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  • Domingo 28 Mayo\n\nLa calle Fuchengmen se despierta entre la calistenia acompasada de algunos ancianos que muestran la determinación de mantenerse ágiles en esta época de sedentarismo físico frente a nuestras estaciones de trabajo. Recorrí el jardín hasta la calle Chegongzhuang inmerso en el aroma de las rosas rojas y amarillas que rodean como en sueños al caminante, mientras una mujer acaricia a su pequeña mascota con un amor intraducible en estas escasas líneas. De más decir que los perros son, en su gran mayoría y extrema diversidad, pekineses.\n\nLlegué a la Ciudad Prohibida, buscando al atribulado Sr. Fo de la obra de Verne, y conseguí un palacio infinito de 9000 cuartos donde las 3000 concubinas esperaban al Emperador para hacer su vida más placentera luego de las arduas tareas del Imperio de la Tierra Media. Quizás había recibido algún dignatario en la sala principal, ante miles de guardias postrados ante sí, luego de salir del Salón de Espera mientras la ceremonia alcanzaba su momento preciso, quizás probablemente había asistido al Salón de los Exámenes para evaluar algún candidato a miembro de su corte, con pruebas que tratan el Confucionismo, Oratoria, redacción del algún artículo acerca del estado de la siembra y especialmente Caligrafía, arte del cual él mismo era un maestro al sobrevivir a las exigentes pruebas que lo torturaron desde que tenía 4 años. Lo que le recuerda la suerte del último de los tormentos aplicados a un eunuco indiscreto, a quien según la exigencia debía ser cortada su piel en 3000 pedazos y seguir con vida para verlo, mientras su verdugo se cuida de mantenerlo así a menos que quiera seguir su misma suerte.\n\nSi el principio de su mandato era representar al Universo, esto ameritaba al menos que debía ser temido, se reitera para sí mismo, mientras toma el camino a su recámara en la parte residencial del complejo, al tanto que pensaba cuándo saldría de nuevo a su palacio de Verano para huir del calor de esta ciudad y cuántas concubinas debía llevar en esta oportunidad. Recordaba seguramente las tres noches oficiales que debió compartir con la Emperatriz para consumar debidamente su unión, y sólo debía acordarse del nombre musical de aquella consorte que le atendió en su recámara entre tantas y tan bellas componentes de su harem.\n\nPara atemperar, una caminata por el Jardín Imperial, bajo la sombra de pinos centenarios y entre las cuatro pequeñas pagodas dedicadas a cada estación y seguir hacia la Casa Imperial del Té y apreciar la ceremonia entre tantas variedades de su bodega personal, a la sombra de la montaña que oculta otro palacio igualmente espléndido pero cuyo Qui no debía interceptar al de la Dinastía Ming, realizado por ese bárbaro nieto del Khan Gengis apenas hace unos 8 siglos, Kublait, el empleador de Marco Polo, representante de la Dinastía Yuan, originaria afuera del imperio pero fundador de Khanbaliq o Ciudad del Khan, hoy Beijing. Me pregunto cuántos elefantes se necesitaron para crear este monumental escenario y quién sería el arquitecto. Me despierto ante la serie de estos hombres, centros del Universo, con sus almuerzos de 180 platos, cuando frente a un árbol descubro que sirvió para el suicidio del último Emperador Ming, al enterarse que las tropas de unos campesinos alzados habían penetrado la puerta Norte de su amada ciudad.\n\nUna visita al Templo del Dios de la buena cosecha, me permitió entender la grandiosidad de esta civilización mientras el Sr. Collins (Kow Li Nes) me confirma que son la única de las antiguas que sigue avanzando gracias al sentido de la armonía que se respira en todo tiempo y de la cual soy testigo de excepción.\n\nPara culminar, contemplo una muestra de esa tradición de mover montañas, y de excavar espacios de agua de dimensiones inesperadas con la exquisita finalidad de construir alrededor del escenario, un palacio de retiro y sembrar esas montañas de edificaciones estivales, budistas y de distracción en el Lago Kanmichi, cuya brisa impregnada de jazmín refresca el Templo de Verano, en ausencia del aire acondicionado que dificultaba la vida allá en la gran ciudad ¡.\n\nNo es fácil pensar en la Emperatriz diciéndole a su amado esposo; No Fu Yi - con ese tono típico de mando sin réplica - ahora quiero esta montaña de ese lado, por que se ve mejor desde esta ventana, para que haga juego con este jarrón de mi abuelo Ming.\n\nLas concubinas debieron entender el desasosiego del representante de los Dioses y centro del Universo en la tierra, esa larga noche de palacio.\n\nSólo para finalizar, el día, no pudo lograrse una mezcla de placer y dolor, como sólo aquí se puede alcanzar, gracias al masaje de los pies. May Liu es la encargada de trabajar mis extremidades, de cuyo kilometraje perdí la cuenta hace mucho y lo hace con entusiasmo y vigor asombrosos. Inicia con un baño caliente en agua de azafrán, el cual disfruto mientras aprecio una infusión de la manera como la sacerdotisa me enseñó en la Casa Imperial de Té. Luego de algunos demoledores golpes en mis gemelos ateridos por el esfuerzo prohibido del Palacio, procede a concentrar sus rasgados ojos negros en mis pobres máquinas de caminar. Unos golpecitos a lo largo del empeine, son apenas un preámbulo a la secuencia de opresiones, contusiones y marcaje de sectores de cada pie que me brinda a esta edad, sensaciones inéditas que me provocan expresiones en Mandarín responsables de la sonrisa tan fácil y agradable de estas educadas profesionales. Para cuando terminó su sesión, sentí que caminaba sobre las nubes y esperaba recorrer otro tanto como lo que me tomó llegar hoy aquí.\n\n
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  • 2010-11-28 18:39:02
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  • La ruta de la seda - Beijing prohibido
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