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“¡Sólo quiero llegar hasta el final del stand!”. Un hombre pequeño y desesperado manejaba las tapas y pinchos del stand de Navarra, en Fitur. Y no llegaba al final del chiringo, él y sus camareros ponían un pie fuera de la cocina y, como la Bastilla, eran literalmente tomados por las masas. Las bandejas temblaban. España tiene hambre o mola todo lo gratis. El navarro petó. Lo miraban las hordas ansiosas con bufandas de colores.\n\nEsta escena se repetía en cualquier stand con humo y cristal lleno, dale al arroz, dale al jamón, dale a las bolitas de alubia y al cocido pelotero. La hambruna se desplegaba por el reciento ferial. Que se atrinchere Guijuelo, la masa zumba como un panal, tienen los ojos hundidos y la mandíbula prolongada, parecen pinturas negras. \n\n
 \nUnas risas, la verdad. Un inocente Viajero se confundió en la cola de la paella del stand de la Comunidad de Madrid. Iba para el otro lado. Tres pelotones jubilados dieron un paso al frente y el pobre Viajero sintió el miedo del que atisba el linchamiento. \n\nLos Viajeros se cruzaron al jamón. Más modesta. Se cortaba al momento y se ve que eso aprieta, rebosa el ansia. Enfrente, la paella volaba a paletadas. Detrás de los Viajeros tres matrimonios bien coordinados se desplegaban para cubrir todos los frentes. Dos unidades asediaban la pata jugosa del difunto marrano. Mayores, socarrones, dispuestos a reírse de su espejo. “¡Viva Gallardón, que nos hace carreteras y nos da jamón!”, dijo el don. • “¡Si me viera mi hijo, que vende jamón!” nos confesó la doña con un gran monedero entre las manos y unos zapatos muy cómodos. Íbamos a decirle que aquello era cosa de Esperanza, pero le rompíamos el verso. Unas risas, la verdad.\n
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