvil con su novia. Estaban enfadandose. Joder, no lo aguanto. Una discusión más entre parejas y exploto. Menos mal que Lucas estaba allí, siempre sonriente, preparando unos macarrones con chorizo y tomate. Estaban buenos. Tampoco había desayunado.\n\nPor la tarde he sacado lo mínimo de las maletas: neceser, un par de pantalones y algunas camisetas. Lo he dejado encima de uno de los cajones del armario. No quiero sentir que éste es un lugar en el que quedarme, aunque, sinceramente, tampoco puedo imaginar el sitio en el que quiero estar. En el periódico me he entretenido viendo anuncios de agencias de viajes: Caribe, África, Marruecos, Praga, Benidorm... \n\nNo sé si estoy intentando escapar de mi misma y, en el fondo, sé que esto no será posible. En el móvil me encontré una llamada perdida de él. No le he contestado. No tengo ganas. \n\n\n\n
sioc:created_at
  • 2009-10-19 23:47:34
is sioc:creator_of of
is opmo:effect of
sioc:has_container
sioc:has_creator
opmo:pname
  • http://lacomunidad.elpais.com/el-ojo-del-antilope/2009/10/19/madrid (xsd:anyURI)
sioc:title
  • Madrid
rdf:type

Metadata

Anon_0  
expand all