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Entre las paredes del museo el tiempo avanza, están decoradas por un centenar de carteles de publicidad enlozados. El siglo XX asomaba y la tracción animal daba paso, por ejemplo, a los Ford T. Los hay de 1915, 1917, 1925 y 1927. Si me dieran a elegir preferiría retomar el sueño viajero en la Cupé doctor modelo '17, es una versión con baúl para maletas, capota replegable, faro buscahuellas con espejo, estribo con portamaleta, bocina de bronce a aire, rayos de madera, dos marchas y acelerador al volante.\n\n Un alto en nuestra recorrida en el asiento de un tranvía se vera matizado por el tañido de las campanas de bronce que accionaban los pasajeros para "bajar en la próxima". A pocos pasos, entran en escena veinte antiguos surtidores de nafta. Sobre robustos cuerpos de unos 3 metros, los globos de vidrio que identifican la marca aportan una cuota de nostalgia que rememora la Argentina próspera catapultada por la gesta petrolera.\n\n "Ahora nos llega la invitación al asombro con una joyita: eso que vemos ahí es un Ratón alemán BMW Isetta, un Messerschmitt de dos asientos con techo de acrílico —similar a la cabina de un avión de guerra—, un Heinkel con aspecto de minihelicóptero, un monoposto de 1942 moldeado a mano y una moto plegable de paracaidista, de la Segunda Guerra".\n\n Encaramos la recta final en un almacén de ramos generales, muy bien recreada con sifones, botellas y carameleras de vidrio, jarros de chapa y estaño, porrones de porcelana, remedios, balanzas y una radio a querosén de Rusia. Sin duda, una deliciosa travesía por el tiempo.\n\n
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